Julio López Hernández, esculpir al carboncillo
El escultor, que confiesa que se ha sentido “olvidado” en los últimos años, expone 90 dibujos y 30 bronces en la Academia de Bellas Artes de San Fernando
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El escultor, que confiesa que se ha sentido “olvidado” en los últimos años, expone 90 dibujos y 30 bronces en la Academia de Bellas Artes de San Fernando
Ya se lo decía a su hija: "Tienes que dibujar más; dibujar a todas horas, dibujarlo todo". Palabra de escultor. De Julio López Hernández, referente de la figuración de la segunda mitad del siglo XX. Tras duros años de opacidad -la crisis, las modas artísticas...-, su obra resurge con fuerza en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Y lo hace desde una perspectiva inédita: el dibujo. Hasta 90 bocetos dialogan con cerca de 30 esculturas para trazar, como refleja el título de la exposición, "El camino inverso", el que va desde el bronce final hasta el germen de una idea trazada al carboncillo.
Así, lápiz en mano, inició López Hernández su andadura artística en una prueba de ingreso en la misma Academia que luego le permitiría entrar como numerario y que hoy expone su obra rompiendo, como él mismo señala, una tradición: "Hasta ahora se mantenía una cierta idea de señorío del siglo XIX de que los académicos no expusieran aquí". En el fondo, el escultor siempre ha ido contracorriente y eso, precisamente, por su fidelidad a la figuración. En los años del franquismo, militó junto a su esposa, Esperanza Parada, Antonio López, Amalia Bulnes, Isabel Quintanilla y Francisco López, entre otros, en aquello que se llamó el "realismo madrileño"o "realismo mágico".
Por entonces, fuera de nuestro país, triunfaba la abstracción y hasta de puertas para adentro, el trabajo de los Millares, Saura, Chirino, se veía con mayor interés por cuanto tenían de apertura vanguardista hacia las corrientes extranjeras. Luego, en los últimos años, el prejuicio contra el realismo se exacerbó: "Yo creo que ha sido empequeñecido en su estimación -confiesa Julio López Hernández-. La abstracción, al no tener referente directo, permite más fantasía, por lo que, ante su exhuberancia, la figuración se quedó en un segundo plano".
A este desequilibrio frente a la otra escuela predominante se sumó, en lo personal, un último y aciago lustro. Lo explica Marcela López Parada, hija del escultor y comisaria de la muestra: "Han sido años muy duros para él. Se unió la falta de mi madre -Esperanza Parada, presente en numerosos dibujos y esculturas, falleció en 2011- con un vacío importante en la atención general a su obra; además, con la crisis, era complicado conseguir apoyos. Así que se ha sentido olvidado".
Ahora, el "rescate"de Julio López llega a lo grande: a esta exposición en la Academia con el apoyo de la Fundación Santander, se suma la presencia de más de media docena de sus obras en la gran exposición "Realistas de Madrid"que prepara el Thyssen para el próximo mes de febrero. Allí, la obra de López se encontrará con la de su esposa, su hermano Francisco López, su cuñada Isabel Quintanilla, y los lienzos de Antonio López, que no es familia directa a pesar del apellido, "pero como si lo fuera", señala Marcela, debido a la gran amistad que los unió a todos. "El arte era todavía gremial y se relacionaban todos entre ellos", señala la hija del escultor, para quien, según confesaba ayer, lo apasionante siempre ha sido "manipular la materia". Eso sí, junto al trabajo final escultórico, valora "la búsqueda de la forma, el hallazgo del misterio desde el carboncillo, mimado hacia dentro para que el dibujo se haga forma".
El lápiz es casi una herramienta intelectual. López concibe dibujando. Luego llega la escultura. Y después, como le ha sucedido en los últimos años, la recreación de la misma a través de la palabra. Falto de caudal de trabajo y falto de Esperanza Parada, se dedicó a escribir sobre las sensaciones y retos que tuvo que afrontar en la composición de sus grandes piezas. "He rehecho las obras a medida que las comentaba", confiesa. Tienen casi 86 años y sigue en activo, muy activo, de hecho.