ARCO, entre la excelencia y el sopor
Esta edición ha traído pocas polémicas y ha sorprendido en algunos momentos por la calidad de algunas obras
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La sensación es de una cierta esquizofrenia: si se comienza el recorrido por el pabellón 9, el análisis sobre la marcha que realiza el visitante a Arco 2023 es que la calidad de los expositores ha mejorado con respecto a la de los últimos años. Pero, cuando de seguido se pasa al pabellón 7, la cruda realidad es que -salvo muy honrosas excepciones- nos encontramos en un nuevo día de la marmota, en el que el sentimiento de “déjà vu” triunfa en la forma de una repetición “ad nauseam” de las más anodinas formas de la pintura. Y, en medio de esta indeseada polarización, en la que uno no sabe si inclinarse hacia el extremo del optimismo o hacia el de la resignación, la conclusión que se extrae de la presente edición de Arco es que la excepciones son de mucha mayor calidad que las de los años precedentes, mientras que la generalidad continúa la misma tónica mortecina. Ni siquiera los habituales artistas polémicos resultan ya tan polémicos. Lo político se ha vuelto o bien tan correcto o bien tan sutil que ha perdido cualquier capacidad disruptiva. Y, en lo que supone la consolidación de una tendencia ya insinuada en las últimas ediciones, las principales aportaciones de la feria vienen dadas por artistas establecidos y con una trayectoria contrastada más que por valores emergentes. Teresa Margolles (Galería Mor Charpentier), Ana Mendieta (NoguerasBlanchard), Regina José Galindo (Prometeo Gallery) o Ángela de la Cruz (Tomas Schulte) constituyen conspicuos ejemplos de autores consolidados que elevan el nivel de la feria. Vivimos tiempos de zozobra en los que la mayoría opta por las apuestas seguras. Y Arco 2023 ha buscado el confort del brasero y la mesa camilla -con tapete bordado en muchos casos-.
Una gran parte de las obras seleccionadas por los expositores declina hasta la saciedad fórmulas que representan el conservadurismo rampante del actual mercado del arte: deconstrucciones del modernismo; infatigables neoexpresionismos que se escinden, por un lado, hacia una vía descaradamente decorativa y, por otro, hacia una “aseada suciedad” que incluso resulta más molesta -por impostada y poco verosímil”-; un biomorfismo que se ha apoderado de pinturas, esculturas e instalaciones y que se encuentra a medio camino entre el propio lenguaje de las artes visuales y el diseño de interiores; y una estridente, psicodélica y chillona exaltación de la felicidad preapocalíptica -la euforia característica de las vísperas de lo peor- que se esfuerza por colorear la catástrofe. Quizás, y en este sentido, una obra que podría perfectamente sintetizar el espíritu general de la vigente edición de Arco es la instalación “Rivière
Bleue”, de Jean-Michel Othoniel, en la galería Perrotin: un suelo de adoquines de un azul brillante y chillón, sobre el que se elevan formas biomórficas, conforma un micropaisaje saturado, naif y deslumbrante que ilustra a la perfección este gusto por los neones y el brillo que salpica toda la feria. Incluso la galería David Zwirner -uno de los regresos más esperados de la presente edición- ha sorprendido por su discreta presencia, capitaneada por un Juan Muñoz de calidad aunque no especialmente singular, y unas pinturas del colombiano Óscar Murillo que, desde luego, no se encuentran entre lo mejor de su última producción.
Pero, como se ha mencionado, las excepciones a la regla que se descubren en el recorrido por los pabellones 7 y 9 son muy buenas, y sirven de contrapeso por ellas mismas a la mortecina generalidad. El proyecto que Diana Larrea ha realizado para la Galería Espacio Mínimo, y en el que expone pedagógicamente obras de la historia del arte atribuidas a hombres y realizadas en verdad por mujeres, es de tal envergadura y lucidez que justifica él solo toda esta edición de Arco. Del mismo, la video-instalación-performance de los colombianos María Teresa Hincapié y José Alejandro Restrepo que presenta Rolf Art bien merece romper el consumo rápido de arte que impone la feria y saborear una de las piezas más potentes que han visitado Arco durante las últimas ediciones. Hay que buscar mucho para que el tamiz de la mirada localice el oro entre tanta piedra. Pero -insistimos- lo bueno que hay en Arco 2023 lo es tanto que eleva notablemente el nivel de la feria.