El Museo de Arqueología de Cataluña organizará visitas para nudistas
El Museo de Arqueología de Cataluña ha llegado a un acuerdo con el Club Català de Naturisme para hacer visitas nudistas a la exposición «Los bronces de Riace: La mirada artística de Luigi Spina»pa
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Los museos están llenos de obras que muestran el cuerpo humano desnudo. De hecho, no hay otro lugar en el que el desnudo se encuentre tan normalizado e institucionalizado: los visitantes asiduos a los museos nos hemos educado estéticamente a través de la desnudez. Desde las culturas antiguas hasta la contemporaneidad, el desnudo es el relato más completo a través del cual narrar la historia del arte. Sin embargo, en el sancta sanctorum de las representaciones de la desnudez, aquello que nunca ha estado permitido es que los espectadores entren desnudos en sus salas. Al menos hasta ahora. Porque el Museo de Arqueología de Cataluña ha llegado a un acuerdo con el Club Català de Naturisme para hacer visitas nudistas a la exposición «Los bronces de Riace: La mirada artística de Luigi Spina».
Como su propio título indica, la exposición presenta una colección de fotografías del artista Luigi Spina acerca de las esculturas en bronce de dos guerreros del siglo V a.c. que se encontraron en el fondo del mar. Las imágenes –de gran tamaño– muestran detalles del cuerpo de los dos guerreros, recreándose en su desnudez y sexualidad. Y, para vivir de manera inmersiva esta muestra, el Museo de Arqueología de Cataluña ha tenido la feliz idea de que los espectadores la visiten desnudos. La historiadora y actriz Irene Vicente Salas –también desnuda– será la encargada de realizar la visita guiada nudista, en la que no se especifica si el contacto entre los cuerpos está autorizado.
Casualmente, esta experiencia nudista en el museo coincide en el tiempo con la retrospectiva que la Royal Academy de Londres dedica a Marina Abramovic. Durante su celebración, dos performers están recreando la mítica pieza de Abramovic Y Ulay, «Imponderabilia» (1977), en la que los dos artistas, desnudos, permanecían de pie pegados a ambos lados del marco de una puerta y dejando entre ellos un pasillo tan estrecho que los visitantes a la sala tenían que rozarse con ellos para acceder a ella. Coincidencias aparte, lo cierto es que la iniciativa del Museo de Arqueología de Cataluña se encuentra a medio camino entre la banalidad transmoderna y la deconstrucción de la institución museística.
Lo que, en efecto, no deja de ser, por un lado, una excentricidad pensada para reclamar la atención mediática, por otro, constituye un cuestionamiento del papel actual de los museos, que han terminado por convertirse en inhibidores sensoriales. Cualquier visitante a un museo es consciente de que, en él, solo tiene derecho a mirar. El resto de los sentidos –tacto, oído, gusto y olfato– o están prohibidos o su ejercicio se encuentra desincentivado. De ahí que el hecho de introducir a espectadores desnudos en un museo suponga una gamberra suspensión de esta «excepcionalidad sensorial» que guía su destino histórico. El paso del desnudo al nudismo marca un hito en el relato trazado por la institución museística que, con el paso del tiempo, comprobaremos si se trató de una simple ocurrencia pasajera o, por el contrario, siembra de genitales los pasillos y salas de estas catedrales del arte.