Barcos esclavistas para denunciar el pasado
La recuperación de un pecio cerca de Brasil podría ayudar a esclarecer el origen étnico de millones de ciudadanos negros en Sudamérica, descendientes de los esclavos de antaño
Madrid Creada:
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Pese a que sea natural buscar semejanzas entre el pasado y nuestro presente, resulta complicado asimilar las enormes diferencias en lo que concierne a las relaciones sociales. Así, entre el maremagno de costumbres y ritos olvidados o transformados resulta especialmente incomprensible en nuestro mundo, donde toda persona disfruta de derechos inalienables, la existencia de una institución tan oprobiosa como la esclavitud. Aunque haya cada vez más voces que insistan con muy buenos argumentos en la existencia de esclavos en el paleolítico, frente a una idílica visión social igualitaria de las poblaciones de cazadores-recolectores, tradicionalmente se ha vinculado su aparición al surgimiento de las sociedades estratificadas asociadas a las primeras estructuras estatales.
La evidencia textual, arqueológica e iconográfica sobre la existencia, funciones y desarrollo de la esclavitud en todas las sociedades del mundo antiguo, desde Mesopotamia y Egipto hasta, por supuesto, Grecia y Roma, es abrumadora. Así, Aristóteles en su «Política» consideraba que los bárbaros eran esclavos naturales incapaces de alcanzar la eudemonia o vida plena y, de hecho, estimaba que la esclavitud les permitía disfrutar una vida mejor que la que pudieran disfrutar en su mal llamada libertad además de que, a través de su esfuerzo, sí facilitaban que sus amos alcanzasen esa plenitud. Por otra parte, siglos después, el emperador Marco Aurelio, aunque, como buen estoico, rechazara las tesis de Aristóteles sobre la esclavitud y avalase que merecían ser tratados con respeto, no dudaba en justificar su existencia, pues los esclavos cumplían un rol en el orden del mundo. No olvidemos que fue el responsable de la distinción jurídica en el orbe romano entre honestiores y humiliores, respectivamente, los miembros de las capas altas y bajas de la sociedad.
Aunque en el mundo antiguo las voces contrarias a la servidumbre forzada son prácticamente inexistentes, conforme discurrió el tiempo encontró una mayor contestación hasta su desaparición en la contemporaneidad, si bien no siempre fue fácil doblegar la resistencia de los beneficiarios de su existencia. El caso de Brasil es paradigmático, pues no abolió la esclavitud hasta 1888 y, dejando de lado sus terribles políticas hacia los nativos, fue la región americana que congregó el mayor número de esclavos traídos desde África. La historiografía brasileña se ha mostrado muy activa en su estudio durante las últimas décadas y también, por supuesto, la arqueología. En este sentido resulta paradigmático el reciente e interesantísimo «A materialidade do tráfico e os desdobramentos no presente: arqueologia marítima do navio escravagista Camargo, Angra dos Reis», de Luis Felipe Freire Dantas Santos en la «Revista de Arqueología» de la Sociedade de Arqueologia Brasileira. Esta publicación presenta las claves de un fabuloso proyecto de investigación sobre un pecio sumergido en 1852, el bergantín Camargo. Se trata de un navío robado por su propio capitán tras desobedecer las órdenes de su propietario, que le pidió que lo llevara de San Francisco a Nueva York para dedicarse a la piratería y que, tras hacerse con un cargamento de esclavos en Mozambique, marchó a Brasil. Tras desembarcar a su carga de 540 seres humanos decidió, acosado como estaba por la policía brasileña, hundir su propio barco para borrar toda huella que le incriminara. Aunque por aquel entonces Brasil ya había prohibido la trata, no lo estaba su tenencia y, de hecho, Angra dos Reis era un espacio estratégico para el desembarco de esclavos y el comercio.
La recuperación de este pecio, ya localizado, es el primer gran proyecto del Instituto AfrOrigens que aspira a «una arqueología marítima basada en la materialidad ligada a la diáspora del tráfico trasatlántico de africanos, con énfasis en las estrategias establecidas con las rutas oceánicas y dinámicas portuarias configuradas principalmente a partir de las políticas de prohibición del tráfico» y que cuenta con el apoyo de la red internacional Slave Wrecks Project con base en el National Museum of African-American History and Culture Smithsonian. Sin embargo no es únicamente un proyecto científico, sino que también pretende salvaguardar el patrimonio de la diáspora africana y cumplir con una función social en especial atención a los habitantes del quilombo de Santa Rita do Bracuí, es decir, una comunidad cercana de afrodescendientes que, conforme la memoria oral, trazan sus orígenes en precisamente los esclavos traficados por el bergantín Camargo. De tal manera, este proyecto «rescata los vestigios y las memorias de un pasado de crímenes, exclusión y marginación de la población negra» brasileña.