El bellísimo debut en París de "La Divina" por primera vez a todo color
Una película dirigida por Tom Volf restaura su primera actuación en la Ópera de París
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Con la elegancia ingrávida de los cisnes, el abrazo salvaje de un larguísimo abrigo de visón cubriendo sus tobillos y un triple collar de perlas custodiando la tersura de su cuello, Maria Callas se bajaba en diciembre de 1958 del avión que acababa de aterrizarla en el aeropuerto de Orly antes de que uno de los cientos de reporteros que esperaban la llegada de la diva le preguntara: «Señora Callas, ¿cuál es su impresión la víspera de la gala sobre su debut en París?». «Me prometí a mí misma que vendría a París. Así que les ruego que me deseen, también por ustedes, porque lo merecen, que cante como nunca antes. Es lo único que deseo en este momento», pronunció gloriosa en referencia a su disposición natural para encarnar una eternidad artística que estaba a pocas horas de compartir con el público galo.
La noche siguiente, las inmediaciones de la Ópera de París lucían repletas de sonrisas humildes que orillaban el camino por el que desfilaron un número interminable de personalidades integrantes de «Le Tout Paris», tan eclécticos y variopintos, tan hermosos y malditos en comparativa fitzgeraldiana como el duque y la duquesa de Windsor, Brigitte Bardot, Jean Cocteau, Charlie Chaplin o el presidente francés Coty, entre otros.
El rostro griego de la ópera del siglo XX comenzó su debut en la capital francesa descendiendo las escaleras del escenario recubiertas por un tapiz rojo que hacía juego con su elegantísimo atuendo con la misma ingravidez que había mostrado en sus gestos tras su llegada el día anterior al aeropuerto. Sin apenas dilación previa y reverenciando brevemente al público asistente con la cabeza, Callas abrazó su menudo torso con esa posición corporal de pesebre tan característica suya y comenzó a recitar un repertorio de extraordinario valor musical y estético considerada una de las mejores actuaciones filmadas, que ahora, coincidiendo con su centenario, podrá verse desde este sábado 2 de diciembre en los cines de todo el mundo.
Meticulosamente restaurada a partir de los carretes originales encontrados por el compilador de su obra y especialista oficial de «La Divina», Tom Volf, «Callas-París, 1958», muestra la totalidad de una actuación memorable en donde la soprano se entrega de manera celestial al lenguaje musical de las vibraciones vocales abriendo con su indisociable papel de «Norma» en Casta Diva, seguido de la inquietante escena de «Miserere» de Il Trovatore de Verdi, antes de aligerar el ambiente con la traviesa «Una voce poco fa» de Il Barbiere di Siviglia y para la segunda mitad el auténtico clímax de la velada con una representación completamente escenificada de Tosca.
Cada nota, cada matiz de su incomparable voz ha sido genuinamente preservado para la posteridad y gracias a la minuciosa mezcla de sonido y masterización –confiadas en este caso a las hábiles manos de Miraval Studios– la experiencia auditiva resulta tan cautivadora como la visual y ese exclusivo coloreado de la memoria. «Lo cierto es que hay dos personas dentro de mí. Me gustaría ser Maria, pero está la Callas, de quien debo estar a la altura», reconocía consciente y segura en una entrevista. La noche del 19 de diciembre de 1958 sólo había una subida encima del escenario de la Ópera de París. Y desde luego no era Maria.