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“Eo”: el burro que hizo que Jerzy Skolimowski dejara de comer carne

La nueva película del director polaco, en la sombra del mítico “Al azar, Baltazar” de Bresson, es una inteligente y vanguardista metáfora sobre el racismo y la inmigración en Europa
ACONTRACORRIENTE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Sombras como la de Robert Bresson, en el cine europeo de autor, con gusto añejo y pulsión vanguardista, son difíciles de eclipsar. Por eso, cuando a Jerzy Skolimowski se le ocurrió contar la deriva de la nueva Europa a través de los ojos de un burro, el recuerdo de «Al azar, Baltasar» (1966) se alargó tanto como aquel ciprés del que escribía Miguel Delibes. En la Seminci de Valladolid, el director polaco presentó «Eo», con la que recibió la reverencia de la crítica en Cannes así como el Premio del Jurado, y habló con LA RAZÓN, siempre sincero y consciente de haber logrado una experiencia cinematográfica que va más allá de lo narrativo en el mejor de los sentidos, levantando una película que, definitivamente, tiene que ser disfrutada en una sala de cine.
«Desde que terminé la película he reducido mi consumo de carne a prácticamente cero», explica directo un Skolimowski que, en los apenas 86 minutos de metraje de su película, se las apaña para hacer un alegato nada panfletario contra el maltrato animal, las condiciones de las granjas expansivas y, en general, la falta de empatía con otros seres vivos. Pero la pulsión, claro está, siempre ha sido cinematográfica: «La película nace de mi aburrimiento formal con el cine moderno. Lo de las historias lineales modernas me aburre muchísimo, todo el rato dando información. Las películas cada vez se parecen más a las series. Y lo digo de forma despectiva. Saltarme fragmentos, de hecho, es más dinámico, joder», añade meridiano el realizador.
Una clase magistral
Sobre la relación con la película de Bresson, siempre recomendable, Skolimowski aclara: «No es un remake ni una reinterpretación. Ni siquiera volví a verla, pero, claro, incluso inconscientemente tiene que ser una especie de respuesta. Algo clavado en mí. De hecho, en 1966, “Cahiers du Cinéma” publicó que mi película “El fácil triunfo” había sido la segunda mejor del año. ¿A que no sabes cuál fue la número uno?», recuerda entre risas el director. Y sigue, sobre cómo decidió que el punto de vista del espectador fuera el asno: «Aquella cinta es una clase magistral de empatía. Principalmente, porque rompe la suspensión de incredulidad. Si vemos que tratan mal a un ser humano, sabemos que es un actor, que le están pagando y que, en algún momento, alguien gritará “¡corten!”. Eso no ocurre con los animales. Solo somos capaces de ver su padecimiento», completa sobre Marietta, Tako, Hola, Ettore, Rocco y Mela, su peculiar elenco de seis «actores» para dar vida a Eo.
Declaradamente animalista, ¿es «Eo» también una película antirracistaen su denuncia de los excesos de la derecha ultra? «Absolutamente. El burro es un inmigrante. Es normal, dentro de lo humano, sentir rechazo por lo desconocido, intentar defendernos. Pero lo que es más humano aún es reflexionar acerca de ello, abrirnos a otras culturas y a otras maneras de ver la vida abrazándolas», completa Skolimowski, que no deja de agradecer cada halago al atrevimiento formal de su película y que, en gesto de humildad, traslada a sus hasta tres directores de fotografía en el filme, uno para cada acto y extraordinaria perspectiva del portento que es «Eo».