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ARCO: el síndrome del comprador compulsivo

Arte, especulación y ludopatía van en ocasiones de la mano. Los expertos recomiendan comprar «con cabeza y criterio» en el arranque oficial de ARCO 2016.

Los Reyes, acompañados por el director de ARCO, Carlos Urroz, durante la inauguración de la 35 edición de la Feria
Los Reyes, acompañados por el director de ARCO, Carlos Urroz, durante la inauguración de la 35 edición de la Ferialarazon

Arte, especulación y ludopatía van en ocasiones de la mano. Los expertos recomiendan comprar «con cabeza y criterio» en el arranque oficial de ARCO 2016.

Apenas los Reyes dan por inaugurado ARCO 2016, los pasillos de los pabellones 7 y 9 del recinto ferial de Ifema comienzan a bullir de compradores, curiosos, amantes de lo bello, expertos u oportunistas. Todos están llamados a la gran fiesta del arte contemporáneo de nuestro país y, a menudo, es complicado distinguir al simple «dilettante» que se da un baño de óleo, collage y técnica mixta en medio del famoseo artístico (o general: ayer estaban por allí Carmen Lomana, Genoveva Casanova, Pedro Almodóvar o los Thyssen), y el paciente, abnegado, inteligente comprador agazapado que, dicen los que entienden, sostiene esta cosa tan- en-el-alambre que es ARCO. En medio de toda esta fauna, tengan por seguro, se encuentra sin ser siempre advertido, un especímen bien conocido en este tipo de ferias internacionales y en el mercado general del arte: el comprador compulsivo.

w «Una forma de religión»

«El coleccionismo puede tener un punto de ludopatía», asegura Cristina Salama Falabella, historiadora del arte y gerente de Tasarte, empresa dedicada al inventario, catalogación, asesoría y tasación de obras de arte. «El arte es una forma de religión y se puede dar la figura del comprador compulsivo o aquel que compra y vende sin parar con interés meramente crematístico». Especulación y arte contemporáneo (incluso arte en general) van de la mano. Una obra, cualquier obra, carece de precio. «El precio es lo que se quiera pagar», señala esta experta. Siendo así, los intereses puramente estéticos del arte confluyen (y en muchas ocasiones colisionan) con esa cosa llamada mercado. El resultado es un mundo volátil de cifras en el que algunos apuestan sin parar. Éstos ni siquiera llegan a desembalar en muchos casos sus adquisiciones antes de traspasarlas por un precio mayor. Y a veces se retiran del arte hastiados. Muchas veces más ricos (en términos económicos).

«Es lógico que quien adquiere una obra de arte desea saber que su inversión puede valer la pena, pero lo importante es asegurarse de comprar con cabeza y dar personalidad y criterio a una colección», señala Salama. Por fortuna, el comprador compulsivo o el especulador químicamente puro no son la tónica general. En cambio, hay mucha gente de distinta condición interesada en crear de cero una colección particular, partiendo desde poderes adquisitivos y niveles de formación muy variados. En Tasarte han trabajado con distintos clientes interesados en asesorarse en un mundo no siempre accesible a las primeras de cambio. «Suelen estar dos o tres años con nosotros; algunos han llegado a cinco o seis. Y luego ya dejan de necesitarnos porque empiezan a saberse mover solos por este mercado –explica Salama–. Lo que hacemos en primera instancia es pasearnos con ellos por ferias, galerías y museos para que vayan definiendo el estilo que les gusta y que quieren para su colección, luego nos dedicamos a localizar las piezas, a negociar los precios y establecer pautas de compra para ir adquiriendo cada cierto tiempo e iniciar la experiencia de convivencia con obras de arte, que es muy importante».

No existe un perfil tipo de comprador en España. Obviamente, suele tratarse de gente con éxito en sus negocios personales. Pero ferias como ARCO no son en absoluto refractarias a los jóvenes inversores, a las pequeñas y medianas fortunas. Evidentemente, hay una serie de galerías punteras, de dilatada experiencia y reconocido prestigio mundial, en las que los precios se disparan. Es el caso, por ejemplo, de Marlborough que, junto con el Antonio López de los 2,5 millones de euros (considerada la obra más cara de esta edición), trae piezas de Juan Genovés, Antoni Clavé, Hugo Fontela o Richard Estes. El primero y el último han donado sendas obras al Reina Sofía (el mítico «El abrazo» en el caso de Genovés) y el Thyssen recientemente. «Eso los convierte aún más en inversiones seguras», señala la experta.

Numerosos factores pueden influir en la revalorización de un artista y ya sólo el mero hecho de participar en una cita de este calibre revitaliza la cotización de creadores menos asentados. «De hecho, para los nuevos coleccionistas no es mala inversión fijarse en artistas que están empezando en las grandes ferias». Por ejemplo, añade Salama (y sin salir de Marlborough), Hugo Fontela, asturiano del 86 que reside en Nueva York y evoca en una pintura «muy matérica, en la línea de Miquel Barceló», los muelles del East River neoyorquino. Su nombre suena ya con fuerza.

El «caso secundino»

Junto a la compra por parte de instituciones, la apuesta de un galerista de peso o el éxito en las grandes citas del arte, el hecho de que un coleccionista particular potente se fije en la obra de un hasta entonces «desconocido» dispara su cotización. Algo así le sucedió a Secundino Hernández cuando los Rubell pusieron el ojo y el dedo en sus pinturas. En España no abundan ese tipo de compradores. De hecho, asume Salama, el mercado es raquítico: «Hay que tomar conciencia del sector, reducir el IVA e impulsar el mecenazgo, pero por ahora el verdadero coleccionismo está fuera». ARCO lleva 35 años intentando despertar al comprador «de la casa». ¿Será este año?