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Alberto San Juan: «Ser Franco fue placentero, aunque suene perverso»

Dirige e interpreta junto a Willy Toledo la polémica «El rey», donde revisa la figura de Don Juan Carlos y ofrece su controvertida visión de la memoria histórica.

Alberto San Juan interpreta a Franco en «El rey», que se estrena el 5 de diciembre
Alberto San Juan interpreta a Franco en «El rey», que se estrena el 5 de diciembrelarazon

Dirige e interpreta junto a Willy Toledo la polémica «El rey», donde revisa la figura de Don Juan Carlos y ofrece su controvertida visión de la memoria histórica.

Dentro de la librería «8 y 1/2» hace un frío mortal. La puerta está abierta mientras Willy Toledo y Alberto San Juan hacen una entrevista tras otra. El día se ha atascado por la visita del mandatario chino y ha puesto el tráfico de Madrid contra las cuerdas. Los dos actores, controvertidos, dados a ofrecer polémicos titulares, pareja de hecho en el recordado «No a la guerra de los Goya», hablan de su nueva película, «El rey», que se estrena el 5 de diciembre y que también dirige Valentín Álvarez.

Con la obra teatral del mismo nombre han estado dos años de gira. San Juan dice que llevarlo al cine nace «de un deseo y de la posibilidad de hablar de una buena historia que podíamos controlar con los medios de los que disponíamos. El texto lo teníamos estudiado y rodábamos en un único espacio», explica. Si a eso añades que «desde 2011 se produce un cambio de ciclo histórico y político y era nuestra manera de participar en el debate público, nuestra reflexión», habla el actor. ¿Con agitación incluida? «Es nuestra humilde aportación al debate. No se trata de agitar, aunque si lo hace, perfecto». Y es que el dúo, carne de Animalario, es también carne de polémica siempre. La pregunta ahora va para Toledo: ¿Era necesario llevar el teatro a la pantalla? Prueben a escucharla sin ver la imagen. Toledo contesta: «Simplemente nos apetecía rodarla. Es también una cuestión de difusión. Lo audiovisual se ve mucho más. Se puede también compartir en redes toda la información recabada desde hace años para desmontar la historia absolutamente falsa que se nos ha contado, la oficial, de que el Rey paró el golpe de Estado y trajo la democracia. Y eso es mentira». ¿Está hablando de censura en España hoy? «El silencio es política de Estado en este país», dice un Toledo que va cogiendo carrerilla y que después de muchos meses, de años, se sienta enfrente de un periodista para hablar de trabajo y no de denuncias, blasfemias o «me cagos». ¿Como ha cambiado España en los últimos cuarenta años? «Antes los medios silenciaban lo que no les interesaba. Hoy todos tenemos un móvil en la mano, un medio de comunicación dispuesto para poder cuestionar las mentiras, las burdas mentiras oficiales», remata.

Vivir una pesadilla

Toledo es más vehemente que su colega, aunque se le nota cansado. Se controla. San Juan sonríe y se tapa bien con el jersey. El rey de esta película parece vivir una pesadilla de hora y media en la que repasa su vida. De Don Juan a Felipe González, pasando por Adolfo Suárez, Puig Antich o Martín Villa desfilan por este metraje donde se zumba a un Monarca que ríe, llora, siente pavor, pide perdón a su padre, habla de mujeres, conspira y calla: «No le debió resultar fácil renunciar porque se le considerase inadecuado. Es más, debe ser duro eso de que pongan la Monarquía en cuestión», asegura San Juan. ¿Se ha tratado al Rey con respeto? «Con mucho respeto, más de lo que lo ha hecho el sistema», responde, y añade que únicamente se podía interpretar al personaje desde lo humano. . Luis Bermejo, el tipo destemplado al que este año le toca la lotería de Navidad, es Don Juan Carlos.

Los dos actores se alternan pieles y voces de figuras históricas. Al Caudillo lo interpreta San Juan: «Ser Franco fue placentero, aunque parezca perverso. Todo somos capaces de todo y, según las circunstancias, podemos convertirnos en asesinos. Esto no es más que un juego, el de desarrollar el instinto criminal. Raparme el pelo, ponerme las gafas y afinar la voz hicieron el resto, si no, no había Dios que viera a Franco en mí». Y la conversación va derivando hacia un presente donde se ha vuelto a instalar un pasado, hacia el panorama crispado que respiramos. Todos. ¿Dónde enterraría a Franco? «Partamos de la base de que no es un ciudadano cualquiera. Hay que dárselo a su familia para que lo entierren donde consideren. Lo que no puede haber aún es un monumento que le honre a él y a su obra». ¿Es La Almudena el lugar? «No, porque seguiría tenido un valor simbólico», contesta.

Y surgen la memoria histórica, y la controvertida visión que tiene el intérprete, tantas veces escuchada, de huesos sin dueño, muertos tan vivos: «Yo no habría empezado por Franco, sino por los desaparecidos de las fosas comunes. El PSOE lo ha denunciado, pero no veo que haya tomado medidas. Es necesario hacer un mapa de ellas, calcular estadísticas, devolver los restos a las familias para que puedan cumplir con el duelo. Hasta que no tengamos un relato claro no acabaremos con ello», dice contundente. Habla de 100.000 muertos y le pedimos enterrar –de una vez ya– los cadáveres. A todos. La idea de que no siempre se puede hablar de un solo bando. Y responde: «Todos, sí. Los de Paracuellos, también», responde. ¿De dónde sale esa cifra, que también se menciona en la película? Es tan fría como redonda. «Necesitamos recuperar los restos y que haya entierros dignos», repite. ¿Veremos a este paso usted y yo, de la misma generación, esa herida restañada? «Soy optimista».