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La Marilyn de 200 millones que puede cambiar el mercado del arte

No es una venta sin más. Detrás existen varios intereses claros. Los mayores beneficiarios de que la obra de Warhol se venda por ese precio es la familia Mugrabi. Luego, Christie’s, que volvería a ser la reina de las subastas
CortesíaEFE
La Razón

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Se titula «Shot Sage Blue Marilyn». Fue ejecutada, en 1964, por Andy Warhol, y hoy puede convertirse en la «obra del siglo XX más cara» vendida en una subasta. La multinacional Christie’s ha fijado su valor en 200 millones de dólares –unos 182 millones de euros-. Y todo indica que no solo se va alcanzar este precio de remate, sino que puede ser ampliamente superado. Atrás quedarán los 170 millones de dólares que se pagaron por el «Desnudo acostado», de Modigliani, en noviembre de 2015, y los 179,3 millones por los que, en mayo de ese mismo año, se adquirió «Las mujeres de Argel», de Picasso. ¿Se acercará esta icónica obra del Pop art a los 450 millones de dólares en los que Loic Gouzer –el gurú de las subastas- logró que se rematara, en 2017, el «Salvator Mundi», de Leonardo?
La pregunta es difícil de responder. Y así sucede porque, mientras en sus niveles medios y bajos el mercado del arte se ha transformado en una realidad rácana y demasiado previsible, en el estadio del súper lujo –ese que ofrece cifras de nueve dígitos-, cualquier cosa puede pasar. Desde luego, si la «Shot Sage Blue Marilyn», de Warhol, alcanza el precio previsto de partida, su impacto sobre el mercado del arte será el equivalente al de un meteorito de gran tamaño sobre la Tierra: las condiciones de vida cambiarán drásticamente, y nada volverá a ser lo mismo.
Pero, ¿quién o quiénes saldrán beneficiados de este subidón en el valor de mercado de la obra de Warhol? A simple vista, la «operación Marilyn» parece exenta de cualquier sospecha de maniobra especuladora. El cuadro es sacado a subasta por la Fundación Thomas y Doris Ammann de Zurich. Y el 100% de los fondos obtenidos con su venta irán a parar a la organización, que tiene como objetivo mejorar la vida de los niños de todo el mundo, centrándose en la salud y en la educación.

Los Mugrabi: los beneficiarios

Pero, a pesar del objetivo filantrópico que posee esta espectacular venta, no debemos pecar de ingenuos. El mercado del arte es un ecosistema harto sensible en el que el aleteo de una mariposa en uno de sus extremos puede provocar un cataclismo en las coordenadas opuestas. Que una pieza de Warhol se venda por alededor 200 millones de dólares constituye una transacción que, indirectamente, beneficiará a los principales acaparadores de obras del artista norteamericano. Y, en este sentido, quienes más tienen son José Mugrabi y sus hijos Alberto y David.
José Mugrabi –de 83 años de edad– es hijo de unos judíos sirios que tenían una tienda de comestibles en Jerusalén. A los 16 años viajó a Colombia para trabajar, junto a su tío, en la industria de la moda. Cuando tenía 23 años, ya había montado su propio negocio de telas al por mayor. Su interés por el mundo del arte comenzó en 1987, cuando, de visita a Art Basel, se interesó por algunas obras de Warhol, y las adquirió. A partir de ahí, su pulsión coleccionista le llevó a atesorar más de 3.000 obras, cuyo valor total se estima que ronda los 1.000 millones de dólares.
La particularidad del «método Mugrabi» de coleccionismo es la toma de conciencia de que solo con un fondo suficiente de obras de un determinado autor se puede influir en su mercado. De nada sirve poseer dos o tres piezas de un artista; hay que aspirar a tener decenas, incluso cientos de ellas. Y eso es lo que sucede con Warhol. Los Mugrabi son los máximos coleccionistas mundiales del líder del Pop art. Se piensa que son más de 800 trabajos con su firma los que engrosan su colección. Esto conlleva que cualquier gran exposición organizada por una institución museística internacional en torno al genio de Pittsburgh tenga que solicitar el préstamo de obras a esta familia de empresarios.
Los Mugrabi, además, no forman parte de esa rara estirpe de coleccionistas filantrópicos, cuyo interés en el arte se basa en el amor por la creación contemporánea y en la necesidad de repercutir sobre la sociedad una pasión desinteresada. Muy al contrario, su afán acaparador está movido por una voluntad principalmente especuladora. Tal y como reconoce José Mugrabi, cualquier obra de su colección está en venta –siempre, claro está, que el interesado pague el precio marcado–.

Un hito histórico

Desde este punto de vista, no es difícil comprender el impacto que, en la economía de los Mugrabi, tendrá el hito histórico de que el Warhol que se subasta esta noche alcance los 200 millones. En el instante en el que subastador golpee con la maza y de por finalizada la puja, el valor de mercado del arte de Warhol conocerá un seísmo como nunca antes había experimentado. El nuevo récord tirará del conjunto de precios y los hará subir –con casi total seguridad– en vertical. ¿Y quiénes se beneficiarán de ello? Fácil de responder: aquellos que más obra de Warhol posean. A nadie se le escapa que los Mugrabi serán los grandes ganadores de la subasta que se celebra en Christie’s.
Desde que el antes referido Loic Gouzer abandonó las filas de Christie´s, la estrella de esta subastadora se ha ido apagando. Tras una hegemonía de décadas, en 2020, su gran competidora, Sotheby’s, se encaramó sorprendentemente al primer lugar de la lista del «top 5» de las principales casas de subastas del planeta. Hace escasas semanas, se publicaron los resultados de 2022, y los números volvieron a dar el liderato a Sotheby’s: 4.400 millones de dólares de facturación frente a los 4.000 millones de Christie´s. La tendencia imperante desde la década de 1990 ha cambiado, y Christie’s está obligada a encadenar varios golpes de efecto para volver al anterior status quo. Con la subasta del «Shot Sage Blue Marilyn», de Warhol, el contraataque ha empezado. Alcanzar los 200 millones de remate supondría una revolución que devolvería a Christie’s toda su aura, además de incrementar notablemente su cuenta de resultados.
Desde una perspectiva más general, un acontecimiento como el que se vivirá esta noche supone una confirmación del papel jugado por las casas de subastas como grandes reguladoras del mercado del arte. Durante los últimos años, las galerías han visto como su territorio ha sufrido las dentelladas de estas grandes multinacionales, que ahora mismo monopolizan la mayor parte de la mística y del glamour del negocio del arte. La capacidad de las más prestigiosas galerías del mundo –David Zwirner, Gagosian, White Cube…– para marcar los tiempos del mercado y perfilar tendencias se ha visto menguada en paralelo al crecimiento desmesurado de las casas de subastas.
Una sola subasta puede ser más influyente a la hora de determinar el destino de un artista en el feroz mercado del arte que la abnegada labor de un marchante a lo largo de los años. Además, las continuas estrategias de modernización de las subastadoras les ha permitido desprenderse de esa pátina casposa que antes las cubría para resultar igual de transgresoras y contemporáneas que lo pueden ser las galerías. Seamos claros: la mayor parte de las noticias que trascienden del mundo del arte provienen de las casas de subastas. Ningún otro sector del arte posee tanto impacto mediático. Aquí estamos hablando de Christie’s, Marilyn y Warhol. Y eso es por algo.