Armando Seijo, pintura al calor de la noche londinense
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Armando Seijo abandonó su Sevilla natal hace 17 años para instalarse en Londres, a donde llegó con una curiosidad inagotable y el mismo afán que tenía desde pequeño por pintar. Actualmente su obra se expone en algunas de las mejores galerías británicas y es dueño de premios como los otorgados por la Royal Society of Portrait Painters, Focus Abengoa o el galardón Alfonso XII.
Cuando Seijo llegó a Londres se instaló en un vecindario que a la postre acabaría dejando una huella indeleble en su trayectoria como artista. El sitio en cuestión es un edificio situado en el este de la capital -en otro tiempo fue fábrica de caramelos- en el que residen unos 120 artistas en régimen de alquiler. "El lugar donde vivo es un continuo hormigueo de gente creativa y cambiante. Y esto es precisamente lo que más me aporta", explica Seijo en una entrevista con LA RAZÓN. "Londres es una gran ciudad a nivel cultural pero no creo que tenga tanta influencia sobre mi trabajo como el lugar en el que vivo".
Debajo del bloque de viviendas existe un club de música en directo llamado Jamboree, donde Armando acude con asiduidad para pintar mientras las guitarras, la batería o los saxos suenan por los altavoces. Seijo decidió hace tiempo que pintar en sociedad -mientras pasan cosas y personas a su alrededor-, podía ser una buena fuente de inspiración para su trabajo. "Voy a la sala por la noche sin saber qué va a sonar ni lo que va a salir en el cuadro, no tengo un plan preconcebido. Me gusta jugar con la improvisación, captar lo que está sucediendo en un momento determinado en ese espacio. No me importa la música que suene de fondo, grupos indies, música celta o jazz, sino captar la atmósfera o la gente que veo".
El ambiente en el que pinta contrasta con la imagen establecida del pintor aislado en su estudio, algo que, por cierto, también hace Seijo. "Cuando estoy en la sala de conciertos pinto a menudo en penumbra, casi a oscuras, rodeado de gente. Por la mañana, cuando estoy en el estudio y miro lo que he hecho descubro los accidentes que dejó la noche".
Seijo comenzó su andadura en Sevilla, bajo el influjo del academicismo y con Velázquez y la escuela realista de fondo. Su marcha a Londres hizo que su pintura tomara una deriva expresionista y colorista, imprimiendo a sus cuadros una pincelada más inmediata. Sin embargo, defiende a capa y espada la diversidad: "Un pintor no tiene por qué estar encajado en una corriente determinada. De hecho, de vez en cuando vuelvo a la pintura realista y de observación".
Esta concepción de la creación pictórica le lleva a retocar cuadros que pintó en otras épocas: "No se trata de corregir errores del pasado sino de rescatar y echar encima lo que yo soy en este momento. Hasta que no sale un cuadro del estudio, considero que sigue perteneciéndome y por tanto tengo todo el derecho a intervenir en lo que hice tiempo atrás. Es como una especie de juego que ha surgido de forma natural".
Seijo concibe la pintura como "una pasión constante". "Me imagino que el trabajo de pintor tiene mucho que ver con el de la escritura. Un escritor siempre está pensando en la trama de la novela, en los personajes. En la pintura sucede algo similar, siempre estás dándole vueltas al cuadro."
El artista expondrá a partir de febrero en una galería madrileña llamada Ministerio de Asuntos Importantes, en la calle General Castaños 5, un espacio dedicado a las artes que se inauguró hace menos de un mes con una exposición colectiva sobre la muerte, en la que el propio Seijo presentó "Don Baltasar de Morra, Altamira", una versión del célebre bufón pintado por Velázquez.