Auditorio Nacional: No solo buena letra
Obras de Hindemith y Mozart. Solistas: Marta Mathéu, Gemma Coma-Alabert, David Alegret, Josep Miquel Ramón. Director: Salvador Mas. Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. 25-V-2023.
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Mucha literatura, bastante de ella fantasiosa, hay en torno a la creación del «Requiem» de Mozart, y a ella hace referencia en sus amenas y bien trabajadas notas al programa de este concierto, la musicóloga Cristina Roldán, que, sin embargo, nada nos dice de la aportación de Salvador Mas, que firma una revisión de la partitura. La que habitualmente se conoce e interpreta es la firmada por el fiel discípulo del compositor Franz Xaver Süssmayr, que partió de los números totalmente acabados –«Introito», «Requiem aeternam», «Kyrie» (a medias)–, y los más o menos iniciados –las cinco primeras secciones de la «Secuencia», del «Dies irae» al «Confutatis», y el comienzo del «Lacrimosa»–, para realizar su labor.
Luego otros musicólogos e investigadores echaron su cuarto a espadas tratando de ser más fieles a lo que se cree que quiso Mozart. Franz Beyer, Richard Maunder, Robbins Landon han firmado algunas de las revisiones. Aunque a la postre la del discípulo sea en conjunto la más convincente. Salvador Mas, músico de acrisolada formación, por lo escuchado, no parece haber practicado notables cambios. En todo caso, ha sido la suya una interpretación fiel al espíritu, mansamente elaborada y fraseada desde el mismo inicio, sobre esa fantasmagórica sonoridad emanada de las voces de los corni di bassetto y fagotes.
La fuga del «Kyrie» se desarrolló sin incidencias, con las imitaciones bien planificadas y las voces bien ajustadas. Silencios marcados y expresivos en el cierre. Buena labor coral y orquestal en las contestaciones del «Dies irae». Bien delineado por trombón solista y Josep Miquel Ramón el «Tuba mirum», aunque a la voz de este, lírica y baritonal, le falta un toque penumbroso y una mayor amplitud en los graves. Valiente y decidido en su intervención inmediata el tenor David Alegret, bien que su timbre sea en exceso claro para el cometido.
Buena labor, también en los números inmediatos, de la soprano lírico-ligera Marta Mathéu, espejeante y solar, y de la mezzo Gema Coma-Alabert, bien asentada aunque algo débil en graves. Muy delicadas dulzuras en el «Salvame» del «Rex tremendae». El «Recordare» transcurrió con excelente planificación de las cuatro voces solistas. Fina delineación del «Confutatis», con bien marcadas alternancias rítmicas y expresivas. Estupenda regulación, del piano al forte, del «Lacrimosa», en arco dinámico bien dibujado. Nos gustaron, con su matizada luz, las sopranos en el «Hostias». Los desajustes de los bajos en el «Osanna» no deslucieron demasiado la buena letra y la conjunción general, lograda, sin duda, gracias a la batuta y a la labor callada con el coro de la admirada Mireia Barrera.
Suavidad en el «Dona nobis pacem» y pianos muy logrados. Mathéu expresó con sentido y naturalidad sus frases en el «Lux aeterna». Y la batuta flexible, clara y de bien dibujada voluta de Mas, llevó a buen puerto la parte final, con la repetición de la fuga del «Kyrie». Ayudado por el buen trabajo general de los conjuntos, de efectivos acertadamente reducidos: en total unos cuarenta y cinco músicos de orquesta y cuarenta cantores.
La Orquesta acometió en la primera parte el inusual «Concierto para vientos, madera y arpa» de Paul Hindemith, compuesto en 1949 para la Universidad de Columbia. Curiosa obra cuajada de trazos «scherzantes» e imitativos, en la que se lucieron la arpista Laura Hernández, la oboísta Lourdes Higes, la flautista Maite Raga, el clarinetista Salvador Salvador y la fagotista María Bernal. El innegable toque académico no quita sabiduría a una obra que, en su tercer movimiento, trabaja unos compases sobre el tema de la «Marcha nupcial» de «El sueño de una noche de verano» de Mendelssohn.