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Cultura

Benjamin Clementine, el genio que dormía en la calle

El británico, un pianista casi místico con una historia fascinante, pasa por Madrid con su disco “I Tell a Fly"

Benjamin Clementine actúa en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid el 27 de mayo
Benjamin Clementine actúa en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid el 27 de mayolarazon

El británico, un pianista casi místico con una historia fascinante, pasa por Madrid con su disco “I Tell a Fly"

La historia de Benjamin Clementine es conocida, pero la recordamos: hijo de inmigrantes ganeses en Londres, Benjamin era el quinto de cinco hermanos y fue abandonado por sus padres y criado por sus abuelos. Dejó Londres por París durante un tiempo en el que vivió en la calle, cuando cantaba en bares y vagaba por ahí. Descubrió en Francia a Erik Satie y lo mezcló con su conocimiento de la poesía de T. S. Elliot y William Blake, a los que leía mientras en la escuela británica no sabían encontrarle acomodo. A esa suma poética sonaba su primer trabajo, “At Least For Now”, un disco de enorme impacto al que siguió el más extraño “I Tell A Fly”. En el álbum, se reconoce a sí mismo como “un alienígena con una habilidad extraordinaria” y afirma que “procede de Júpiter”. El próximo 27 de mayo presenta sus canciones (habitualmente lo hace descalzo) en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid

-Hace un año que apareció el disco, ¿en qué está metido estos días como artista?

-Estoy involucrado en una forma de música expresionista, en una manera de componer que no atañe solo a los oídos y a la manera en que tenemos configurada la escucha, a partir de armonías.

-¿Piensa grabar ese experimento?

-Creo que el mensaje será mejor entendido si lo grabo y si la gente lo escucha. Creo que nosotros, como cultura europea, estamos entrenados para escuchar música de una manera inconsciente, siguiendo unas armonías, pero pienso que también se puede hacer de una manera más libre. Y eso es lo que quiero hacer yo en este momento. Todos ambicionamos ser más libres.

-¿Eso quiere decir que quiere escapar de la tradición?

-No exactamente. Lo que deseo es construir la tradición, porque somos todos diferentes aunque en realidad lo que digo es que si hacemos música de otra manera, si encontramos un camino y lo desarrollamos durante años y años, al final se convertirá en la tradición. Pero si no le damos a nuestros oídos la oportunidad de escuchar, nunca cambiaremos el punto de vista.

-O sea, que trata de expresar la naturaleza humana con el piano.

-No lo podría describir mejor.

-¿Y eso lo hace improvisando?

-No, no. Tengo un sistema que hay que seguir. La música está hecha de números. Es matemática, porque está compuesta de notas que se pueden codificar en números y por secuencias que generalmente no deben ser repetidas. Hay unas progresiones lógicas en la música, pero si abres tu mente un poco más y lo miras desde otra perspectiva, puedes llegar a lugares nunca antes visitados.

-¿Y eso cómo se hace con números?

-No sé cuánto conocimiento tienes de música, pero por resumir y simplificar, en música hay octavas, doceavas y hay una primera y segunda... es decir, números, hay series. Y hay notas raíz, ya sabes, do, re, mi... y con el piano puedes trabajar con los números y las teclas. Pero la tradición sí que nos ha establecido los pasos lógicos que se deben tomar, de notas mayores o menores.

-No entiendo nada pero me resulta una idea interesante mezclar las matemáticas con el arte.

-Sí, y además no es nueva: lo han hecho Galileo y Newton antes. Hay una poesía en los números, está en nuestro ADN, que también está compuesto de números, por cierto, así que es importante darse cuenta de cuán importante son nuestras emociones y de cómo podemos llevarlas a lugares diferentes. Es decir, sentir algo que antes no habíamos experimentado.

-¿Se pueden abrir nuevas sensaciones con la música, entonces?

-La música es más poderosa que Dios. El problema no es ella, es que no se convierta en un arte muerto. Y si no indago o investigo en esa dirección, no estaré satisfecho con el trabajo que hago. Yo trato de contribuir a llegar a un lugar, eso intento.

-¿Ve el piano como un ordenador que le puede dar respuestas a esas preguntas?

-Completamente. Porque el piano es la manera más segura de explorar en la música y de buscar nuevas rutas. Igual que el ordenador, te puede llevar más lejos, el piano es el vehículo que te traslada a esos lugares.

-¿Tiene un destino al que quiera llegar?

-Mi objetivo es que la gente pueda darme su tiempo, sus oídos. Eso sería lo máximo que podría conseguir. Obviamente, el tiempo es lo esencial, es lo que vivimos. Y si alguien me da un minuto o treinta segundos, es a lo más que puedo aspirar. Con eso me siento bien, y estamos hablando de muchos días, y años de la vida de una persona. Pero si consigo esos minutos, yo soy feliz, siento que vale para algo.

-Me dijo antes que la gente quiere ser libre. ¿Pueden serlo en su música?

-Lo que intento decir es que las cosas no son blancas y negras, irónicamente, al contrario que el piano. A lo que me refiero con la libertad es a la hora de interpretar los sonidos, que no son de un solo color. A veces la música triste te hace feliz y a veces un acorde mayor es triste. Sólo digo que podemos y debemos expresarnos en formas diferentes y que solo así llegaremos a esos sentimientos. No entiendo por qué invertimos capital en cuestiones materiales que no nos hacen mejorar ni expandirnos. ¿Qué más nos da el último modelo de Tesla? ¿Por qué gastamos esfuerzo y dinero en tecnología que no expande la mente? No lo sé. ¿Nos satisface eso?

-¿Qué le gustaría eliminar de su realidad?

-No, no, no... no puedo eliminar nada de la realidad, solo puedo consignarla, porque es todo lo que tengo. Así que todo lo que puedo hacer es eso. Solo filtrarla. Vine a este mundo en 1988 y no antes ni después, vine a vivir mi tiempo y lidiar con él.

Clementine actúa en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid el 27 de mayo, a las 20:30 horas. Y el 28 de mayo en el Teatre Tívoli de Barcelona (21:00). Entradas, desde 29 euros.