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Joan Matabosch recomienda “Cuentos de San Petersburgo”: “Caí fascinado por lo corrosivos que son estos relatos de Gógol”

El director artístico del Teatro Real recomienda esta obra que cataloga como “fascinante” del escritor ruso

Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real
Joan Matabosch, director artístico del Teatro RealCristina BejaranoLa Razón

La brillante labor y la capacidad de trabajo de Joan Matabosch al frente de la dirección artística del Teatro Real, está consiguiendo que el coliseo madrileño figure en la élite de los mejores teatros de ópera del mundo, como reconocieron los premios Opera Awards por la programación de 2019. Matabosch va camino de ser el responsable más longevo del teatro cuando acabe el nuevo periodo para el que fue elegido el pasado diciembre. Ahora acaba de presentar la nueva temporada 2022-23, con propuestas tan notables como “La nariz” de Dmitri Shostakóvich, basada en uno de los “Cuentos de San Petersburgo” de Nikolái Gógol, cuya lectura recomienda.

¿Cuándo leyó estos cuentos?

La primera vez fue hace años y caí fascinado por lo divertido y corrosivo de los relatos cortos de Gógol. Sobre todo, “La nariz”, que parece una historia precursora de la “literatura del absurdo” del siglo XX. Lo absurdo del relato pone de manifiesto precisamente lo que tiene de ataque a la corrupción de la administración zarista: “El inspector -escribe Gógol- era gran aficionado de todas las artes y los productos manufacturados, aunque por encima de todo, prefería los billetes de banco. “Eso sí que es bueno” –solía decir-. Nada lo supera. No piden de comer; ocupan poco sitio (siempre caben en el bolsillo)”.

¿Cuál de los cinco es su cuento favorito?

Me encanta “La nariz” en lo que tiene de versión grotesca del romántico “doppelgänger”, el aterrador “alter ego” que confronta al ego con sus propios miedos y deficiencias. Estos cuentos pueden ser leídos en clave de sátira política y también como fantasía sexual pre-Freudiana. En el caso de “La nariz”, la importancia de esta excrecencia del cuerpo normalmente ignorada se revela solo como trascendental cuando el apéndice se ha perdido. Con el añadido humillante de que envía señales inequívocas sobre la dudosa virilidad del propietario del apéndice extraviado…Y también se puede leer “La nariz” como un grito de angustia ante el acto de creación: el miedo del escritor a perder su inspiración, o a fracasar en su intento de expresarse.

¿Por qué lo elige?

Me impresiona el aplomo y la falta de pasión con la que Gógol relata las desventuras de un oficial de San Petersburgo, el mayor Kovaliov, cuya nariz desaparece misteriosamente, para reaparecer en una de las calles de la ciudad bajo la forma de un Consejero de Estado, un oficial de alto rango que sume a su propietario en una sensación de humillación tragicómica.

Nikolai Gógol
Nikolai GógolArchivoArchivo

¿Qué destaca en especial de él?

Me entusiasma el relato y también la adaptación de Shostakovich para su ópera homónima, que se estrenará en el Teatro Real la temporada próxima. Gógol narra su “Nariz” con marcado desapasionamiento, mientras que Shostakovich convierte al pobre Kovaliov, que se ha quedado sin nariz, en un héroe trágico, dándole incluso una desgarradora y apasionada aria. Por un extraño capricho del destino, se ha convertido en alguien “diferente”, y el “establishment” provisto de narices lo castiga inmediatamente como un paria. En la lectura de Shostakovich parece que estamos a un paso del “Rinoceronte” de Ionesco. Y también parece que hay algo de autobiográfico: él mismo se siente una especie de Kovaliov, “outsider” forzado por la sociedad a conformarse. Estas resonancias humanas que inyecta Shostakovich a la historia no existen en Gógol, donde es un ser arrogante e imbuido de sí mismo.

¿Es Gógol un autor de referencia para usted?

Desde luego. Algunos de estos cuentos son un extraordinario ejemplo de surrealismo concebido mucho antes de que este término significara algo. Desde el punto de vista literario me parece un modelo de perfección tanto en la forma, por su organización interna, como en el estilo, porque logra que la absurdidad de lo que narra pase a un segundo plano, de manera que el placer puro de “lo literario” reivindica su hegemonía. No tiene tanta importancia lo que cuenta como la manera de contarlo.

¿A quién lo recomendaría?

A todo el mundo, quizás con la sarcástica advertencia de Gógol al final del relato, que mantiene Shostakovich: “Lo que es extraño, inexplicable, es cómo los autores pueden elegir temas como este… En primer lugar, no hay absolutamente ningún beneficio para la patria; y en segundo lugar… en segundo lugar tampoco hay ningún beneficio”.