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Historia

Belarmino Tomás: cuando Asturias fue independiente

La aventura duró 57 días, y para ello traicionó a la República: Azaña lo calificó de «fanfarronada»

Imagen del documental «Vaca mugiendo entre ruinas» (2020), con Belarmino Tomás, a la izquierda
Imagen del documental «Vaca mugiendo entre ruinas» (2020), con Belarmino Tomás, a la izquierda Archivo

Belarmino Tomás aprovechó la desvertebración y la falta de autoridad del Gobierno de la República para declarar la independencia de Asturias-León. Desoyó la unidad que reclamó Largo Caballero como Presidente republicano, y las órdenes de Negrín. Era 1937. La aventura «indepe» de Belarmino duró 57 días. El Gobierno señaló que aquello era «cantonalismo» y le llamó «traidor». Esta es su historia.

Nació en Gijón en 1892. Como muchos otros, trabajó en la mina y comenzó a militar en organizaciones izquierdistas. Ingresó en «El Despertar Minero» en 1908, de tendencia anarquista, pero dos años después comenzó su andadura en la UGT. Participó en la revolución de 1917, soñando con establecer el Sóviet español, cosa que hizo veinte años después. A partir de ese año, empezó su carrera político-sindical, incluido el periodo de la dictadura de Primo de Rivera, en la que participó como la mayor del PSOE. Esto no quitó que, cesado el dictador por Alfonso XIII, se levantara en armas contra la monarquía en diciembre de 1930. El socialista no era precisamente un demócrata defensor de los derechos humanos, sino un revolucionario con ideas totalitarias. Por eso organizó en Asturias el levantamiento contra la Largo Caballero en octubre de 1934, demostrando que eso de las urnas y la legalidad republicana eran demasiado burguesas para su mesianismo salvador. Aquella fue su primera traición. La izquierda y los nacionalistas catalanes pensaban que el régimen de 1931 era suyo. No toleraron la victoria de la derecha en las elecciones de 1933, y dieron una «alerta antifascista» que llenó España de sangre y mató la República.

El golpe de Estado de Franco dio la oportunidad a los miembros del Frente Popular para hacer cada uno su particular revolución. Belarmino Tomás, diputado del PSOE, llevó columnas de mineros armados contra las tropas del general Aranda, en Oviedo, y fracasó. No solo eso. El ejército franquista venció en Santander. Quedó entonces Asturias dividida y aislada. Era agosto de 1937. El Consejo de Asturias y León se reunió entonces para pensar su futuro. Belarmino propuso la independencia. La idea fue aplaudida por los anarquistas de la CNT, FAI, y las Juventudes Libertarias. También fue del agrado de la mayoría del PSOE y UGT. A Izquierda Republicana, que no pintaba nada, no le gustó. Solo los comunistas protestaron. Belarmino Tomás decretó la independencia de Asturias y León, gobernada por un Consejo Soberano con él de presidente. Y tan contento, emitió su propia moneda –los «belarminos»– y pidió su ingreso en la Sociedad de Naciones.

Un soviet sin libertades

El Gobierno de la República le acusó de traidor. Azaña le censuró con dureza. El republicano escribió que Belarmino Tomás tenía una «desmesurada ambición de mando», y que justificaba su «Gobiernín Soberano», una cosa «extravagante», con «fanfarronadas» sobre un fácil triunfo sobre los sublevados.Belarmino, por su parte, justificaba su independencia por el objetivo de «vencer al fascismo». Es decir: era más importante, decía, impedir el «avance fascista» que ser leal a la República. No faltó el arroparse en la voluntad general al decir que su intención era encarnar el «sentimiento político y social del pueblo». En realidad, Belarmino y su Consejo impusieron un Sóviet, una auténtica dictadura en su territorio. Cerró cafés y restaurantes, estableció el toque de queda, prohibió la tenencia de radios y la libertad de movimientos. Además, abolió la propiedad privada a su antojo, puso la economía en manos de los sindicatos, y ordenó, como siempre, la represión interna. La gente no podía moverse, reunirse ni opinar sin su consentimiento.

Mientras, las tropas franquistas avanzaban. El Consejo Soberano de Asturias, viéndose perdido, se disolvió el 20 de octubre de 1937. Dio la orden de destruir lo que fuera útil a los sublevados, como las industrias, pero huyeron antes. Los comunistas propusieron resistir hasta la muerte, siguiendo la orden de Negrín, pero Belarmino tomó un barco y dejó a su suerte a los implicados en la intentona. El Gobierno le buscó un acomodo en el Comisariado General de Aire, el mando de la aviación, lo que supuso muchos problemas con los militares. Se exilió en México y murió allí. Hoy sus restos descansan en Langreo.