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Genocidas de la Historia

Gadafi: asesino y anfitrión de terroristas

Inventó una dictadura y amparó a ETA, las FARC, el IRA y Carlos el «Chacal». Era un depredador sexual

Muamar Muhamad Al Gadafi en el 12 de enero 1986, durante un arueda de prensa ofrecida en una tienda beduína a la afueras de Trípoli
Muamar Muhamad Al Gadafi en el 12 de enero 1986, durante un arueda de prensa ofrecida en una tienda beduína a la afueras de Trípolilarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

La lista de dictadores que fueron amigos de las democracias occidentales es tan larga como vergonzosa. Un nombre destacado en esa lista es el de Muamar el Gadafi. Fue un torturador, asesino, anfitrión de terroristas, como los etarras, y amigo de mandatarios occidentales que, por supuesto, conocían las actividades del padre de la «Revolución Verde». Inventó un régimen propio, como todo buen tirano, al que llamó «Yamahiriya» para la «democracia perfecta».

Gadafi lideró una revolución en 1969, teniendo como ídolos al Che Guevara y al presidente egipico Nasser. Entonces Libia tenía lo que todo Occidente quería: petróleo. Sobre este recurso montó un régimen nacionalista vagamente islámico. Primero consiguió el apoyo de Francia, y luego de la Unión Soviética. Hizo lo que fuera en el orden internacional para conservar el poder, desde enviar tropas a Uganda para ayudar al genocida Idi Amin, a visitar la sede de la Unión Europea, en Bruselas, como un mandatario responsable.

Poco importó entonces su vínculo con el terrorismo. Durante tres décadas apoyó al IRA, a las FARC y a ETA, a los palestinos de Fatah, o al conocido Carlos, «el Chacal». A cambio, Gadafi conseguía el asesinato de disidentes libios en territorio europeo. Luego participó en los atentados terroristas de Roma y Viena en 1985, en una discoteca en Berlín en 1986, y voló un avión de la Pan Am en Lockerbie (Reino Unido) asesinando a 270 personas en 1988.

Ronald Reagan, quien lo llamó «el perro rabioso de Oriente Medio», ordenó el bombardeo de Libia como represalia, pero Gadafi supo recomponerse para colocarse en el orden internacional. Lo consiguió tras el ataque a las Torres Gemelas uniéndose a la guerra contra el terrorismo. George W. Bush borró a Libia de la lista de Estados terroristas y Barack Obama, el premio Nobel de la Paz, aun conociendo sus crímenes, invitó a Gadafi a la cumbre del G-8 en 2008.

Secuestrador y violador

En septiembre de 2009 celebró en Trípoli los 40 años del golpe de Estado que le llevó al poder. El festejo duró seis días y costó 40 millones de dólares. Al tener dinero y poder se le calificó de excéntrico, pero orinar en una reunión de la Liga Árabe, viajar con amazonas «vírgenes» y camellos, o vestir como un componente de Locomía es realmente haber perdido la tornillería completa. Era un depredador sexual. Secuestraba, violaba y mataba a chicas y chicos. No hay una cifra exacta de sus víctimas sexuales. Solía tener encarceladas unas treinta personas siempre disponibles. Annick Cojean publicó en 2012 un libro titulado «Las presas. En el harem de Gadafi».

Los testimonios muestran una mente enferma. Pasaba horas viendo videos de boda para seleccionar a quien secuestrar. Lo mismo hacía cuando iba por la calle o visitaba instituciones. Nunca perdía la ocasión. Al parecer, Gadafi comunicaba su selección poniendo su mano sobre la cabeza de la víctima. Sus servicios europeos le enviaban mujeres. Obligaba a sus ministros a mantener relaciones sexuales. Esto era de sobra conocido por la población libia. Sin duda por esta razón fue sodomizado con un palo en su ejecución pública.

En 2011, en el marco de la «Primavera Árabe», hubo una revolución en Libia contra Gadafi, que los calificó de «cucarachas». Los aplastó por millares. Ordenó al ejército disparar y bombardear a los manifestantes. La negativa del ejército a atacar a su propio pueblo hizo que Gadafi contratara mercenarios africanos, que hicieron una purga sangrienta de militares y policías libios que se negaban a obedecer.

Tras ocho meses de guerra civil, con el auxilio de la OTAN a los rebeldes, Muamar el Gadafi se vio abandonado, acompañado tan solo de una docena de guardaespaldas y del jefe de su ejército, Abu Bakr Younis. Su convoy fue bombardeado a las afueras de Sirte, el último enclave gadafista. Salieron de los coches y se internaron en un bosquecillo. La milicia les pisaba los talones. Se metieron en unas cañerías y aguardaron. Pronto los rebeldes llegaron a las inmediaciones. Allí encontraron a Gadafi, al que sacaron mientras decía «¿Qué pasa? ¿Qué está sucediendo?». Lo pasearon atado al capó de un coche. Fue maltratado, torturado y finalmente recibió dos disparos, uno en el estómago y otro en la sien. En un vídeo aparece gritando a sus captores que tengan piedad y que Dios prohibía la violencia. Era el 20 de octubre de 2011. Lo curioso es que tras cuatro décadas de asesinatos y torturas de Gadafi, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos pidió una investigación sobre su muerte.