Obituario

Santiago de Santiago, una figura que se agigantará

El escultor, medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, falleció a los 97 años

Santiago de Santiago, escultor
Santiago de Santiago, escultorSantiago de Santiago

Conocí a Santiago de Santiago (1925-2023) a inicios de los años noventa. Ya le admiraba, cuando me enteré que una entrañable amiga y vecina era su prima. De su mismo querido Navaescurial, pequeño pueblo abulense de revolconas, ganado y sufrida caza. Todo un autodidacta de excepcionales destrezas innatas para la escultura, que fue creando, aprendiendo y desarrollando por todo el mundo. Siempre con su “Torsón de Oro” al pecho, era una persona conocida, reconocida y querida del “todo Madrid” durante décadas, frecuentando todos los ambientes. Desde los barrios y asociaciones más humildes a los grandes palacios donde tenía extraordinarios clientes, pasando por los ambientes castrenses o los Congresos de Católicos y Vida Pública del CEU. Acercó el arte a los universitarios cediendo su obra para exposición en los campus. Y recibiendo múltiples distinciones.

Cuando estabas con él no podía dejar de mover las manos. Y si la conversación era en el estudio se ensañaba con los trozos de barro, moldeando continuamente. Así que deja esa ingente obra repartida por todo el mundo. Desde Estados Unidos o México y Japón, donde pasaba temporadas atendiendo a clientes importantes como Reagan, Clinton, Bush, o la propia familia imperial nipona. Entre otros museos el Hermitage, el Pushkin, o el Hakone de Tokio, albergan su obra.

De sus manos han salido cientos de “hijos” como les llamaba. Esculturas como las dedicadas a actores como Arturo Fernández, Paco Rabal, o Lola y Antonio Flores; decenas de personalidades como Santiago Bernabéu, el payaso Fofó o Herrera Oria; escritores como Cela, Bécquer, Galdós, Clara Campoamor o Rubén Darío; pintores como Goya. Cantidad de obras entrañables como La Violetera, la abuelita, el Abulense emprendedor, el Colegial, la Madre Soltera o los Niños de la bola. O monumentos a Los Caídos, Cervantes, D. Quijote, Isabel La Católica, el Arzobispo Carrillo, la Guardia Civil, al Caballero Templario, el Marqués del Duero, los Muertos de la Legión o al Alférez Rojas Navarrete de la Milicia Universitaria. Y por supuesto a toda la familia real española, desde el Rey padre a Felipe VI, pero también a otros monarcas como Fernando VI.

En su Casa-Museo de Madrid presentaba sus bustos y reunía a sus amigos en inolvidables veladas, junto a su fiel ayudante Rosi. Me sorprendió el gran regalo con que por mi cumpleaños me obsequió a fines de los noventa haciéndome un busto que, a pesar de su insistencia, nunca quise, por pudor, presentar en público, pero que conservo en un rincón de mi casa campera.

Su figura y su obra se agigantarán con el tiempo. Pasa a la saga de los grandes escultores españoles, de los Benlliure, Ferreira o Juan de Ávalos. Santiago de Santiago, el soltero de los mil hijos, descansa ya en Paz.