Arte, Cultura y Espectáculos

Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama: «En España hay que hacer mucha pedagogía con el coleccionismo»

Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama: «En España hay que hacer mucha pedagogía con el coleccionismo»
Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama: «En España hay que hacer mucha pedagogía con el coleccionismo»larazon

Estas galeristas han dado el salto del arte «oficial» al «low brow» con un espacio multidisciplinar cuyo nombre lo dice todo: La Fiambrera es galería, café, tienda, sala de conciertos...

Un «tupperware» (ya saben, el de mamá, el de toda la vida) es un recipiente que no hace distingos: lo mismo carne que pescado, fruta que verdura... Para Ruth López-Diéguez y Maite Valderrama, su Fiambrera viene a ser algo parecido, pero en el terreno del arte: una galería que opera como un recipiente para ofrecer un poco de todo: café, lugar de tertulia y debate, conciertos, presentaciones de libros... No llevan ni un año de «vida» y ya han logrado hacerse un hueco en Malasaña (calle Pez, 7) con una propuesta de arte popular y callejero.

–Desde fuera se diría que es una librería con cafetería, pero una vez entras te topas con dos salones de exposición. Entonces, ¿qué es exactamente La Fiambrera?

–Ruth López-Diéguez: Fundamentalmente es una galería de arte, aunque es verdad que todo lo demás acompaña, y lo hace de una manera muy importante: la tienda, la librería, el café... Todo está dentro de este espacio para que la experiencia en la galería sea más completa. Ambas venimos del mundo de los grandes museos, de las exposiciones, y para nosotras es un ambiente habitual y nos parece que todo eso convive muy bien en un mismo espacio para ejercer de complemento.

–Hoy en día ese concepto de espacio multifuncional está más en boga que nunca. ¿Cosas de la crisis? ¿Imposible jugársela todo a una carta?

–Maite Valderrama: Nosotras decimos que no inventamos nada. Exportamos este modelo de países anglosajones. Evidentemente, en esta epoca es importante aunar distintos tipos de negocio en uno para poder subsistir, ya sea de un lado como de otro, pero siempre uniendo todo eso con un hilo argumental y un sentido.

–R. L-D.: Para La Fiambrera es fundamental que el contenido sea coherente, que nada chirríe, que el café esté cuidado, la repostería sea casera, el diseño se éste... y todo en torno al contenido que nos gusta y que trabajan los artistas con los que contamos: la ilustración, la cultura popular, el «low brow».

–¿Cómo le explicamos al lector poco familiarizado con el arte popular qué significa el «low brow»?

–R. L-D.: Es una estética que nace en los 70 muy vinculada a la ciudad de Los Ángeles. En ese tiempo se puso de moda lo «kitsch» y muchos artistas plasmaron con técnicas tradicionales, óleo sobre lienzo, esa nueva estética. «Low brow» significa literalmente «mal gusto» y el concepto empezaron a acuñarlo una serie de artistas y galerías de Estados Unidos, hasta que ésta corriente pasó el Atlántico. A nosotras nos gusta esa mezcla de estilos, porque el arte no es una cosa independiente de la cultura callejera, urbana, de la música, de las expresiones populares.

–En cambio, ustedes provienen del arte «oficial»...

–M. V.: Exacto. Nos conocimos trabajando en un estudio de arquitectos que realizaba proyectos museográficos. Trabajamos en exposiciones para organismos de la talla de El Prado, la Catedral de Toledo, la Fundacion La Caixa, Telefónica... Pero a las dos nos apetecía hacer algo diferente, algo nuestro. Toda la vida hemos querido montar un espacio propio, así que decidimos dar el paso. Es mejor arrepentirse de lo que uno hace que de lo que no hace. Por supuesto, ha sido un proceso largo. Vimos hasta 66 locales; éste fue el primero y el último al que volvimos. Además, tuvimos la suerte de que los artistas apostaron por nosotras.

–¿Imaginan ahora este espacio fuera de Malasaña?

–R. L-D.: Le dimos muchas vueltas al local donde ubicarnos y analizamos qué tipo de flujos hay en los barrios. Volvimos aquí porque, aunque no es una zona tradicional de galerías, sí es un espacio que bulle, en el que hay una serie de movimientos, en el que nada chirría y todo encaja. Malasaña puede ser indie pero también rocanrolera, grafitera, céntrica, bien comunicada... Y también por su gente, sus personajes, eso le da mucha vida al barrio, el día a día. En principio, La Fiambrera no era un proyecto malasañero, pero convivimos perfectamente aquí.

–Cualquier negocio personal es hoy en día un salto sin red, pero ¿se necesita más «arte» para vivir de una galería?

–R. L-D.: Es difícil, la verdad. Una galería es una cosa de mucho tiempo, hay que tener paciencia, insistir. En España hay que hacer mucha pedagogía con el coleccionismo porque a la gente le cuesta bastante entender por qué es importante un original, por ejemplo. Pero estamos contentas con el inicio: en todas las exposiciones hemos vendido. Somos muy intensas y siempre tuvimos muy claro el tipo de negocio. El espacio y los artistas también te van reconduciendo, pero el modelo lo teníamos claro, y va funcionando.