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Karra Elejalde: “El cine tiene que verse en las salas”

El actor estrena “Vasil”, ópera prima de Avelina Prat, y un debut contra la parábola del buen inmigrante
Karra Elejalde en "Vasil", de Avelina Prat
LAIA LUCH
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Es uno de los tópicos más repetidos en el cine social: la parábola del buen inmigrante. Los elementos, seguro, los conocen. Una persona llega a otro país y, por su ejemplaridad, los que están a su alrededor empiezan a ver más allá de su pasaporte. Entienden, como si fuera algo difícil de comprender, que «también» es una persona. Hemos visto miles de ejemplos, sobre todo en nuestro país. Siempre aumentando la condescendencia. Contra ese tipo de discursos, o más bien como un espejo en el que reflexionar sobre los mismos parece construirse una película como «Vasil», ópera prima de toda una veterana de nuestro cine como Avelina Prat y vehículo de lucimiento para Karra Elejalde.
Aquí, en un ejercicio de contención, el protagonista de «Ocho apellidos vascos» encarna a una especie de alter ego del padre de Prat, que acogió en la vida real a un ciudadano búlgaro en su propia casa. El migrante, ese Vasil que da título a la película, es interpretado aquí por Ivan Barnev, que entre silencios y palabras perdidas en la traducción se erige como objeto de proyección de los personajes a los que va conociendo: es el amigo que el personaje de Elejalde nunca tuvo, la cara amable que la hija a la que da vida Alexandra Jiménez nunca vio y es, claro, ese «buen inmigrante» con el que la pequeña burguesía que tiene el rostro de Susi Sánchez jamás se relacionó.
Dando la alternativa
«Creo que lo primero que hicimos fue envejecer un poco a mi personaje. La gente no está acostumbrada a verme tan serio, tan cascarrabias, y por eso era importante darle ese matiz», explica Elejalde, flamante Mejor Actor en la Seminci en un premio compartido con Barnev, subido a la cima de una terraza madrileña. Cigarro a cigarro, el actor cuenta cómo y por qué se sumó al proyecto: «Yo estaba en la primera película de Álex de la Iglesia. En las primeras de Calparsoro. De Bajo Ulloa. De Medem. De Vigalondo. De Balagueró. Me encanta estar con los nuevos realizadores, y Avelina Prat tiene el mismo potencial que muchos de ellos. Por eso quería estar, además de por una historia que, creo, toca muchos palos sin acercarse nunca a los discursos morales o a las lecciones», añade.
Elejalde, que aquí encuentra en el ajedrez un idioma común con Vasil, cree que lo atractivo del proyecto pasa por el tono: «No es un drama, pero tampoco una comedia. Es un género que no exploramos demasiado en España y que va sobre el día a día de las personas, incluso ante situaciones extraordinarias», confiesa antes de añadir: «La película, más allá de las circunstancias propias de ser búlgaro en España, va sobre lo difícil que es adaptarse a las cosas cuando uno es de fuera. De fuera de un círculo social, de fuera de una manera de hacer las cosas. No solo de fuera del país», completa.
Comprometido desde los inicios con el apoyo al cine más independiente, Elejalde deja en tablas la situación actual del audiovisual patrio, cruzada por una especie de nebulosa en la que hay más proyectos pero cada vez parecen más irrelevantes a nivel industrial: «El cine tiene que verse en el cine, en las salas de cine. Cuando apagan la luz y hay, contigo, otras 150 personas, la película va a merecer mucho más la pena. Estamos viviendo malos momentos para los exhibidores, pero son también curiosos. Una película como “Bajocero”, en la que salía yo, fue súper exitosa en Estados Unidos gracias a que se pudo ver en Netflix. ¿Eso es bueno? Claro, pero resulta complicado adivinar dónde acabará todo esto», se despide.