Berlín

Suiza acepta la colección Gurlitt

Berna recibirá sólo las obras que no fueron expoliadas por los nazis

La colección cuenta con obras de Picasso (en la imagen), Matisse o Renoir
La colección cuenta con obras de Picasso (en la imagen), Matisse o Renoirlarazon

Tras medio año de reflexión, el Museo de Arte de Berna (Suiza) ha aceptado el polémico legado del coleccionista de arte alemán Cornelius Gurlitt, en cuyo apartamento de Múnich se encontraron en 2013 cerca de 1.300 obras de arte, muchas de ellas supuestamente expoliadas por los nazis. Así lo anunció ayer el presidente del consejo de la fundación de este museo, Christoph Schäublin, en una rueda de prensa celebrada en Berlín en la que estuvo acompañado por la ministra de Cultura alemana, Monika Grütters, y el ministro de Justicia bávaro, Winfried Bausback. Según Schäublin, el museo ha cerrado un acuerdo a largo plazo con los gobiernos de Alemania y del Estado federado de Baviera para exponer la colección que atesoró Gurlitt, aunque las obras que continúan bajo sospecha de saqueo nazi permanecerán en Alemania hasta que un comité de expertos aclare su origen y, llegado el caso, las devuelva a sus legítimos propietarios. Según la ministra germana de Cultura, con este acuerdo «Alemania asume su responsabilidad histórica por todo el sufrimiento y la injusticia de los perseguidos por el régimen nazi y en particular por los judíos». De hecho, el Gobierno germano se comprometió a correr con los gastos legales de la restitución de las obras robadas y de los posibles conflictos que pudieran surgir. El museo suizo asume, por su parte, la responsabilidad de gestionar el legado de Gurlitt y sólo recibirá aquellas obras que fueron adquiridas de forma legítima. Una valiosa colección que incluye pinturas de Chagall, Picasso, Renoir y Matisse –algunas cuya existencia incluso se desconocía–, y que el coleccionista atesoró durante décadas en sus viviendas de Múnich y Salzburgo.

Se pone fin de esta forma a un litigio artístico que ha durado meses y con el que se cumple el último deseo de Gurlitt, tal y como lo dejó escrito en su testamento antes de fallecer el pasado mes de mayo. Una última voluntad que en su día sorprendió a muchos pero en especial al Museo de Arte de Berna, que ahora verá aumentar su colección de forma importante sin que por ello, como aseguró ayer su representante, hayan adoptado «ningún sentimiento de triunfo» aunque sí de «alegría contenida» por un legado que no va exento de responsabilidad. De hecho, este museo agotó prácticamente el plazo legal establecido en seis meses para llegar a esta decisión, con la cual se da asimismo por zanjada una historia que comenzó en septiembre de 2010. Fue entonces cuando, en un control de rutina en un tren que iba de Múnich a Zúrich (Suiza), unos agentes de aduana encontraron una gran cantidad de dinero en efectivo en poder de Cornelius Gurlitt. El hallazgo despertó la sospecha de un posible delito fiscal por lo que se inició una investigación que llevó, dos años después, al registro de la vivienda de Gurlitt en Múnich, donde se encontraron 1.280 obras de arte. El caso fue inmediatamente puesto en manos de la Fiscalía de Augsburgo, que abrió una investigación por fraude fiscal y ocultación. A falta de polémica y a pesar de que Gurlitt declaró haber entregado a la fiscalía todo el material que custodiaba, a las piezas halladas en su piso de Múnich se unieron otras 238 obras encontradas el pasado febrero en otra casa de su propiedad en Salzburgo (Austria) y de las que no se sabía nada. La historia ha ocupado multitud de titulares en la Prensa alemana, aunque todo apunta a que con la lectura y aceptación del testamento se dará por concluida la historia. De hecho, la decisión se ha hecho pública pocos días después de que Uta Werner, prima del fallecido coleccionista, haya reclamado ante la justicia alemana la totalidad de la herencia de Gurlitt. Como argumento presentó el informe pericial del jurista y psiquiatra Helmut Hausner en el que se pone «seriamente en duda» la capacidad de Gurlitt para disponer sobre sus propias pertenencias y se le acusa incluso de sufrir «delirios paranoicos». Todo apunta a que el fin de la historia esté todavía por escribirse y pendiente de la decisión del tribunal de Múnich.