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Así fue mi entrenamiento con Magali Dalix

A su gimnasio de Barcelona asisten desde ex campeones olímpicos hasta actrices, pero esta semana la francesa estuvo en Madrid para presentar un libro en el que explica su método y compartir las dos una de sus rutinas

Dalix solía poner copas en una discoteca, hasta que cambió radicalmente de vida, por eso lleva tatuada la palabra «Reborn» (renacida) en el pecho
Dalix solía poner copas en una discoteca, hasta que cambió radicalmente de vida, por eso lleva tatuada la palabra «Reborn» (renacida) en el pecholarazon

A su gimnasio de Barcelona asisten desde ex campeones olímpicos hasta actrices, pero esta semana la francesa estuvo en Madrid para presentar un libro en el que explica su método y compartir las dos una de sus rutinas.

Magali Dalix no es como la había imaginado. En las fotos parece una fortachona con mal carácter, pero, en realidad, la entrenadora es bajita y menuda –a pesar de sus musculosos brazos tatuados–, sonríe con facilidad y rezuma energía. Nos encontramos pasadas las cuatro de la tarde del miércoles en el Crossfit Ypsilon de Madrid, que Azahara Palomero, la dueña, nos ha prestado para una sesión de entrenamiento. Dalix tiene su propio gimnasio en Barcelona, donde van a sudar Josef Ajram, Pedro García Aguado, Aida Foch y Cristina Mitre, entre otras «víctimas», como ella los llama. Está de paso en la capital para presentar su nuevo libro, con el que promete cambiar el cuerpo y la vida del que se atreva a seguir sus rutinas de entrenamiento durante veinte días. Su primera víctima: yo.

► Tres ejercicios

Entreno con cierta regularidad desde hace tres años, por lo que, cuando Dalix me propone hacer una rutina de siete minutos, me siento segura de poder hacerlo. Primer error. Basándose en el mismo método de su libro, me explica que haremos tres ejercicios: uno de cardio, otro de fuerza y el último de estiramiento. La idea es que con el primero domine la mente –según ella, el peor enemigo, ese que te susurra: «No puedo más»–, con el segundo gane fuerza muscular y, con el tercero, evite lesiones. Para cardio haremos saltos con semi flexión de rodillas; para fuerza, «lunges» alternados hacia atrás, y de estiramiento una secuencia para flexibilizar la cadena posterior (columna, glúteos y parte posterior de los gemelos y muslos). Cada ejercicio se repite sin parar durante un minuto. Haremos tres veces los primeros dos y el último solo una vez, para un total de siete minutos.

Con un leve acento que delata su lugar de nacimiento –«No me siento francesa», asegura, «aunque nunca seré española», a a pesar de que vive en Barcelona desde hace 18 años–, Dalix me explica brevemente cómo hacer cada uno de manera correcta. Sin perder más tiempo le da al «play» a una música house y arranca el conómetro. Comienzo a saltar tratando de economizar mis fuerzas, pero la energía de Magali es contagiosa y a los treinta segundos me siento capaz de todo y más. Segundo error. Un minuto más tarde, en medio de los «lunges» –que me obliga a hacer bajando la rodilla hasta tocar el suelo–, ya me arden los muslos. Cuando terminamos la segunda ronda –cuatro minutos– estoy sudando igual que después de 30 minutos de ciclo. Pero no tengo tiempo de pensarlo porque ya estamos saltando de nuevo. Magali grita: «Solo 30 segundos más. Respira» por encima de la música. Pero empiezo a flaquear. «Vamos, ya no te despegas del suelo igual. Duele, ¿no?», me dice sin parar de saltar y sonreír. Ni siquiera puedo contestarle.

Otro minuto de «lunges» y hemos terminado lo peor. Ahora, estiramiento. Sin embargo, Dalix no baja el ritmo: se acuesta en el suelo, recoge las piernas hacia el pecho y se impulsa para volver a estirarlas, subir el torso –como quien hace un abdominal– y empujar la espalda hacia adelante. Y al ritmo de la electrónica durante un minuto. Ahora sí, hemos terminado, ella sigue sonriendo, nos chocamos las manos y yo trato de entender cómo es que el corazón se me está saliendo por la boca después de siete minutos de ejercicio. Me alegro al ver que ella también está sudando. De hecho, me animo y le digo que podría hacer otros siete. «Esa es la idea, que quedes con ganas de más, no que entrenes hasta sentirte mal», me explica. De todos modos, siete minutos es el nivel más básico de su entrenamiento. También se puede hacer durante catorce o veintiocho, solo hay que aumentar los tiempos de cada ejercicio o el número de veces que se repite cada uno.

«Mañana lo sentirás en las piernas de todos modos», me advierte Magali antes de irse (iba de camino a otro gimnasio a entrenar, que para ella significa media hora corriendo, media de pesas y otra media «quizá de ciclo o de lo que haya»). Y qué razón tenía con su advertencia. No tuve que esperar un día. Después de ducharme, subir las escaleras del lugar para salir a la calle me resultó casi una tortura. El jueves me despertó el dolor en las piernas. Unas agujetas como no había sentido desde que empecé a entrenar hace años. A pesar del dolor, estaba motivada. Esa mañana hice las rutinas de los días uno y dos de su libro, una de cardio y una de tren superior, durante siete minutos cada una. Aunque sin Magali al lado la intensidad no fue la misma, poco después de entrenar ya sentía los bíceps y tríceps doloridos.

►Llega la pereza

El viernes volví a la carga con 14 minutos de la tercera rutina del libro, centrada en los abdominales. Recordé lo que me había dicho Dalix cuando nos conocimos: «El primer día tienes mucha ilusión, lo das todo. El segundo dices: “He visto las consecuencias, pero lo vuelvo a intentar”. Y el tercero ya te empieza la pereza. He vivido este proceso en carne propia». Nuevamente, acertó. Pero como también me dijo que si pasas la barrera del cuarto día vuelves a motivarte, he decidido creerla. A este ritmo, cuando Dalix abra su primer gimnasio en la capital –«Mi sueño es tener diez en todo el mundo, pero por ahora estamos buscando espacio en Madrid», afirma–, podré unirme a sus entrenamientos más largos. Están basados en el mismo método que los de su libro, pero duran una hora y media. Casi nada.