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Alfonso Ussía: «El discurso de Podemos es la antigua miseria revestida de cursilería»

Sigue trazando la vida del marqués de Sotoancho y no tiene vistas de cansarse de él. Le ayuda a desconectar cuando está preocupado. Así, su última angustia trajo «La berrea».

Alfonso Ussía
Alfonso Ussíalarazon

Sigue trazando la vida del marqués de Sotoancho y no tiene vistas de cansarse de él. Le ayuda a desconectar cuando está preocupado. Así, su última angustia trajo «La berrea».

Vuelve el marqués de Sotoancho. Más mayor, más liberado, y cada vez con más personalidad. Poco queda de aquel panoli agazapado a la sombra de su madre. Pero también regresa más asustado tras algún que otro achaque. Lo hace en «La berrea» (Ediciones B), un título que, con la retranca de su autor, no sólo hace alusión a un comportamiento animal, sino que también se extenderá a los humanos. Algo natural, imparable, como se demuestra en sus páginas. Hace tiempo que Alfonso Ussía le soltó la correa a un marqués que corretea sin límites. Ni siquiera el carácter de Cela pudo frenarlo, y a día de hoy su autor no tiene ningún interés de hacerlo. Esta vez, delante se le pondrán unas elecciones que colocan en la alcaldía al Pichitas, de la rama oportuna de Podemos, quien en un alarde de actualidad tomará medidas para cambiar los nombres de las calles. Y es que la saga sigue mirando a la gente para ampliar fronteras: el revés electoral al bipartidismo, la compra de votos... Una crónica periodística novelada para leer la actualidad de otra manera. Mucho más divertida, de eso no hay duda. Porque si hay algo que no ha perdido su personaje es el humor.

–¿Cómo se va adaptando el marqués de Sotoancho a los nuevos tiempos?

–Es mucho más moderno y adaptable a las circunstancias de lo que parece. Incluso tiene relaciones con el alcalde de Podemos y, bueno, está evolucionando poco a poco, sin prisa, hacia un estado de casi serenidad.

–¿Qué le falta para superar ese casi?

–Enamorarse profundamente.

–¿Y lo que ha vivido hasta ahora?

–Eran amores más llevados por la pasión.

–Del vicio...

–Sí.

–Acompaña el título.

–Es que es un hombre que no se puede equiparar a los demás por su temor reverencial a aquella madre y la influencia que llegó a tener sobre él. No conoció a una mujer hasta los 60 años. Entonces, explosionó todo lo que llevaba dentro durante mucho tiempo sin que lo supiera. Está llegando a una calma quizá obligada por el infarto, que ha tenido precisamente por la presión. Por eso lo que busca es el sosiego.

–¿Está mayor?

–Sí, sí. En todos los sentidos, pero también ha desarrollado la pasión y la inteligencia. Cuando empieza, Sotoancho es un panoli y ahora es un hombre que al final siempre consigue lo que quiere.

–¿Qué marqués se ve en «La berrea»?

–Van a ver un marqués muy variable, con toda la fuerza del mundo en plena berrea, pero también bastante disminuido, aunque se recupera, después de tener un aviso que es brutal. El hombre cuando tiene un primer episodio físico como un infarto se da cuenta de que es vulnerable, porque todos nos creemos lo contrario hasta que pasa. Así, está en unos momentos de tristeza y depresión, como todos, pero al final acaba venciendo el romántico.

–¿Quién contamina más al otro, Ussía al marqués o al revés?

–Me encantaría empaparme más del personaje y tener esa maravilla de finca, pero se contagia más él de mí.

–¿Debe tener miedo a los nuevos tiempos políticos?

–No, como ejemplo, el libro, que liquida al alcalde con una facilidad pasmosa. Sotoancho sabe manejar muy bien el dinero. Tiene muchísimo, aunque lo utiliza en su beneficio y en el de los suyos porque es profundamente generoso.

–En «La berrea» se ve el toque a los grandes partidos en las urnas, el cambio de nombres de calles, los chantajes... Sigue siendo una crónica del día a día de la sociedad española brutal.

–Sí. Normalmente siempre escribo las novelas del marqués en momentos de preocupación personal, porque me calma y me abstrae de todo. En su día, Cela, que era muy lector de Sotoancho, me explicó que yo medio estructuraba el libro, pero que al final escribía lo que el marqués me dictaba. Vamos, que me iba por las ramas. Y me decía que cuando un personaje se iba de las manos había que «pegarle una hostia –literalmente– para que vuelva al redil». Le contesté que estaba equivocado, si está tan vivo como para dominar al escritor hay que dejarle que siga viviendo para ser perfectamente creíble.

–Es como pegar a un hijo...

–Claro, pero, sobre todo, si el personaje te puede, es que está vivo.

–¿Y a qué le daba vueltas en la cabeza en ese momento?

–La verdad es que soy una persona permanentemente preocupada por todo, quizá lo haga demasiado. Las cosas se ven, a veces, con más luz y otras con más sombra. No era algo concreto. Soy un poco cíclico, estoy arriba y abajo.

–Pues a mantenerse arriba.

–(Risas) Sí, mejor.

–¿Son Pablo Iglesias y Errejón de bogavante y cigalas?

–No lo sé, pero ya ha habido ejemplos claros, sobre todo en Andalucía, de mariscadas a costa del erario público, y en este caso es una pagada por el marqués de Sotoancho con un objetivo: comprar a los dos concejales socialistas.

–¿Y a Ussía se le anima una buena mariscada?

–No especialmente. Me encanta, pero soy bastante más sencillo en ese sentido. Como para vivir y no vivo para comer.

–Y no sería con un político al lado...

–No, no hay nada que me aburra más. También me cansa mucho el ambiente de los escritores, hubo una época que trataba más con ellos. Cada vez me hago más solitario, voy cerrando mi círculo. Estoy deseando que me «despresenten» a mucha gente.

–No preguntaré nombres...

–(Risas) No, no, no, por favor.

–¿Y una persona a meter en ese círculo?

–Garbiñe Muguruza.

–No está mal...

–(Risas).

–No empecemos con la berrea...

–Mejor (risas).

–Trae disgustos al final, se ve en el libro.

–Muchos.

–En ocasiones ha hablado de los ideales, que «ya no existen», dice usted.

–Es relativo, porque el único que existe en la sociedad, a día de hoy, es el dinero.

–Hay grupos que gritan que los tienen bien presentes, como el del alcalde de «La berrea».

–Ahí también el dinero es el fundamental. Como esas mamandurrias de los cuñados, los primos, los novios... En eso ha acertado, por una vez, la alcaldesa de Madrid, que ha dicho que es contradictorio que Podemos se considere heredero del 15 de mayo, porque eso era la gente contra los partidos políticos y ellos se han convertido en eso.

–Dicen que tienen un discurso nuevo...

–Hombre, se trata de la antigua miseria revestida de cursilería.

–¿Y tras la unión?

–Es lo mismo porque tan cursi es Pablo Iglesias como Garzón, aunque sea más recortado, tipo Anguita, y el primero es un cursi del 15M.

–Garzón es un «cursi» que gusta a la gente, según las encuestas, que no los resultados.

–Pero eso siempre ha sido una tontería.