«La muerte de Sardanápalo» revive en el Louvre gracias a una minuciosa restauración
La intervención ha generado un debate en las redes sociales sobre la preservación de las obras
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En el mundo de la conservación artística, se plantea constantemente un dilema fascinante y polémico: ¿deberíamos restaurar una obra maestra, devolviéndole su antiguo esplendor, o debemos permitir que el paso del tiempo forme parte integral de su historia? Este dilema se pone de manifiesto en la reciente restauración de "La muerte de Sardanápalo", una obra icónica del pintor francés Eugène Delacroix, que se exhibe en el Museo del Louvre.
Antes de adentrarnos en el debate sobre la restauración de esta pintura, es importante comprender la historia detrás de la obra y su contexto. "La muerte de Sardanápalo" fue pintada por Delacroix en 1827 y se basa en un tema extraído de las tragedias griegas. La pintura representa el último momento de Sardanapalo, el último rey de Asiria, quien, según la leyenda, ordenó la destrucción de sus tesoros y la muerte de sus concubinas antes de sucumbir al fuego que consumía su palacio. Delacroix capturó este dramático y trágico evento con una paleta de colores vibrantes y un estilo romántico que lo convirtió en una figura influyente en la pintura del siglo XIX.
Durante más de un siglo, la obra permaneció en el Museo del Louvre, testigo silencioso de los avatares de la historia y del envejecimiento natural. Sin embargo, con el tiempo, la pintura comenzó a mostrar signos de deterioro. La capa de barniz amarillento y las acumulaciones de suciedad habían oscurecido los colores originales de Delacroix y dificultaban la apreciación de la obra en su forma original.
La decisión de restaurar "La muerte de Sardanápalo" no se tomó a la ligera. Los defensores de la restauración argumentaron que devolver la obra a su estado original permitiría a los visitantes apreciarla tal como el artista la concibió. La restauración implicó la eliminación cuidadosa de capas de suciedad y barniz, así como la corrección de daños menores, como grietas y desprendimientos de pintura.
Por otro lado, los críticos de la restauración argumentaron que el envejecimiento de la obra era parte de su historia y que la acumulación de capas de suciedad y barniz ofrecía una ventana a la evolución de la pintura a lo largo del tiempo. Sostenían que restaurar la obra era borrar parte de su historia.
Finalmente, se tomó la decisión de proceder con la restauración. El proceso fue minucioso y llevado a cabo por expertos conservadores que trabajaron meticulosamente para preservar la autenticidad de la obra mientras devolvían su esplendor original. El resultado es una versión rejuvenecida de "La muerte de Sardanápalo" que brilla con la intensidad y la viveza que Delacroix había imaginado.