Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

La demolición de la cultura

Vivimos una involución incitada por los excesos de lo políticamente correcto y el antiimperialismo
GRAF591. LONDRES, 06/11/2023.- Dos ecologistas del grupo "Just Stop Oil" rompen el cristal que cubre la pintura "La Venus del espejo", pintada por Diego Velázquez en el siglo XVII, que se muestra en la National Gallery de Londres. Los manifestantes, que han sido detenidos, utilizaron martillos de seguridad para romper el cristal. EFE/JUST STOP OIL/SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)
Un grupo de activistas atacó a martillazos la icónica Venus de VelázquezJUST STOP OILEFE
La Razón
  • Ilia Galán Díez

    Ilia Galán Díez

Madrid Creada:

Última actualización:

Nos vamos acostumbrando al triste fenómeno que hace peligrar lo mejor de nuestros museos y patrimonio. El reciente ataque a martillazos en la National Gallery de Londres al único desnudo de Velázquez, pintado en 1650: la «Venus del espejo», así como otros atentados con pintura arrojada a diferentes cuadros en diferentes partes del mundo para reivindicar derechos, son síntomas de un cambio de los tiempos. Ahora reclamaban al gobierno conservador británico que no retrase sus compromisos para luchar contra el cambio climático, concediendo licencias de explotación de hidrocarburos en el Mar del Norte. ¿Por qué un óleo de un pintor español y no de un británico? ¿Es acaso el prestigio del sello Velázquez o tal vez para reclamar en nombre de cierto feminismo la eliminación de desnudos de mujer?
Si cada vez que se reclama algo o se protesta por ideas políticas o sociales han de destruir nuestro patrimonio, nos vamos a sumergir en una era en que la demolición, como en el periodo nazi o estalinista, será protagonista.
Si pasadas revoluciones y dictaduras como las propiciadas por la hoz y el martillo causaron enormes daños y destrucciones de monumentos, iglesias, palacios, estatuas, libros o lienzos, hoy vivimos una involución cultural promovida por los excesos de lo que se entiende por lo políticamente correcto, el antiimperialismo y el feminismo o la persecución del racismo... El resultado es una tendencia al menosprecio de lo mejor que ha dado nuestra civilización y a atacarlo porque son emblemas que resuenan y convierten a los neovándalos y sus denuncias en noticia.
Ecologistas tiñen de negro la Fontana di Trevi de Roma
Ecologistas tiñen de negro la Fontana di Trevi de RomaEUROPAPRESS
Milenios y enorme esfuerzo de multitud de individuos produjeron fecundas instituciones en Occidente que han propiciado un desarrollo cultural masivo sin precedentes: museos, academias, escuelas, universidades... Todo esto ha atraído, junto al patrimonio arquitectónico, al turismo. Con ello se engendró una gran industria cultural en torno a las artes y las letras que, en general, ha beneficiado a casi todos. La cultura y el pensamiento crítico forman parte de los mejores antídotos contra el fanatismo y por ello hay obras o autores que se han convertido en marcas o símbolos, a modo de banderas que sirven para encontrarse con sentimientos e ideas, como ocurre con Frida Kahlo o con el Guernica de Picasso... Cada país quiere promocionarse a través de sus grandes figuras musicales, literarias, filosóficas, científicas y artísticas, pues el prestigio conduce luego a buenas relaciones y suculentos negocios. De ahí que no sea extraño contemplar cómo la embajada de Polonia apoya la puesta en escena de uno de sus más eminentes compositores en el Teatro Real, según vimos con Halka, de Moniuszko, al igual que las embajadas nórdicas apoyaron la traducción y edición de sus novelistas, los mismos que luego tanto han triunfado en países como el nuestro, recuperando la inversión, con suculentas ganancias económicas o de prestigio nacional.
El Instituto Alemán de Cultura cambió su nombre por el del escritor germánico más célebre, ahora Goethe Institut, pues así se entendió que adquiría una estimación añadida y se eliminaban reticencias ante políticas tristes que siguen manchando la historia teutónica. El nombre de ese escritor abrió nuevas puertas a la cultura en alemán y por tanto a Alemania, a Austria o Suiza en un entorno de colaboración y comprensión por medio de las artes y las letras. España quiso emprender un sendero similar e hizo muy bien en dotarlo con el nombre del autor de Don Quijote, el libro más editado en el mundo, después de la Biblia, y el más apreciado literariamente.
Por eso llama tanto la atención esta desidia de nuestros gobernantes ante la restauración de grandes joyas del pasado, que dejan caer, como se ve en el románico, o en muchos palacios y castillos que se desmoronan junto a telarañas tejidas por administraciones excesivamente burocráticas. El derrumbe del nivel educativo, la pérdida de nuestra juventud en laberintos de Internet, entre redes que propician lo más abyecto, no ayudan a mantener la cultura o el patrimonio. Antes los revolucionarios querían estar preparados y educar al pueblo, buscaban aprender en cantidad y calidad, de modo que lo cultural adquiría un gran prestigio. Ahora es el mundo de la fama, pues ofrece una vida fácil y da dinero, el que parece que más les atrapa. Estos son los ideales que nuestra blanda sociedad transmite. Los programas televisivos han dejado de emitir debates culturales, sustituidos por parlanchines, murmuradores que propician la calumnia y viven de desgarrar al prójimo por su vida íntima. Los documentales serios y científicos se quedan relegados a grupos minoritarios.
Se diría que hay una gran contracción cultural en Occidente, mientras el mundo Oriental se expande con fuerza. Los reyes de España inauguraron la exposición de Picasso en el Museo Reina Sofía de Madrid, con la presidenta de la Comunidad de Madrid y el pasado ministro de Cultura, quien ni siquiera logró licenciarse en la Universidad: llamativa fue la conjunción entre el prestigio y la necedad. ¿Cambiará?
  • ILIA GALÁN DÍEZ es profesor de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Carlos III de Madrid.

Archivado en: