Espectáculos

Bayreuth pinta «Lohengrin» de azul

La ópera preferida de Hitler abrirá el miércoles el festival bávaro con este color de fondo y las miradas puestas en Piotr Beczala, el tenor polaco que ha reemplazado «in extremis» a Roberto Alagna tras su espantada. «Cuando te ofrecen algo así no puedes negarte, solo pasa una vez en la vida», ha asegurado el cantante.

Beczala ya interpretó el papel protagonista de «Lohengrin» junto a Anna Netrebko en 2016
Beczala ya interpretó el papel protagonista de «Lohengrin» junto a Anna Netrebko en 2016larazon

La ópera preferida de Hitler abrirá el miércoles el festival bávaro con este color de fondo y las miradas puestas en Piotr Beczala, el tenor polaco que ha reemplazado «in extremis» a Roberto Alagna tras su espantada. «Cuando te ofrecen algo así no puedes negarte, solo pasa una vez en la vida», ha asegurado el cantante.

Todo sucedió muy rápido. Cuando el público no se había repuesto aún de la conmoción que supuso la repentina cancelación del francés Roberto Alagna, el Festival de Bayreuth presentó a Piotr Beczala como su reemplazo para el papel protagonista de la ópera «Lohengrin», de Richard Wagner en tiempo récord. Y para los entendidos, el nombre del tenor polaco supuso mucho más que designar a un simple sustituto. De él se comenta en el circuito que será el «Schwanenritter» o el Caballero del Cisne idóneo para esta ópera romántica. Un año más, y fiel a su impronta, el festival que fundó Wagner en la pequeña ciudad bávara de Bayreuth llega con su manida polémica de la mano y, sobre todo, con el asombro que supuso que el propio Alagna renunciara después de reconocer que solo se sabía la mitad de un papel que nunca ha llegado a interpretar.

Nada que ver con Beczala, que no solo se lo sabe a la perfección sino que lo debutó en Dresde en el 2016 con gran éxito junto a Anna Netrebko, de cuya amistad puede presumir. Era su primer papel wagneriano y la crítica destacó la elegancia de su canto y la belleza de su voz. Hubo quien detectó cierta falta de expresividad, que se atribuyó precisamente a ser la primera vez que entraba en el difícil mundo wagneriano. Beczala ha declarado que cuando surge una ocasión así «no te puedes negar pues solo pasa una vez», por lo que ha decidido aceptar el reto. Si hace dos años no se encontraba lo suficientemente preparado como para debutar el papel en Bayreuth, parece que este 2018 sí lo está. Los «daños colaterales» han sido verse obligado a cancelar algunos de los conciertos que ya tenía cerrados y que ha debido dejar para más adelante ante la imposibilidad de hacerlos compatibles con este estreno en el que todas las miradas se van a concentrar en el tenor polaco.

El miércoles, cuando el festival suba el telón, se alzará asimismo su prueba de fuego. Hasta entonces, y con tan pocos días para el estreno, la prensa especializada alemana se pregunta si funcionará el reparto junto a la soprano alemana Anja Harteros (Elsa) con quien, a pesar de guardar una similar técnica y formación, arrastra el problema de preparar la ópera en un espacio tan ajustado de tiempo. De trasfondo, el tenor encontrará la misma batuta que le dirigió en Dresde, la de Christian Thielemann, director musical de aquel teatro sajón y también del festival de Bayreuth. Una ventaja que sin embargo no ha paliado las críticas cosechadas por elegir a Alagna para el papel del caballero medieval. Para los entendidos operísticos un grave error que, en este caso, tuvo el honor de compartir con Katharina Wagner, directora del festival y biznieta del compositor, más atenta a las repercusiones mediáticas que a la esencia de la que el compositor quiso imbuir su festival.

Escándalo, sello de la casa

Un año más, Bayreuth seguirá siendo Bayreuth. Pequeños y grandes escándalos fueron y serán la nota predominante en el festival de la Colina Verde. Una especie de sello de la casa para animar las conversaciones de los entreactos y que no viene de nuevas. Ya en 1993, el dramaturgo alemán, Heiner Müller, llegó a describir el evento como un nido de recalcitrantes nazis y lo hizo justo antes de su debut al frente de un «Tristán e Isolda» que dirigió Daniel Barenboim. Una alusión que, años después, volvería a dejar su impronta en este festival en la figura del barítono ruso Evgueni Nikitin, quien debía interpretar el papel principal de la ópera «El buque fantasma» pero que, a cuatro días del estreno, se vio obligado a renunciar debido a un tatuaje nazi realizado en el pecho en sus años de juventud.

Y el miércoles, esa esencia volverá a despertarse en la célebre Colina Verde con la representación de «Lohengrin», la pieza musical preferida de Adolf Hitler. Pero, ¿cómo sonará tras la batuta de Thielemann? Lejos de la baraúnda, la obra estrenada en 1850 regresa a Bayreuth con un nuevo disfraz y después de que, hace ahora ocho años, Hans Neuenfels cosechara con su intrepetación un gran éxito de crítica. No menos emocionante es la pregunta sobre cómo Yuval Sharon, el director escénico estadounidense con raíces israelíes, interpretará la ópera romántica. Él ha contado con la pareja formada por el artista Neo Rauch y Rosa Loy, que debutan en el mundo de la ópera y que han dado apenas una pista sobre el color de esta ópera: «“Lohengrin” será azul». A pesar del secretismo sobre la producción, «The Times» apunta la existencia de unos telones movibles de fondo pintados de un profundo color azul. De hecho, una de las pistas es una bellísima fotografía que reúne al grupo regista, el matrimonio más Sharon junto a las cantantes Anja Harteros y Waltraud Meir, en un ambiente distendido. Es una imagen en blanco y negro en la que la única nota de color es un grafiti en la pared en el citado tono en el que se puede leer «Lohengrin 2018».

Rauch confesaba a este medio que él se deja mecer por la música: «Cierro los ojos y las sensaciones que me produce la música acuden a mí. Quizá durante unos segundos me pueda quedar dormido, pero al despertar puedo poner en práctica lo que he soñado». Sharon, que es el primer norteamericano que debuta en el festival bávaro, aseguró que «Al ver sus diseños sentí que podía escuchar la música de Wagner de inmediato».

La idiosincracia de Wagner y el pasado nazi del festival no acaban de desprender el sentimiento antisemita de uno de los principales actos culturales del país y de ahí que uno de los momentos cumbre de la edición de este año sea la representación de «Los maestros cantores de Nuremberg». La historia cuenta que la admiración de Hitler por Wagner era tal que llegó a imitar el ritmo y el tiempo de la obertura de esta obra en sus propios discursos. No es de extrañar entonces que los nazis elevaran esta obra musical al nivel de «ópera nacional» o que en el discurso final de uno de los principales personajes, el del poeta-zapatero Hans Sachs, fuera tomado como un lema por el sentir nacionalsocialista. «Desaparecido en la niebla estará el sagrado imperio romano, ¡pero a nosotros nos queda el sagrado arte alemán!». Con la capitulación de Berlín, «Los maestros cantores de Nuremberg» tuvo que sufrir un proceso de desnazificación similar al de otras óperas del maestro alemán. La obra de Wagner cayó en el descrédito y entró en letargo interpretativo. «¿Cómo es posible representar “Los maestros cantores” tras Auschwitz?», se preguntó el poeta Paul Celan tras la Segunda Guerra Mundial.

Contra la xenofobia

El día 28, el judío Barrie Kosky alzará su batuta para interpretar, un año más, una de las obras predilectas del dictador en lo que sin duda será una recurrente apelación contra la xenofobia y el antisemitismo. La provocación y el antagonismo vuelven a ser los signos de identidad de un festival que lleva en su idiosincrasia la necesidad de remover conciencias. Así lo hizo con el propio Kosky. Se dice que en el año 2012, poco después de que tomara posesión como director artístico en la Ópera Cómica de Berlín y cuando los templos operísticos de todo el mundo celebraban el 200 aniversario de Wagner, él se negó a representar cualquier obra del compositor germano en la que sería desde entonces su nueva casa. Pero su ambivalencia cambió cuatro años más tarde.

Lo mismo se sucede este año con el retorno, después de 18 años por sus desavenencias con el anterior director, de la gran cantante wagneriana Waltraud Meier, que cantará el papel de Ortrud en «Lohengrin». Según la prensa, la actual directora habría motivado la reconciliación. Así pues, con el barullo y la mediación, ingredientes propios del festival, ya se pueda extender la alfombra roja en la Colina Verde. Fuertes medidas de seguridad darán asimismo la bienvenida a lo más granado de la esfera social alemana, entre la que no faltará la propia Angela Merkel, una de sus más fieles seguidoras, que –aunque suene difícil de creer– pondrá el toque de «glamour» por la más que seguro indumentaria que lucirá en la apertura.

Plácido Domingo hace historia

Plácido Domingo será el primer español que dirija una ópera en Bayreuth. Tras su triunfo en los años 90 descenderá al foso de la Festspielhaus para empuñar la batuta en una producción de «La Valquiria» (en la imagen, durante un ensayo). Domingo cantó por última vez en la Colina Verde en el verano del año 2000. Interpretó entonces la parte de Siegmund de esta obra, que es precisamente la que dirigirá a lo largo de tres funciones (31 de julio y 18 y 29 de agosto). La presencia del tenor será uno de los platos fuertes y significará su debut como director en ese elitista festival, fundado en 1876 por el propio Richard Wagner y consagrado en exclusiva a ese compositor. El tenor español regresará así tras 18 años de ausencia al festival de esa ciudad de Baviera, que hasta ahora le había aclamado como solista en «Parsifal» y «La Valkiria». Él debutó «Parsifal» en 1992 y ahora regresa al foso del templo wagneriano a poner frente a una obra que, como el resto de la producción del compositor, le genera una ambivalencia, entre la paz y la agitación interior. Justo antes de poner rumbo a Bayreuth aterrizará en el Teatro Real para poner el broche a la temporada con tres representaciones de «Thaïs», de Massenet, donde dará vida a Athanael.