Ángela Vallvey: «La pornografía acaba con la infancia»
La protagonista adolescente de su nueva novela, «Tarta de almendras con amor», deberá luchar contra todo para seguir hacia delante
La protagonista adolescente de su nueva novela, «Tarta de almendras con amor», deberá luchar contra todo para seguir hacia delante
Los 17 años de Fiona no van a ser fáciles. A la falta de amor propio, el acoso escolar, los problemas de sobrepeso y la ausencia de su madre deberá sumar la angustiosa situación de que los servicios sociales no descubran que es ella, y nadie más, la que tiene que cuidar de su padre, absorbido por una enfermedad rara. Son las mil y una desdichas que la protagonista de «Tarta de almendras con amor» (Suma de Letras) deberá sobrellevar como buenamente pueda. Para echarle una mano Ángela Vallvey recurrirá a los platos que mejor conoce para hacer de la cocina el vehículo de escape de esta adolescente.
–Título dulce, historia amarga.
–Sí, como un caramelo envenenado. Los buenos relatos saben bien, pero tienen que hacerte pensar en cosas importantes.
–Deja a Fiona sin infancia.
–Hoy en día hay dos clases de adolescentes: los ultraprotegidos e infantilizados y a los que la vida les ha puesto unas condiciones más duras y tienen que madurar antes de tiempo. Aquí la protagonista es una chica que no tiene a nadie, lo que le hace estar más perdida de lo normal.
–Le toca todo a la pobre...
–Sí, porque su historia tiene que contar una serie de cosas importantes, aunque no es tan exagerado comparado con personas reales.
–Ya se sabe: la realidad supera la ficción.
–Sí.
–¿Cómo es su padre? Un «ser lírico», dice usted, abandonado por la industria farmacéutica.
–Su enfermedad –inventada– es un reflejo de la gente que no cuenta para esa industria ni para la Sanidad. Su singularidad les hace estar fuera del radar del mundo. Es una metáfora contada de forma poética.
–Tanto que sólo recuerda citas de amor.
–Un personaje estrafalario, como la mayoría de los de la novela. Son lo que llamaríamos frikis, pero con un punto tierno.
–¿Frikis?
–Por su rareza. Vivimos en un mundo en el que se denomina así a la gente sólo por tener algo especial; cuando me parece que son ellos los que tienen un valor añadido que no hay en lo común.
–Y lo normal hoy es...
–Nadie si aplicamos el estándar.
–¿Es esa gente «rara» la más pura?
–Desde luego el no estar contaminados les hace más auténticos.
–Continuando con las desdichas de Fiona, el bullying también le toca cerca...
–Cuando un adolescente, como Fiona, tiene sobrepeso atrae las iras y el desprecio de la manada enfurecida. Un desprecio generalizado porque no se tolera la diferencia.
–Burlas que ella misma tiene interiorizadas inconscientemente. Se compara con un «rinoceronte y un poste de teléfonos».
–Trata de pasar desapercibida y eso se termina convirtiendo en una intranquilidad continua.
–No es para menos con ese «menú para huérfanas» que cita a base de bofetones y empujones. Y a coste cero para el agresor.
–Además todo eso genera una cadena de violencia que no termina en la escuela, sino que se convierte en una lacra para toda la vida.
–Aun así, ve en Lylla, su azote, a una chica «perfecta»...
–Ve en su acosadora todo lo que a ella le falta: es popular, destaca, está delgada, parece guapa... Aunque luego te acercas y ves que no es así. Los ideales no existen ni física ni intelectualmente.
–Algo que se da mucho en las redes sociales, muy presentes en el libro.
–Sí. Las fotos no son reales, están embellecidas por filtros. Convierten las relaciones en una mentira. Las redes son las culpables de que el acoso se sufra ahora 24 horas al día. Antes se encontraba refugio en casa, pero ahora la novedad es que se sufre la presión allá donde se vaya.
–La protagonista encuentra su escapatoria en la cocina.
–Es el gran instrumento de redención. Uno de los problemas que tienen las personas que engordan es que no saben relacionarse con la comida y eso te lleva a alimentarte mal. El mundo de hoy nos está alejando de los fogones y el calor del hogar, cuando ya en las cavernas se formaban los núcleos afectivos alrededor del fuego.
–«Alimenta más la compañía que la comida», le aconseja su tía Mirna a Fiona.
–Por supuesto. El amor de un ser querido sienta mejor que un festín y, encima, no engorda.
–Habla de alejamiento de los fogones, pero la cocina es tendencia a día de hoy.
–Porque es un problema que le inquieta a la gente. El interés nace de la preocupación más allá del espectáculo que se muestra en la televisión. Nunca ha habido tanta abundancia de comida, pero también es verdad que nunca ha sido tan mala.
–¿Prefabricada?
–Eso es.
–Y como ingrediente indispensable nos vende el amor.
–Es el sazonador de la comida y de la vida. Hay que hacer como cuando se guisa: sacar el plato más rico que se pueda con los ingredientes que se tienen a mano. Se puede aplicar al día a día.
–Abrir la nevera y apañarse...
–Sí, aunque no se consiga hacer lo mejor del mundo.
–¿Puede empalagar tanto amor?
–No creo, porque hay muchos ingredientes agridulces dentro de la novela. No hay demasiado azúcar, y si existe se contrarresta con pimienta y sal.
–Bueno, en la portada sí.
–(Risas) Ahí sí. Pero dentro he intentado un equilibrio.
–Y Fiona ve lejos el amor, ¿no?
–Es una historia de amor idílico, platónico, sin sexo. Me siento abrumada con tanta «carne» y creo que en esta novela no cabía. Está el sentimiento y ahí es una chica que empieza a descubrirlo más allá de su familia. No es una persona pasada de vueltas.
–¿Estamos revolucionados de más?
–Hay una hipersexualización que están provocando perturbaciones sociales. La influencia del porno en internet y la facilidad que muchos jóvenes tienen de llegar a él me parece contraproducente para una sociedad sana.
–¿Cómo se combate?
–Creo que la educación es fundamental, pero en internet la regulación es muy difícil.
–En cualquier web con decir que eres mayor de 18 basta.
–¿Qué le vas a decir?
–Ya llegado a ese punto...
–Efectivamente. A los jóvenes hay que enseñarles a vivir la infancia porque es su equipaje para cuando sean adultos. Y la pornografía acaba con ella. Una vez que se produce la iniciación en el sexo, eso termina para siempre.