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"Alegría station": parar, contemplar y reír

Teatro Español y el Teatro Azul de Colombia unen fuerzas en un canto a la gente sencilla
Una imagen del montaje de «Alegría station»
Una imagen del montaje de «Alegría station»Vanessa Rabade
La Razón

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En 2017, a punto de expirar su periplo al frente del Festival de Teatro Clásico de Almagro, Natalia Menéndez se reunía en esa localidad manchega con Ximena Escobar y Leonardo Echeverri para preparar un proyecto juntos. La directora solo tenía clara una cosa: "en un mundo “violento, irritado y angustiado”, quería hablar sobre la alegría y su poder transformador, un tema “poco tratado en el teatro”". Con esa premisa, Menéndez se fue hasta la ciudad colombiana de Armenia, donde se ubica el Teatro Azul que dirigen Escobar y Echeverri, y los tres empezaron a trabajar en una suerte de obra de teatro-documento que reflejara la alegría de las gentes en esa zona de América tan depauperada.
“Allí hay muchas personas que, aun pasándolo fatal, son capaces de buscar la alegría… y de encontrarla”, asegura Menéndez. A partir de ahí, fueron surgiendo muchos personajes, y el equipo decidió contar con una dramaturga que pudiera darles cohesión y trenzar una historia con ellos. Fue así como Elena María Sánchez entró en juego para rematar, después de hacer muchos talleres sobre el asunto con toda la compañía, el argumento de "Alegría Station".
En la función, una arquitecta recibe el encargo de construir un espacio capaz de generar alegría. Tras realizar un exhaustivo acopio de información, comprueba que el conocimiento teórico no es suficiente para conocer las diferentes facetas de la alegría, su origen y sus efectos. Así que decide, con la ayuda de varios colaboradores, poner en marcha un experimento para observar de manera minuciosa cómo opera la alegría en la vida de la gente. Escobar y Echeverri interpretan a todos esos personajes que van apareciendo en el experimento, más de una veintena y de muy diverso estrato social, económico y cultural. “Diría que una de las características principales del espectáculo es la sencillez -dice Echeverri-, y esa sencillez se advierte en la mirada sabia de un campesino, un ciclista, una mujer de la limpieza…; personas, en definitiva, que están conectadas a la vida de una manera muy hermosa, sin la ‘cárcel’ del intelecto, por decirlo así, que a veces nos aleja de ella”.
Y añade el intérprete que trabajar y mostrar esa sencillez es precisamente, desde el punto de vista teatral, “muy arriesgado”. Como también puede ser arriesgado contar con la participación del público y tratar de animarlo a buscar esa anhelada alegría, tal y como propone este espectáculo. “Hemos trabajado con esa idea de ‘participación’ de una manera muy respetuosa y muy fresca –aclara Menéndez-; no hay nada pretencioso en ello”. Y añade la directora que esa sencillez a la que alude Echeverri está en el resultado y en el propio proceso, porque “la alegría es así, sencilla”: “Siento que este espectáculo tiene humor, poesía y va a crear un cierto efecto catártico. Ofrece la oportunidad de reflexionar acerca de una sociedad menos enferma; por tanto, menos consumista. Quienes participen lo van pasar bien. Porque la alegría se puede contagiar; es como un músculo que se entrena día a día. La alegría es una actitud para ser y estar, y con ella mejora la calidad de vida”.

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