Literatura

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Alice Munro, un Nobel de cuento

La perfección de sus relatos le ha valido el sobrenombre de la «Chéjov canadiense». El galardón recae, por primera vez, en una mujer canadiense y reconoce la labor de una autora, la 13ª que obtiene este premio, que ha dedicado su trayectoria literaria a escribir cuentos

A pesar de figurar en todas las quinielas, Munro jamás creyó que ganaría el Nobel
A pesar de figurar en todas las quinielas, Munro jamás creyó que ganaría el Nobellarazon

Alice Munro ha entendido siempre las tormentas afectivas que existen en un mundo en calma. Proviene de una sociedad subordinada al orden y a las obligaciones domésticas, donde las mujeres solían abandonar los estudios para casarse y tener hijos. Una sociedad, aparentemente sosegada, sin demasiadas inquietudes emocionales, que ella conculcó desde la insurrección callada de la literatura. Si uno se pone dickensiano, diría que nació en 1931, que creció en Wingham (Canadá) y hasta que acudió a la universidad de Ontario. Pero quizá el lector comprenda mejor el alcance de su narrativa, de la que se sale de una manera diferente a cómo se ha entrado, a través de ella misma, de las frases que tapizan sus relatos y en donde se deslizan sutilmente historias enteras, como: «Yo sabía que "se ha ido"significaba "ha muerto"». O, también: «La supervivencia, no sólo le había preservado; le había transformado». O, quizá: «Cuando un hombre sale de una habitación deja todo detrás; cuando lo hace una mujer se lleva con ella todo lo ocurrido en esa habitación». O, a lo mejor: «En el fondo de nuestras peleas, se escondía lo que considerábamos las verdades más desagradables».

Unanimidad

La concesión del Premio Nobel de Literatura jamás había concitado tanta unanimidad. Antonio Muñoz Molina, al conocer la decisión del jurado de la Academia sueca, reconoció ayer: «En un cuento de Alice Munro caben novelas completas. Es muy raro que haya tanta justicia como se ha hecho hoy».Y Javier Marías, que ya había subrayado la importancia de Munro entregándola el segundo premio del Reino de Redonda, aseguró: «Ha alcanzado en su obra, de una manera muy sobria, grandes cotas de hondura y de emotividad. Sus cuentos son emocionantes. Si algún autor vivo se merecía el Nobel por encima de cualquier otro era ella. Es una escritora excepcional». Silvia Querini, que durante nueve años luchó para traerla a Lumen, el sello que publica los libros de esta autora en España, no tuvo dudas al afirmar: «Para mí, la escritura, lo que cuenta, la manera en que lo cuenta es su tarjeta de visita. Para mí lo más importante es su capacidad para mostrar con las 26 letras del alfabeto la perplejidad ante el mundo. Es alguien que hace preguntas a su lector, que te ayuda a ver cosas de ti mismo que no sabías. Eso es espléndido porque cuenta con la inteligencia de los lectores».

Entre los rasgos más remarcables de este Nobel 2013 está que ha recaído en una autora que se ha dedicado a publicar cuentos. Pero, para Querini, esto no es un misterio: «Es lo mismo que si se lo hubieran dado a Borges. Lo que han hecho esta mañana es entregarle este reconocimiento a una creadora que tiene un universo propio y que despliega toda su imaginación a través del cuento».

¿Y Alice Munro qué dijo al enterarse del Nobel? Mientras la noticia recorría el mundo, ella permanecía ajena a este galardón y al revuelo que había producido entre sus admiradores. Hay que saber, a lo mejor, que no tiene e-mail y que se relaciona con sus agentes y editores por carta. Después de intentarlo durante horas, los miembros de la Academia sueca decidieron dejarle un mensaje en el contestador. Ella, la 13ª mujer en recibir este premio y el primer escritor que lo obtiene en su país, se enteraba de su reconocimiento a través de una grabación (y después de que su hija la localizara para decírselo). «Sabía que estaba entre los nombres de esta lista, pero jamás se me ocurrió que pudiera ganarlo», reconoció poco después. En unas declaraciones a la televisión púbica de Canada, se dejó llevar por la emoción: «¿Puede ser posible? ¿Realmente? Es atroz». Igual de sorprendida que Doris Lossing cuando ganó este galardón, Munro, que ha alcanzado ya los 84 años, dijo: «Es maravilloso. No tenía ni idea. Estoy aturdida». Y, con un rasgo de humildad, declaró: «Ahora se pensará más en los escritores canadienses en su conjunto. Ayudará a impulsar la literatura que se hace en mi país».

Las heroínas de Munro emergen del paisaje vital de la escritora. Sus tramas beben de ese ambiente que ella ha conocido desde pequeña. Creció bajo la influencia de una madre aquejada de dolencias y de un padre férreo. No pertenecía a una familia con una economía holgada, pero acometió, con la voluntad de los que se niegan a acatar las reglas impuestas, la vocación de la literatura, primero desde las asignaturas de la carrera de Periodismo y luego, desde las de filología. Recibió la influencia clara que traen las lecturas desordenadas, de los libros devorados por impulso. Sobre todo, los escritos por mujeres, que dejaron una importante impronta en ella. Al rebasar los veinte años quedó embarazada y las imperativos familiares la obligaron a reducir su vocación a los ratos libres. Ella escribía cuando sus hijos dormían la siesta. Un intervalo en el que fueron naciendo esas narraciones que han conquistado a lectores en todo el planeta casi de puntillas, de una manera algo silenciosa.

Los motivos de un jurado

La Academia sueca, que reconoció ayer que tardó varias horas en ponerse en contacto con Munro, explicó en su fallo el motivo de su concesión a esta autora. Los miembros de este jurado destacaron «el armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico». De hecho, la escritora ha destacado siempre por la perfección que caracteriza la construcción de sus relatos. Por algo es conocida como la «gran maestra del relato corto» de los últimos años.