Adiós al «hombre inmortal» de la Tate
Hace tiempo que fue apodado como «el hombre inmortal de la galería». Fue en 1988 cuando Nicholas Serota se puso al frente del grupo Tate. Robert Mugabe acababa de convertirse en presidente de Zimbagüe, Margaret Thatcher estaba en sus años de máximo apogeo y Estados Unidos todavía vivía en la época de Reagan. En Reino Unido ha sobrevivido a cinco inquilinos de Downing Street y lo que comenzó como una galería en Millbank –la actual Tate Britain– se ha convertido bajo su batuta en un imperio de cuatro reinos con «conquistas» también en Liverpool y St. Ives (Cornualles). Sí, Serota era inmortal. Pero recién cumplidos los 70 años, ayer confirmó los rumores: tras 28 en el cargo deja su puesto como director de las galerías británicas Tate para convertirse en presidente del Consejo de las Artes de Inglaterra, una institución pública que patrocina el arte y la cultura. En un comunicado, el que fuera nombrado en 2014 por la prestigiosa revista «Art Review» como «el hombre más poderoso en el mundo del arte» describió su paso por el grupo Tate como un «reto apasionante» que le ha permitido participar en el «cambio de la apreciación» del público ante las artes visuales en el Reino Unido.
Una posición fuerte
Por su parte, el presidente de Tate, John Browne, declaró que ha sido un «honor» contar con él. «Bajo su dirección, Tate se ha convertido en una organización cultural por excelencia nacional e internacional y una de las más visitadas en el mundo», añadió. Asimismo, apuntó que Serota «deja la Tate en una posición fuerte» y dijo que le desea «lo mejor» en su nuevo puesto, que «será para el beneficio de todas las artes».
Serota asumirá formalmente el nuevo cargo en febrero, aunque continuará como director del grupo Tate varios meses más. El prestigioso grupo de galerías anunció que «el proceso de búsqueda de un nuevo director comenzará inmediatamente».
Su sucesor tendrá muy difícil no vivir a su sombra. La Tate Modern –la galería emblema del grupo– es hoy la segunda mayor atracción de Londres y el museo de arte moderno más visitado del mundo. Cada año, una media de 5 millones de personas pasan por su sala de turbinas, de manera gratuita. Sin embargo, hace 20 años, el municipio londinense de Southwark no era precisamente el más popular y los británicos tampoco sentían especial devoción por este tipo de arte. Todo lo contrario.
Fue Serota el artífice de la gran transformación, una transformación que ha llegado a su culmen este verano, cuando la Tate Modern abrió sus puertas tras una remodelación que ha costado 260 millones de libras (327 millones de euros). La antigua central eléctrica a orillas del Támesis cuenta ahora con un 60 % más de espacio tras una obra mastodóntica encargada al estudio suizo de arquitectos de Jacques Herzog y Pierre de Meuron. La prensa ya lo ha bautizado como «el nuevo edificio cultural más importante en el Reino Unido desde la apertura de la Biblioteca Británica en 1998». Durante la inauguración, Serota insistió en que no se trataba de una extensión, sino de una galería «completamente nueva». No en vano, con The Tanks, se ha convertido en el primer museo del mundo con un espacio dedicado sólo a «performance».
La inauguración fue todo un éxito. Con todo, el reputado crítico de arte Waldemar Januszczak cuestionó hasta qué punto podía ser beneficiosa la «inmortalidad» del gran genio. «Ciertamente, su éxito en la construcción de este imperio es un testimonio de algunas habilidades y métodos notables. Pero cuando la visión de un hombre ha sido amplificada de manera tan exitosa y duradera como la de Serota, ¿puede ser realmente una situación saludable?», planteaba en «The Sunday Times».
Serota siempre ha gozado de grandes habilidades políticas, herencia, sin duda, de su madre Beatrice, ministra de Sanidad con el Gobierno de Harold Wilson convertida luego en Baronesa. Todos los primeros ministros han comido de su mano, incluso el que fuera responsable del Tesoro George Osborne, durante el Gobierno de David Cameron, desmantelado ahora tras el Brexit. De otra manera no se entiende cómo el ex Chancellor aceptó una extensión cuando el país acababa de salir de la recesión. Aunque la contribución pública ha sido sólo de 58 millones de libras.
Sin embargo, tal y como destaca Januszczak, «la apertura de nuevos museos no es, igual que salvaguardar el alma del arte moderno». «Las habilidades que se necesitan para mantenerse a la cabeza de una institución creativa durante 30 años no son las mismas habilidades necesarias para garantizar la creatividad continua de dicha institución», matizaba. Quizá Serota entendió el mensaje y pensó que tras la larga aventura había llegado el momento de pasar página y el testigo.