Sección patrocinada por sección patrocinada
Teatro

Crítica de clásica

Emerge Proteo

Pedro Halffter / Foto: Manuel Olmedo
Pedro Halffter / Foto: Manuel Olmedolarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

Obras: Halffter, Saint-Saëns y Sibelius. Dmitri Tsirin, chelo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Pedro Halffter. Madrid, Auditorio Nacional, 24 de mayo de 2022.

Pedro Halffter es un director acreditado. Un músico probado que ha hecho también sus escapadas a la composición con fortuna. Tiene estudios, preparación y habilidad para crear, imaginar y resolver en una línea que solo parcialmente encaja con las técnicas, estilo y modus operandi de su padre, Cristóbal, desaparecido no hace mucho.

La obra que ahora se ha estrenado, “Proteo”, muestra bastante más que buen oficio. Revela una preparación, un manejo de resortes, un conocimiento de la gran orquesta para edificar un discurso coherente, bien ensamblado, compacto y ameno de diez minutos sobre el mito de esa divinidad de los mares que tenía la facultad de recrearse a sí mismo con multitud de apariencias. Sobre esa falsilla la composición ofrece distintas luces, claroscuros, alternancias dinámicas y agógicas, cambios de clima a lo largo de una narración amena, compacta y resolutiva.

Las líneas, a veces extensas, con frecuencia melódicas, discurren a lo largo de un lenguaje asequible, en ocasiones confortable, pero iluminado, aquí y allí, de pasajes agrestes de tonalidad incierta, en un intento de introducirse en el mundo de esa curiosa divinidad. Por momentos, en algún súbito resplandor, apreciamos fugazmente, la influencia paterna. En otros creemos navegar por aguas wagnerianas (“Tetralogía”) o straussianas (“Sinfonía Alpina”). Todo comienza con un acorde largo y mantenido, acrecido paulatinamente, que da paso a una primera llamada de las trompas.

Se suceden espectaculares cabalgadas, detenciones, silencios estratégicos, alternancias, paisajes abruptos, zonas arpegiadas, descensos a estratos inferiores y sombríos, “crescendi” de diverso signo, compases en los que suenan lejanos corales… Y súbitos ramalazos impresionistas… En los tramos finales nos sorprende un largo acorde pespunteado con fuerza por trombones y tubas. El cierre es extenso y espectacular. Una composición por tanto bien trabada, bien argumentada, bien escrita, solo pasajeramente epidérmica, que fue dirigida, como es lógico, con aplomo y seguridad.

Cualidades que apreciamos asimismo en la versión de la un tanto grandilocuente a veces –sobre todo en su conclusión- “Sinfonía nº 2″ de Sibelius, la más conocida del compositor finés, en la que, como era costumbre en él, aparecen aquí y allí temas, acentos y sonoridades de signo popular, que Halffter acertó a resaltar a lo largo de una versión trazada con amplitud, con gran gesto sinfónico, puede que a veces un tanto caída de “tempi”, escasamente vibrante. Los generosos timbres no siempre tuvieron refinamiento y los planos no quedaron en todo momento bien establecidos.

Halffter maneja bien los silencios, crea clima, bien que, en contrapartida, las texturas no posean en todo momento la claridad deseada, aunque acierte en las numerosas transiciones. El “Finale”, un poco falto de viveza, tuvo amplitud en la característica perorata, pero quedo quizá un tanto plano y pasajeramente borroso. Como borrosa estuvo la Orquesta en la interpretación del “Concierto nº 1 para chelo” de Saint-Saëns. Hallfter acompañó con interés y premura, pero la versión resultó poco estimulante por la relativa calidad del sonido y la escasa fantasía fraseológica del solista, el ruso Dmitri Tsirin.