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Crítica de clásica

Auditorio Nacional: Paisaje quejumbroso

Obras de Pärt, Chin y Chaikovski. Dirección: Simone Young. Violonchelo: Alban Gerhardt. Orquesta Nacional. Madrid, 5-V-2023

Una imagen del Auditorio Nacional de Música
Una imagen del Auditorio Nacional de MúsicaCNDMCNDM

Una sesión que, muy inteligentemente, titula en sus notas la musicóloga Elena Torres «Visiones de un Oriente destilado»: las tres obras programadas enriquecen la tradición sinfónica occidental «con músicas venidas de otras latitudes como forma de ensanchar sus horizontes creativos». Algo claro en el Cantus del estonio Arvo Pärt, que plantea un sencillo panegírico fúnebre en memoria de Benjamin Britten. Un canon a la antigua que destila un profundo sentimiento de dolor. El lento crecimiento, con abundantes divisis, fue bien modelado e impulsado por la diestra y activa batuta de la australiana Simone Young (Sidney, 1961).

Muy interesante el «Concierto para violonchelo» de la coreana Unsuk Chin, discípula en su tiempo de Ligeti, algo que se percibe en su delicada manera de tejer progresiones y sonoridades. Extrema habilidad la de la compositora para combinar lo oriental de su tradición con las estructuras de la música occidental. La profesora Torres nos explica el papel del solista, protagonista del drama que se cuenta, que tiene un sentido metafórico y que fue en esta ocasión el mismo creador de la obra, el chelista alemán Alban Gerhardt, que con una soltura asombrosa superó las innúmeras dificultades de la escritura: armónicos, pasajes de escalofriante digitación, sobreagudos, saltos arriba y abajo… Y lo hizo con una seguridad admirable.

Los cuatro movimientos, que se siguen sin práctica solución de continuidad nos muestran una escritura puntillista, con abundantes «glissandi», con momentos de insólito lirismo, soliloquios sobre pedales… Todo ello fue abordado con decisión por Gerhardt, que, curiosamente, se integró posteriormente en la orquesta para tocar la «Sinfonía Patética» de Chaikovski. El acompañamiento de Young, sobre los mimbres de una buena Nacional fue cuidadoso y puntual, quizá a falta de esa extrema delicadeza que se pide.

La directora australiana, de gesto amplio, de batuta volandera, de brazos muy activos, de sinuosas anacrusas, dibuja con seguridad, aunque da la impresión de que en su juego falta siempre algo de precisión, de exactitud, de análisis orientado a una adecuada conjunción de elementos; y de clarificación de líneas y de texturas, lo que motiva a veces que nos parezca que deja algo por atar, por conjuntar, por rematar, por definir. Nos gustó, sin embargo, el progresivo crecimiento hacia el clímax, tras la exposición de los primeros temas, del Adagio; Allegro non troppo inicial. Al Allegro con grazia le faltó la finura valsística, la transparencia ideales. Buen impulso en el Allegro molto vivace, con las riendas bien atadas, en progresivo crecimiento, y adecuado toque fúnebre en el Adagio lamentoso postrero, bien delineado y con excelente prestación orquestal, a falta de una mayor matización.