Alcatraz: sesenta años del cierre de la prisión más segura
Una rocambolesca fuga en 1962 puso en cuestión su modelo y un año después se procedió a su clausura. El destino de los fugitivos continúa siendo un misterio a día de hoy
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Alcatraz, la más famosa prisión del mundo por la mitología que la rodea debido al cine y a la literatura, cerró sus puertas el 23 de marzo de 1963. Los últimos presidiarios salieron de ella hace sesenta años por orden del Fiscal General de los EE.UU. Robert Kennedy, que decidió su cierre a causa del mal estado de las instalaciones y de su coste, de 10 dólares diarios por recluso y día, tres veces más que cualquiera otra de las cárceles federales.
En su informe final, la Agencia Federal de Prisiones hacía constar: “cumplió con un importante propósito considerando la tensión que sufrían las más grandes y viejas instituciones en Atlanta, Leavenworth y McNeil, y nos permitió utilizar una institución más pequeña (387 reclusos a plena ocupación) cuidadosamente asegurada contra artistas de la fuga, mafiosos de la época dorada y seguro refugio de presidiarios amenazados por otros grupos”.
Alcatraz no ha sido engullido por el olvido: el siniestro islote de la bahía de San Francisco sigue siendo centro prioritario de atención para quienes llegan a la ciudad, registrándose millón y medio de visitas anuales. Los turistas desembarcan en el puerto de Alcatraz y, siguiendo a sus guías, recorren los dos kilómetros cuadrados de la isla y los edificios penitenciarios más emblemáticos: celdas, oficina del alcaide, cocina, comedor, biblioteca, enfermería, patio de recreo, residencia de los guardias… y viven la ambientación sonora de la vida carcelaria, el relato de anécdotas de presidiarios y guardias y mil historias de la miserable vida del penal. “A este muelle –dice el guía en cuando se desembarca en el pequeño puerto- llegaban los condenados con un único pensamiento: ‘tengo que fugarme de aquí’. Aspiración imposible. En los 29 años de Alcatraz, 36 lo probaron –con dos reincidentes- en 14 intentos de fuga; 25 de ellos fueron descubiertos, reducidos y penalizados con una estancia en el ‘agujero’, cinco diminutos cubículos del bloque D donde el castigado vivía aislado; seis fueron abatidos por los disparos de los guardias cuando persistieron en su intento de fuga y 5 desaparecieron en el mar…
- Pero, si desaparecieron ¿cómo sabe que no alcanzaron la libertad? –interrumpe uno de los turistas.
- Porque dos de los que lo intentaron se arrojaron al mar en un día de fuerte marejada y nunca más se supo. El FBI está seguro de que fueron arrastrados por la poderosa corriente y, suponiendo que fueran buenos nadadores, poco a poco serían debilitados por la hipotermia causada por la frialdad del agua (unos 10º).
- Ha dicho que dos… ¿y el resto? ¿Qué fue de los otros tres?
- ¡Amigo mío, acaba usted de internarse en la epopeya de Alcatraz! El mito recreado por la literatura y el cine.”
En diciembre de 1961, cuando llevaba funcionando casi 27 años y era famosa su invulnerable seguridad, llegaron a Alcatraz varios delincuentes que ya se habían conocido con anterioridad en los penales de Florida y Georgia: Frank Morris (Washington DC, 1926), un súper inteligente (Cl.133) ladrón y atracador, de 36 años; los hermanos John y Clarence Anglin, georgianos (1930 Y 1931, respectivamente) y atracadores reincidentes desde su pubertad; y Allen C. West, un neoyorkino, ladrón de poco monta, especialista en robo de automóviles y de huidas de la policía, recluido en Alcatraz por su experiencia en fugas de varias penitenciarias.
El grupo fue instalado en celdas contiguas y pronto estaría dirigido por el más veterano e inteligente de los cuatro: Frank Morris. Según West, que no logró (¿?) fugarse, Morris fue el cerebro de la fuga y el resto colaboró con él. Morris advirtió que sus celdas daban a un pasillo de servicio en desuso y que las celdas tenían paredes débiles a las que la humedad había convertido en mantequilla. Para acceder al pasillo ampliaron el agujero existente bajo los lavabos, tras las rejillas de ventilación, utilizando cuanto pudieron reunir. Con materiales sustraídos de los talleres (cartones pintados del mismo color que las pareces y masillas) ocultaron los agujeros.
"Cosieron las lonas y soldaron las costuras con las tuberías para hacer salvavidas"
Solucionada la forma de salir de las celdas abordaron el problema de cómo abandonar la isla y superar los cuatro kilómetros que les separaban de la Isla de los Ángeles, lo más adecuado para la fuga. Durante meses reunieron todo tipo de tejidos impermeables y los almacenaron en una planta vacía existente sobre las celdas; allí cosieron las lonas y soldaron las costuras con el calor de las tuberías de calefacción hasta construir varios salvavidas y una balsa de dos por cuatro metros. Para encubrir sus ausencias nocturnas modelaban con ropa su figura bajo las mantas y fabricaron cabezas de maniquíes a base de una pasta elaborada con jabón, dentífrico, papel higiénico y el yeso conseguido al ensanchar los conductos de ventilación.
El 11 de junio, tras el cierre de luces y toque de silencio, los fugitivos salieron al pasillo, alcanzaron el almacén de sus utensilios y treparon por un canal de ventilación rematado por un gran ventilador. Hubiera sido un obstáculo insalvable, pero sabían como cortar la corriente y habían eliminado los remaches, logrando salir al exterior. Pero sólo eran tres: West no se presentó y no le esperaron. Cargados con el material descendieron 15 metros por una chimenea de la cocina y superaron por un punto ciego dos cierres de alambre de espino de 3,5 metros de altura mediante los guantes que habían elaborado y los tejidos que tendieron sobre las púas. Ya en la costa hincharon la balsa con el fuelle de una concertina robada a otro recluso y desaparecieron.
La ausencia de West es un misterio. Se ignora si se había realizado alguna reparación en su celda y estrechado el conducto de huida o si, amedrentado, optó por quedarse en su cama y, para no quedar como un gallina, hizo correr entre los reclusos que careció de tiempo para ensanchar el agujero. Colaboró con las autoridades y no sufrió represalias… En libertad años después volvió a delinquir y preso murió en 1978 a causa de una peritonitis.
La fuga se detectó al pasar lista el día 12 de junio. El FBI desplegó inútilmente todos sus medios para hallar a los fugados, pero sólo aparecieron restos de la su huida: un remo, impermeables, salvavidas, parte de la balsa... La búsqueda languideció y fueron descartándose hipótesis e informaciones de avistamientos en Estados Unidos e Hispanoamérica… En 1979, el FBI cerró el expediente y se lo pasó al Servicio Federal de Alguaciles, que lo mantendrá vigente hasta que, al menos, hayan transcurrido cien años desde el nacimiento de los fugados, tiempo aún no transcurrido.
Según la versión policial, la balsa fue destruida por las corrientes y ellos, paralizados por la hipotermia, se ahogaron. Una teoría interesada porque mantenía la invulnerabilidad del presidio. Sin embargo, científicos que estudiaron horarios y mareas de esa noche aseguran que pudieron sobrevivir si partieron entre 8 y 10 de la noche; si más tarde, consideran improbable su supervivencia. Hoy se celebran pruebas de natación que recorren en invierno y verano la distancia entre Alcatraz la Isla de los Ángeles, mostrando la viabilidad de la fuga.
LA ÚLTIMA HIPÓTESIS
Entre los libros mejor documentados sobre Alcatraz se halla el de J. Campbell Bruce “Escape from Alcatraz” (Fuga de Alcatraz), de 1963. Mucho más conocida es la película “Fuga de Alcatraz”, estrenada en 1979, dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood. La fuga, además, ha sido tema recurrente en los medios de comunicación durante seis décadas. La prestigiosa History Channel difundió en “Search for the Truth” 2015) que los fugados rodearon la isla en su balsa, alcanzaron el puerto, consiguieron un cable eléctrico (se notificó su desaparición) y lo ataron al timón del ferry que esa noche partió hacia San Francisco remolcándolos. Allí borraron sus huellas, abandonaron a la corriente cuanto tenían, robaron un Chevrolet azul (fue denunciado) y se esfumaron.
Ese reportaje mostró una foto hecha en Brasil, en la que aparecen los hermanos Anglin, según juzgaron varios especialistas. Mencionó, también, una carta de John Anglin dirigida a la policía en 2018 (analizadas letra y firma no hubo conclusiones definitivas). Según la carta, Frank Morris había fallecido en 2008 (82 años) y su hermano Clarence en 2011 (80 años). A cambio de entregarse pedía tratamiento médico para un cáncer… El contacto se interrumpió. Hoy John Anglin contaría con 93 años. Con el tiempo han proliferado las leyendas, como la que asegura que los Anglin, caracterizados, asistieron unos minutos en los funerales de sus padres sin que nadie lo advirtiera… La fuga culmina en un misterio, el mejor fertilizante para toda leyenda.