“Elvis”: un biopic que echa fuego
El personalísimo Baz Luhrmann dirige esta cinta protagonizada por Austin Butler en la que analiza la compleja relación que unió al rey de Tupelo con su manager Tom Parker
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Aseguraba Scotty Mooore, guitarrista vinculado de manera indisoluble a los comienzos profesionales de Elvis Presley, que la respuesta del público durante los directos del cantante adquirió tales cotas de incontinencia febril que cuando comenzaba con las primeras notas de “You ain’t nothin’ but a Hound Dog”, “la gente simplemente tenía un colapso nervioso. Siempre reaccionaban de la misma manera, siempre era un escándalo”. Ídolo planetario, mitificada leyenda del rock and roll, estrella musical evangélica, patriota reconocido, portador de unas caderas electrificantes y amigo de los medicamentos recetados, la figura de Elvis sigue suscitando el suficiente interés en términos culturales y artísticos como para que su aprovechamiento cinematográfico se convierta en el objetivo de los directores y de paso, en otra de las tantas fantasías reclamada por el Fandom, para cuyos integrantes nada nunca es demasiado cuando se trata de hablar del icono estadounidense.
En esta ocasión, el último en circunscribirse al relato de la vida del rey de Tupelo, es nada menos que el personalísimo Baz Luhrmann, quien haciendo uso de su habitual pirotecnia estética y sirviéndose de las herramientas tan características del universo de extravagancia popera y barroquismo escénico sobre el que orbitan muchos de sus trabajos (“Romeo + Julieta”, la celebrada y generacional “Moulin Rouge” o la excesiva adaptación de “El gran Gatsby”), se adentra con “Elvis” en la compleja relación que mantuvo el músico con el que fuera su manager, el coronel Tom Parker.
Lejos de aquella ucronía que firmó a finales de la década de los setenta un experimental John Carpenter centrada en los últimos años de la carrera de Elvis antes de su muerte en 1977 –y gracias a la cual Kurt Russell se alzó con un Emmy como mejor actor–, la cinta de Luhrmann abarca más de veinte años de carrera y además de recalar en el análisis grandilocuente de la dinámica entre el manager y el artista, precipita una reflexión sobre el contexto social de la revolución cultural y la pérdida de la inocencia que experimentó Estados Unidos durante los 50 y 60: en el centro de ese periplo, de esa mirada tangencial hacia el fingido sueño americano, está Priscilla Presley (a quien da vida Olivia DeJonge), una de las personas que más influencia tuvieron en la vida del músico.
Espectáculo de feria
Luhrmann, que ha llevado a cabo una investigación extensa y detallada para estructurar las bases narrativas de esta película (que obtuvo doce minutos de ovación tras su proyección en Cannes), afirma que “el Coronel Tom Parker –a quien da vida Tom Hanks– nunca fue un coronel, nunca fue un Tom, nunca fue un Parker, pero aun así fue un personaje fascinante. Era un charlatán de feria dedicado a encontrar el mejor espectáculo”.
Y prosigue: “A los 19 años, Elvis Presley había vivido durante cierto tiempo en una de las pocas casas designadas para blancos en un área negra de Tupelo, Mississippi, donde, junto a un grupo de amigos del barrio, se empapó de la música tanto en los “juke joints” locales (espacios donde los afroamericanos tocaban y escuchaban blues) como en las carpas de avivamiento de la fe de cristianos pentecostales. A medida que crecía, iba fusionando estas influencias con su amor por la música country. Parker no tenía ningún oído para la música, pero le impresionó el efecto que Elvis hacía en el público joven. Como dice el Coronel en la película: “Era el espectáculo de feria más increíble que jamás había visto”».
La sombra de Parker resultó clave en ese momento para exprimir comercialmente a Elvis, enseguida se percató de que era un artista único, vio al cabo, su enorme potencial y comprendió que si él no ganaba mucho dinero con él, alguien más lo haría. Como revela cineasta australiano en la película, el dinero fue un motivo clave. Pero es muy posible que Parker también fuera la primera persona en dilucidar una forma de ganar dinero que iba más allá de lo puramente musical: el merchandising. “Ve cómo este chico, Elvis, hace ese efecto en el público, un efecto como no había visto nunca y que iba más allá de todo lo que había visto en el circuito de las ferias”, apuntaba Luhrmann al respecto.
El encargado de dotar aquí de humanidad al artífice de ese espectáculo de feria, de ese conejillo de indias de las promociones americanas, es el actor californiano Austin Butler, incipiente chico Disney reconvertido en potencial estrella hollywoodiense gracias a su interpretación en este “Elvis” recargado y enorme que subrayaba así el peso de la responsabilidad a la hora interpretarle: “Estaba siempre nervioso porque quería hacerle justicia a él y a su familia. Era difícil no sentirse como un niño pequeño vestido con el traje de papá, como si estuvieras usando esos zapatos grandes con los que apenas puedes andar”. Pero incluso ponerse de pie, ha conseguido.