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Arte

El Prado te deja de piedra con su galería de esculturas

El museo inaugura la galería jónica con 53 esculturas que van desde el Egipto antiguo hasta el barroco

Retratos de pensadores y escritores de la antigüedad grecolatina que ahora se exhiben en el Museo del Prado
Retratos de pensadores y escritores de la antigüedad grecolatina que ahora se exhiben en el Museo del PradoFotoLa Razón

Los pintores siempre han aspirado a alcanzar el mayor verismo en sus lienzos y engañar al ojo ingenuo con su representación exacta de la realidad con su amplio colorismo e impactante tridimensionalidad. Un pulso que conllevó una dura pugna con los escultores y un debate profundo sobre cuál de las dos artes, la pintura o la escultura, era más grande y merecía mayores alabanzas. En el Museo del Prado parece que el óleo le ha ganado al mármol y que el visitante avanza por sus galerías hipnotizado por la grandiosidad de una de las mejores colecciones pictóricas y sin apenas reparar en las tallas que amenizan el recorrido.

El Prado ha decidido demostrar al público que no es solo una pinacoteca y que también alberga una valiosa colección de escultura a la que todo el mundo debe prestar atención. Con esta idea, acaba de inaugurar la galería jónica, un espacio que ha permanecido cerrado (ha sido taller, almacén y oficina) y donde ahora se han colocado una serie de bustos y estatuas que van desde el antiguo Egipto hasta el barroco. Son 56 obras, dispuestas en una estancia de 45 metros de largo y 3,5 de ancho, que dan cuenta de las evoluciones artísticas, cambios de estilo y gustos que han tenido lugar a lo largo de estas centurias. Esta galería, que da al norte, que se ha dotado de cristales especiales y en la que se ha procedido a instalar una moderna carpintería metálica, está provista ahora de las condiciones para alojar estas piezas, pero también ha sido una manera de abrir el museo al exterior. A través de este ventanal se aprecian los jardines y ofrecen un descanso a quienes deambulan por sus estancias. Aquí veremos emparejados a Julio César con Bruto y a un Antinoo, que en realidad es Hermes y que algunos piensan que pudo haber sido una de las esculturas que Velázquez trajo de Italia. A su lado se ve una pieza de delicada factura y apariencia frágil, una curiosidad casi, un cuadro hecho en piedras duras y ornamentales que representa «La gruta de Posillipo en Nápoles». Todas ellas han sido restauradas y la mayoría de ellas son inéditas, permanecían en almacenes y ahora se muestran de manera conjunta para dejar de piedra al visitante.