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Carmen Sevilla, una “flamenca ye-yé”

Enamoró a actores, fue pionera del desnudo fino y poseía una sonrisa seductora que la llevó a actuar por todo el mundo
larazon
La Razón

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No destacó Carmen Sevilla por su voz nasal sino por su belleza y gracia sevillana. Hija del letrista Kola, Antonio García Padilla, debutó como actriz de cine con «Jalisco canta en Sevilla» (1949) y con Conchita Piquer en «Filigrana» (1949) de mocita. En realidad fue una actriz de cine que triunfó internacionalmente gracias a las coproducciones con Francia de las operetas de Luis Mariano «El sueño de Andalucía» (1951) y «Violetas imperiales» (1952) que la consagró, aunque la doblasen cantando. También Carmen Sevilla fue una niña prodigio. La contrató Estrellita Castro cuando apareció la niña con una partitura de su padre para la estrella. Tenía trece años. A los diecisiete debutó en el cine, siendo su carrera cinematográfica internacional muy superior a la de tonadillera. Su gran baza fue su belleza y una sonrisa que quitaba el sentido.
Rodó docenas de películas en las que las coplas, alegres y desenfadadas, ocupaban un lugar central en las comedias musicales. Ella fue la intérprete, tras Gina Lollobrigida y Sophia Loren, de la cuarta entrega de «Pan, amor y… Andalucía» (1958) con Vittorio de Sica dándole la réplica. Luis Mariano pretendió casarse con ella, pero hoy resulta difícil de creer. Sietemachos como Cantinflas, el torero Arruza y Jorge Negrete bebían los vientos, pero ella era Carmen, la novia de España y no la de Merimée.
Su noviazgo secreto con Augusto Algueró comenzó durante el rodaje de «La fierecilla domada» (1956). Algueró compuso la banda sonora de la película y el tema que cantaba a dúo con Alberto Closas: «¿Amor, dónde estás, amor?». Se casaron en 1961 y el repertorio de Carmen Sevilla se modernizó con «Eres diferente», «Gracias», «Cabecita loca», sin abandonar las coplas «Carmen de España» y «Tengo miedo, torero».
Carmen pasó de tonadillera jovial y simpática a «Flamenca ye-yé» gracias a los «jingles» que escribía Algueró para los spots publicitarios de Estudios Moro. Rodó una serie para Coca-Cola y el famoso anuncio de Philips, que grabó en un disco-regalo, con una paródica letra de Rafael de León: «Yo soy una flamenca ye-yé / Y en mi casa no falta de ná / Pues a Philips mandé de poner / lo mejor pa guipar y escuchá / Tengo dos televisores / que en el mundo no hay mejores…».
Tuvo la inteligencia de pasar de flamenca ye-yé a pionera del desnudo fino con «El techo de cristal» (1971), de Eloy de la Iglesia, en los inicios del destape. Le siguieron otras folclóricas como Lola Flores en la portada de «Interviú». Pese a haberse casado virgen, Carmen siempre fue una pionera adelantada a su tiempo.
Un género con prestigio
El rodaje de «El balcón de la luna» (1962) marca el principio del fin de la copla y el desprestigio de la folclórica por franquista, hija del Régimen. Nada más falso. La copla ya existía antes de Franco y gozaba tanto del favor de la izquierda como de la derecha. El prestigio y popularidad de la copla hizo que Franco se adhiriera a ella y no al revés.
El desprecio por las folclóricas nació con la politización de la canción pop bajo el influjo del folk americano, de raíz comunista, adoptado por los cantautores. En verdad, la izquierda admiraba la copla, por eso centró su aversión en las folclóricas más derechistas y en su cine folclórico, por su rechazo visceral a Franco. Montalbán reivindicó la copla como parte de la educación sentimental de su generación y Carlos Saura rescató «Rocío» en «La prima Angélica» (1974).
Con la modernización de España, las «fantasías líricas» de Rafael de León, repletas de hallazgos expresivos, metáforas modernistas y un tono aristocrático en el tratamiento del folclore andaluz tocaban a su fin, dejando un tesoro de más de cien coplas magistrales. La copla española es el género más luminoso de la cultura pop. Una legado histórico imperecedero.
Con su decadencia, Rafael de León también tuvo que adaptarse a la modernidad escribiendo letras en español para Charles Aznavour y colaborar con los maestros Juan Solano, Manuel Alejandro y Augusto Algueró, con quien escribió su famosa «Flamenca yeyé», «Enamorada» y «Te quiero, te quiero», el gran éxito de de Nino Bravo.
Rafael de León siguió escribiendo coplas para sus dos últimos descubrimientos: Rocío Jurado e Isabel Pantoja, a quien trató de lanzar al estrellato poco antes de su muerte en 1982. Carmen Sevilla nunca se avergonzó de que la tildaran de folclórica. Siempre tuvo al público mayoritariamente de su lado y volvió después de su retiro con las ovejitas de Patuel para presentar el Telecupón y gracias a los despistes y sus zapatillas afelpadas caseras volvió a triunfar con su hermosa sonrisa por bandera.

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