Cataluña

Boadella vs. Rigola: Abierto en Canal

El todavía director de los Teatros del Canal se escuda en la «brutal violencia ejercida» del 1-O para presentar su dimisión a la Comunidad de Madrid. Borró sus lazos con la CUP cuando fue elegido, pero no aguanta más. Mientras, su predecesor contesta: «Espero que no termine la temporada, que se vaya ya».

Boadella y Rigola
Boadella y Rigolalarazon

El todavía director de los Teatros del Canal se escuda en la «brutal violencia ejercida» del 1-O para presentar su dimisión a la Comunidad de Madrid. Borró sus lazos con la CUP cuando fue elegido, pero no aguanta más. Mientras, su predecesor contesta: «Espero que no termine la temporada, que se vaya ya».

Le está costando a la escena madrileña encontrar un rumbo fijo en los últimos años. Si a principios de 2016 la situación se hacía insostenible al frente del Español con el veto del Ayuntamiento a la dirección de Pérez de la Fuente, con su consiguiente deriva de doce meses –hasta que Carme Portaceli presentó su primera media temporada– y los incendios paralelos de las Naves del Matadero y el Fernán Gómez, ahora es la dimisión de Àlex Rigola la que pone patas arriba los teatros de la Comunidad. Ni un año hace que el director barcelonés, junto a Natalia Álvarez Simó –con la que formaba el tándem directivo–, atendía a este periódico como toma de contacto de la nueva etapa y reconocía que «con la posibilidad de tener un proyecto a largo plazo me siento un artista protegido». Pues bien, la amplitud de miras ayer se vio truncada por la renuncia de un Rigola que lanzaba la bomba vía Facebook: «No soy ni independentista ni estaba a favor de ese referéndum. Pero igual que las detenciones del 20 de septiembre me hicieron ir a votar, la brutal violencia ejercida el pasado domingo 1 de octubre a los ciudadanos catalanes, ordenada por el mismo partido que gobierna la Comunidad de Madrid y la defensa de estos hechos, hacen que haya presentado mi dimisión como director artístico de los Teatros del Canal al Consejero de Cultura», escribía en su muro. Justificaba así una decisión tomada por «un artista que tiene que ser consecuente tanto en la vida como en los escenarios. No vale mantener un discurso en la escena y después no aplicarlo en la calle. Uno puede equivocarse, pero lo que no puede hacer, como decía Bolaño, es apartar la mirada conscientemente. Así que este es mi pequeño acto a lo bonzo».

Quiso el azar, la estrategia o la sucesión de acontecimientos que la noticia estallara el mismo día que su predecesor en el cargo, Albert Boadella, visitaba la casa. El hombre que levantó los Teatros del Canal de cero presentaba en un desayuno la vuelta de «El sermón del bufón», el espectáculo con el que lleva girando desde que lo estrenara en este mismo escenario el curso pasado. Llegó a la carrera tras unos minutos perdido entre pasillos y puertas –algo habitual hasta para alguien que ha vivido en el edificio durante ocho años, como es el caso– y avisó: «No voy a hablar de nada político, que ya estoy saturado, solo del montaje», aunque una cosa lleva a la otra y la propia trama le «obligó» a dar titulares. Hasta el momento, no se sabía nada de lo que se venía encima, por lo que en el encuentro no sonó el nombre de Rigola más que cuando Boadella dijo que «bajo la palabra moderno se han cometido las mayores sandeces de nuestro tiempo». «¿En esta casa se ha presentado una programación de ‘‘vanguardia’’?», se le replicó. Pero no quiso entrar. Terminó el encuentro y cada cual continuó con sus menesteres. Entonces no tardó Àlex Rigola en reunir a los jefes de equipo del teatro para comunicarles la noticia: «Dimito». A continuación lo hacía público en las redes sociales y «abría en canal» –jugando con el título del primer montaje programado por Álvarez Simó y Rigola– los escenarios Rojo, Verde y Negro.

«Hemos pactado conjuntamente que, para no interferir en el buen funcionamiento del teatro, la dimisión se hará efectiva antes de que termine la temporada, dejando programada la próxima –proseguía el comunicado–. Agradecer a la Comunidad la posibilidad que me ha dado y al consejero de Cultura su mano tendida y su comprensión. Te quiero Jaime de los Santos. Pocas veces uno se encuentra a un político tan interesado, con esa capacidad de trabajo y con tanta sensibilidad por la cultura como tú. (...) Natalia, no te dejo sola, este viaje está encaminado y estoy seguro que encontraréis nuevos marineros para continuarlo».

completa disposición

Palabras que el consejero de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid, De los Santos, recogía para agradecérselas, pero «sobre todo su labor de estos meses y que Àlex también se haya puesto a nuestra completa disposición para este tiempo de transición». Para continuar con una salida de la que se enteró en la noche del lunes de boca del propio Rigola: «Me dijo que teníamos que hablar y me trasladó su deseo. Una decisión que acepté y que respeto, aunque no la comparta. Lamento, desde la perspectiva artística que ha demostrado al frente del Lliure, en la Bienal de Venecia o con montajes como ‘‘El público’’, que una persona de su valía no forme parte de este equipo», zanjaba un consejero que, dice, no trató de convencer al director. Y las preguntas quedaban en el aire:

–¿Qué pasa ahora con la otra cabeza de la bicefalia?

–Natalia continúa. Es un activo valiosísimo. Una trabajadora incansable que me sorprende cada día y de una lealtad al proyecto y a la cultura enorme.

–¿Y con la programación?

–La de este año ya está dibujada y presentada (montajes de Rigola incluidos), por lo que no se toca, Y la de la 18/19 ya está esbozada.

–¿Cuándo se marcha Rigola?

–En las próximas semanas buscaremos a una persona que lo sustituya porque, de momento, solo hemos hablado de su dimisión, sin poner fechas. Ahora toca ver los calendarios para buscar el momento más oportuno.

Con Rigola fuera de juego –imposible hablar con él: «Con permiso de todos, después de esta actuación no saldré a saludar. Estoy demasiado triste. No habrá declaraciones ni cóctel a la salida», escribió y confirmaron desde la institución–, la llamada a Boadella era obligada después de una digestión del desayuno que se cortó a mitad del proceso: «Supongo que dejará el puesto enseguida y no va a seguir cobrando el sueldo durante el resto de la temporada –habla el dramaturgo–. Sería lo coherente. Si hace esto nada que decir, si no... Cada uno tendrá sus razones y intereses, que a veces van juntos y otras no. Aquí, supongo, que tendrá sus intereses. Es extraño que estuviera en este cargo desde hace tiempo y de golpe cambie. Espero que no termine la temporada en el cargo. Si yo hubiera tenido que dimitir por cualquier cosa, evidentemente, a final de mes hubiera acabado la nómina, que es como se hacen las cosas. A lo mejor le han ofrecido alguna cosa en Cataluña. Es una inversión. Cada uno invierte donde le apetece», exponía Boadella de su primera impresión. Evitaba mojarse porque si no «no se habla de arte, que es mi oficio», pero la actualidad le obligó a posicionarse.

Y la carta de despedida continuaba: «Soy un artista que ha trabajado como director y programador en equipamientos públicos con una gran variedad de colores políticos. Nunca he pensado que aceptar un cargo en un teatro o un festival implique la pertenencia política al partido que gobierna y, aunque parezca increíble, así me lo han demostrado todas las personas con las que he tenido que tratar en estos últimos veinte años», publicaba Àlex Rigola. Unas palabras que sorprendieron en parte de sus cercanos que comentaban la rectificación del director con el anuncio de su llegada, en 2016, a Canal. Momento en el que borró todas sus comunicaciones con la CUP de Manresa, de Terrasa, de Sabadell, de Barcelona... en Twitter y Facebook. Partido con el que ahora vuelve a alinearse con su decisión de ayer. Encajan ahora las palabras de un Boadella que dijo: «En Cataluña todo está teñido de una cierta impostura. No hay nada limpio».