Nueva York

Finlandia, fría con el Guggenheim

El país invitado a la próxima edición de Arco tiene al arte en el centro del debate público ante el nuevo intento de la franquicia de abrir allí un museo en un proyecto millonario. Costaría más de 130 millones y atraería a 550.000 turistas

Una imagen de la reconocible fachada del Museo Guggenheim de Bilbao
Una imagen de la reconocible fachada del Museo Guggenheim de Bilbaolarazon

Bilbao sale constantemente en las conversaciones de la gente interesada en el arte. La ciudad vasca y su experiencia con el museo Guggenheim es lo máximo a lo que pueden aspirar los educados y amables habitantes de Helsinki cuando comentan el segundo intento de la franquicia por abrir un centro en el puerto, allí donde atracan enormes ferrys de turistas suecos y rusos, donde hay tráfico hacia las repúblicas bálticas y hoy se extiende un almacén y un aparcamiento en superficie. En los diarios locales se han hecho eco de la segunda propuesta, esta vez aprobada en primera instancia por la corporación municipal después de que los promotores rebajasen sus pretensiones notablemente. ¿Argumentos a favor? El turismo, en primer lugar. ¿En contra? Los irreductibles finlandeses son críticos con el inmenso gasto público y la «colonización» cultural.

Para poner las cosas en contexto, los finlandeses se han pasado gran parte de la historia bajo dominio extranjero: como parte del imperio sueco y, después, del soviético. Su carácter, perseverante y riguroso, también está moldeado por el efecto de las invasiones, que han fomentado un espíritu nacional fuerte y al mismo tiempo la conciencia de ser un país «bisagra» entre Oriente y Occidente. También en su sistema educativo, uno de los mejores (en el segundo puesto del mundo en 2012), según certifica el informe PISA, y del que se beneficia una nutrida comunidad de jóvenes artistas, que crean desde un «punto de vista finlandés». Sin embargo, noticias como la venta del orgullo tecnológico nacional, Nokia, y declaraciones de miembros del Gobierno, que advierten de que el país podría tener que recortar 1.000 millones de euros, han encendido algunas alarmas.

Así que la propuesta del Guggenheim llega en un momento delicado. Se encuentra ahora pendiente de la convocatoria de un concurso internacional de arquitectos (con un coste de 2 millones de euros). A estos costes habría que añadir el pago anual de la franquicia por usar el nombre Guggenheim (un millón al año) y, sobre todo, la construcción del edificio, que podría rondar los 130-140 millones. La estimación es que 550.000 turistas más irían cada año a la capital, y que dejarían 3 millones anuales de beneficios. «¿El Guggenheim? ¡Por supuesto! Sería muy beneficioso para todos, para toda la ciudad. Y creo que con la rebaja de pretensiones la propuesta es interesante y está ajustada a sus beneficios», dice Kaj Forsblom, uno de los mayores coleccionistas de arte del país y dueño de una galería que visita Arco frecuentemente. En una vivienda que utiliza sólo como lugar de exposición privado y en la que el mobiliario es de Alvar Aalto y la decoración de Anish Kapoor y Damien Hirst, este galerista ve en el proyecto «sólo efectos positivos. Es energía nueva en el sistema».

De opinión un poco diferente es Pilvi Valhama, directora del Museo EMMA, el segundo más importante de Helsinki: «Si todo fuera dinero privado, no habría problema. No soy de la opinión de que sus exposiciones iban a perjudicar a nuestros creadores. Pero si van a gastar tantos millones de los finlandeses, ¿quién necesita a quién? Otra pregunta posible es qué podríamos hacer por el arte finlandés gastando ese dinero», asegura.

Becas para miles de artistas

El sistema artístico está asentado en un fuerte apoyo público a los creadores (Frame, una institución semipública, entrega 400.000 euros anuales), que financian sus propias exposiciones y sus galerías autogestionadas. De la Academia de Bellas Artes y del resto de instituciones se licencian en torno a 1.500 artistas al año, que pueden aspirar a ayudas casi durante 15 años. Tan particular y autóctono es el modelo de creación artística que en todo el país no hay suficientes galerías comerciales de categoría para la selección de participantes en Arco. Levi Haapala es el comisario encargado de la lista final y admite que el sistema de becas es muy bueno y la preocupación es que el Guggenheim suponga un drástico recorte de partidas para el arte. «Ha costado hacer entender a la gente de Arco nuestra tradición, la importancia de las asociaciones de artistas, pero así se han formado muchos de primera con este sistema, que no se basa tanto en lo comercial», asegura. Y al respecto a la influencia de un hipotético Guggenheim en la ciudad, apunta que «el enfoque es mejor porque el diseño y la arquitectura –temas centrales del museo– pertenecen a la tradición finlandesa, pero no dejarían de verse exposiciones en serie. Cada año se nos corta el presupuesto. ¿De dónde va a salir el dinero?», se pregunta Haapala, que pertenece a la dirección de Kiasma, el museo más importante de la ciudad. Hoy Kiasma atrae a 150.000 visitantes al año y en su momento el rechazo al edificio, obra, para más inri, de un norteamericano, fue unánime. Hoy, en cambio, es uno de los estandartes de Helsinki. Por eso, en privado, personas cercanas al arte se preguntan si «no pesará demasiado en la conciencia de los finlandeses su luteranismo». Ése es, sin duda, otro elemento que juega en contra del Guggenheim. «Un finlandés huye del lujo y la ostentación. Es minimalista en todos los aspectos de su vida», aseguran. En cambio, las cifras y el proyecto, además de su ubicación en el balcón al mar de la ciudad, marean al ciudadano.

El «efecto Bilbao»

Annika Rauhala es una creadora visual finlandesa y miembro del colectivo independiente Checkpoint Helsinki. «Los artistas tenemos una beca o ninguna, pero en cualquier caso es casi nada. No entendemos de dónde van a salir ahora esos 200 millones que dicen que costará todo. No vemos exportable el modelo de Bilbao», dice con un divertido acento cubano. La insistencia de Guggenheim con la capital del norte es, cuanto menos, llamativa, e incluso han contratado a una agencia de comunicación para «vender» mejor lo que el anterior alcalde no supo hacer. La franquicia, que tiene sus centros principales en Nueva York y Bilbao, también posee uno en Venecia (más modesto) y proyecta otro en Abu Dhabi, aunque tuvo que cerrar el de Berlín, que resultó un descalabro. Muchas ciudades han aprendido que el «efecto Bilbao» probablemente no vuelva a tener lugar en otro país y otro tiempo. En ese asunto la última palabra la tiene la complejidad del alma finlandesa.

Un museo que se expande

El Guggenheim de Bilbao crecerá. El artífice será el padre de la criatura, Frank Ghery, dentro del Plan estratégico 2013-2014 del museo, cuyo objetivo es «dar cabida a nuevas iniciativas pedagógicas, incrementar el número de clientes de la tienda del museo y ampliar la oferta gastronómica». Además, desde ayer, las instituciones vascas (el Gobierno de Vitoria y la Diputación de Vizcaya son los dueños a partes iguales del centro artístico) negocian en Nueva York con la Fundación Guggenheim la prórroga del convenio que dio luz verde al centro que se levanta en la ría de Bilbao, una renovación que es necesario tratar, ya que el convenio expira en 2014. Ayer, las instituciones vascas mostraron su «voluntad de dar continuidad al acuerdo». Desde 1997, el impacto econónimo que ha generado el Guggenheim es de 3.173 millones de euros, 37 veces su coste de producción (84 millones), y en 2012 tuvo un nivel de autofinanciación del 70 por ciento.

Preservar la identidad

No es de extrañar las reticencias de los artistas finlandeses con respecto a la «colonización» cultural cuando uno se acerca a su obra. La mayor parte de creadores (la mayoría de ellos, mujeres) tiene el asunto de la identidad en el eje. Tanto individual como colectiva (la soledad en las sociedades, la emigración, el mestizaje...). De eso trata la obra de su artista más conocida, la fotógrafa Elina Brotherus (que irá a Arco con la galería AMA), o la de Heta Kuchka, que expone en la galería Heino, aunque su apuesta para la feria de Madrid será otra. Anti Lantinen presentará una exposición con material vegetal que recogió de una superficie de 10 x10 metros del bosque de Finlandia.