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Festival de Venecia

La apasionante nube tóxica de “Ruido de fondo” abre la Mostra

Noah Baumbach inaugura la 79ª edición del Festival de Venecia con una adaptación de la novela del escritor estadounidense Don DeLillo, sirviéndose de Adam Driver y Greta Gerwig como protagonistas

Baumbach recuesta de manera entrañable la cabeza en el hombro de Adam Driver durante la presentación de «Ruido de fondo» en la Mostra
Baumbach recuesta de manera entrañable la cabeza en el hombro de Adam Driver durante la presentación de «Ruido de fondo» en la MostraJoel C RyanJoel C Ryan/Invision/AP

“Ruido de fondo” está en todas partes. Ubicua y atómica, está también en el absurdo protocolo de un festival de cine, en el ansia consumista del cinéfilo que hace zapping entre cultura popular y elitista como quien compra en un hipermercado. Cinco horas para reservar entradas por internet, guardias de seguridad que te cierran el paso por circunstancias indeterminadas, precios disparados mientras los comensales sonríen al sacar sus tarjetas de crédito. “Ruido de fondo”, la novela y, por supuesto, la adaptación de Noah Baumbach que protagonizan Adam Driver y Greta Gerwig, es la 79ª edición de la Mostra veneciana. Resultó muy oportuno, pues, que la inaugurara bajo el paraguas de Netflix, plataforma postcapitalista que, este año, concursa con otros tres títulos más en el certamen (entre ellos, las muy esperadas “Bardo”, de González Iñárritu, y “Blonde”, de Andrew Dominik). Si la sociedad de consumo nos ayuda a vencer nuestro miedo a la muerte, tal vez un festival de cine también lo haga.

El caso es que el director artístico del certamen, Alberto Barbera, ha conseguido vencer ese miedo, tan presente en los dos últimos años, con un festival a pleno rendimiento, sin aforos reducidos ni draconianas medidas de seguridad. Casi nadie practica ya la poética de las mascarillas, y Venecia, que fue el único festival que no canceló su celebración durante la pandemia, ya se ha consolidado como la plataforma de lanzamiento de las películas que van a centrar la conversación en las nominaciones a los Oscar. Barbera se lamentaba de no haber podido convencer a la Universal para que presentara en la Mostra “The Fabelmans”, la ficción autobiográfica de Steven Spielberg que se estrenará en Toronto, pero tiene a Dominik, González Iñárritu, Baumbach, Todd Field, Luca Guadagnino, Darren Aronofsky, Paul Schrader; cinco directoras a competición; una lujosa presidenta del jurado (Julianne Moore), con Rodrigo Sorogoyen como compañero de deliberación; una españolísima presidenta de Orizzonti (Isabel Coixet); a Penélope Cruz en dos títulos, uno italiano (“L’immensità”) y otro español (“En los márgenes”); y a Catherine Deneuve, que ayer recibía el León de Oro a toda su carrera.

Greta Gerwig en la Mostra
Greta Gerwig en la MostraJoel C RyanJoel C Ryan/Invision/AP

En cuanto a “Ruido de fondo”, Noah Baumbach ha sido práctico, como lo fue Cronenberg cuando adaptó “Cosmópolis”, también a partir de una novela de Don DeLillo. Imposible mejorar los diálogos del escritor norteamericano, que caen sobre el espectador como una lluvia de eslóganes y aforismos cuya musicalidad construye por sí sola el tono mutante del relato. Baumbach los ha copiado porque se sabía necesitado de su fuerza intelectual, pero también de su feroz poética, que, en algunos casos, lamentablemente, no está a su altura de su puesta en escena.

Cinéfilo impenitente, fan acérrimo de la obra de Godard y Antonioni, DeLillo escribió “Ruido de fondo” en 1985 bajo la influencia de la narrativa esquizofrénica de la televisión y la publicidad, adaptando, desde una literatura fragmentada, deslocalizada y abstracta, la crítica al capitalismo del cine militante de Godard. No es extraño que Baumbach acabe su película con una espléndida escena musical en un supermercado (con fantástico tema de LCD Soundsystem), que puede recordar al mítico travelling de ida y vuelta en un supermercado de “Todo va bien”. Tal vez Godard -o el Cronenberg más clínico y bressoniano- habrían sabido captar mejor el marciano ensimismamiento formal de la novela de DeLillo. Baumbach, como confesaba en rueda de prensa, ha preferido fijarse en el cine de los ochenta, con el que creció, y que tanta importancia tiene en películas como “Una historia de Brooklyn” o “Greenberg”: “En cierto sentido, “Ruido de fondo” también es una historia de la cultura americana. Y las películas que vi en esa época me han hecho ser el cineasta que soy”.

Un año antes de Chernobyl

Siendo escrupulosamente fiel al texto, Baumbach se ha encontrado con el reto de adaptar una novela tentacular, que es muchas cosas a la vez: una sitcom terrorífica, una fábula distópica, una parodia sobre el mundo académico (donde Hitler y Elvis se dan de codazos para ser las estrellas del departamento de Estudios Culturales), un thriller conspiranoico, una meditación sobre la idea de felicidad entre las ruinas brillantes de un accidente de coche o un castillo de latas de tomate frito. Excepto en el tramo final, demasiado precipitado, y donde Baumbach no sabe graduar el brusco cambio tonal de la novela, hasta el punto de suavizar la ambigüedad de su narcótica utopía apocalíptica, el resultado es muy satisfactorio, sobre todo durante el magnífico episodio de la familia Gladley huyendo de una nube química que amenaza a toda una comunidad, presa del pánico. “Ruido de fondo” se publicó un año antes de Chernobyl, pero su discurso sobre los miedos contemporáneos -y ahí está el por qué Baumbach ha respetado la época en que se desarrolla la novela- anuncia con precisión los de la era Covid.

El director de “Historia de un matrimonio” ha entendido que, más allá de lo coyuntural, lo que une los múltiples registros de la obra maestra de DeLillo es algo que nos pertenece a todos: el miedo a la muerte. Esa muerte que no es otra cosa que documentos cambiando de manos. Esa muerte impar. Esa muerte que es un sonido, tal vez el de las puertas automáticas de un supermercado. Esa muerte a la que todos nos dirigimos, con paso rimado, en masa, mientras escuchamos a un sociópata o buscamos a un santo o nos tomamos una pastilla para vencerla. “Ruido de fondo” nos dice que, por mucho que inventemos la esperanza, la muerte siempre estará ahí, entre los desodorantes y el detergente para lavavajillas.