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Berta Bernard: "Gracias a no tener WhatsApp me da tiempo a hacer tantas cosas"

En «Mi nombre es Greta Godoy» la ex influencer cuenta cómo y por qué dejó las redes sociales.

Foto: David Jar
Foto: David Jarlarazon

En «Mi nombre es Greta Godoy» la ex influencer cuenta cómo y por qué dejó las redes sociales.

Berta Bernad tenía cuanto desean las mil y una jovencitas del siglo XXI: un blog de moda consolidado, más de 95.000 seguidores en Instagram y una etiqueta de influencer. Scott Schuman, artífice de «The Sartorialist», la escogió como Gobal Taste-Maker y, a partir de ahí, las marcas de lujo se la rifaban. Ella era una de las pocas elegidas, cuyas puertas de cualquier espacio se abrían a su paso, pero un día decidió que no quería tener su vida siempre en el escaparate y se marchó. Cerró su cuenta de Instagram. Y voló. Acaba de contarlo todo en su primera novela, «Mi nombre es Greta Godoy» (Planeta).

–Cuando se fue de Instagram, ¿dejó también la dirección creativa y la estrategia digital de las grandes marcas para las que trabajaba?

–No, no. Ni eso ni mi portal Curated By (donde se recomienda un mundo exclusivo de objetos relacionados con la moda y el diseño). Lo único que cerré fue mi vida personal en Instagram. Gracias a Dios, tenía más facetas para no quedarme debajo de un puente.

–¿Cómo se lo tomaron las marcas?

–Muy bien, porque sabían el valor que les aportaba. Yo en realidad era dos cosas distintas. Por un lado, estaba lo que hacía cuando una me contrabata para estar yo delante de la cámara y, luego, otras me contrataban para estar detrás. Así que lo recibieron con mucho respeto y admiración. O sea, en ese sentido, me recoloqué bastante rápido en el mercado. Fundé un estudio que se llama Mindlike y a través de él canalicé todos estos clientes para estar también un poco protegida. Llevaba mucho tiempo trabajando a través del nombre de Berta Bernad y poner el de Mindlike me permitía crear algo más grande y que mis sesiones de fotos y estrategias no dependieran solo de mí, sino también de mi equipo.

Empezó en las redes en 2011, con 21 años ¿cuándo siente la necesidad de alejarse y buscar una vía de escape?

–Creo que fue en el momento en el que ya no me motivaba tanto lo que hacía. Como dices, fui una de las primeras influencers, así que llevaba mucho tiempo haciendo lo mismo. Necesitaba pararme parar reflexionar sobre si ese era el camino que quería seguir. Y así lo hice. En el fondo no lo cerré pensando que iba a ser para siempre, sino pensando que estaría un tiempo sin ello y ya vería... Yo siempre he confiado mucho en mí. Y eso me ha ayudado a tomar decisiones que son súper complicadas, porque es verdad que te cambia la vida. Pero siempre he confiado en que cuando se cerraba una puerta se abriría otra ventana.

–Ahora mismo no tiene ni WhatsApp, ¿no?

–Me lo preguntan bastante y me hace muchísima gracia. No tengo WhatsApp y no tengo redes, pero me mandan mensajes normales. Y creo que gracias a no tener WhatsApp me da tiempo a hacer tantas cosas. Tengo muy controlada la tecnología en mi vida. Sé cómo la utilizo. Como siempre he sido autónoma y no he tenido un jefe encima y he sido yo quien me tenía que controlar los horarios, siempre he sido muy consciente de cómo invertía cada segundo.

¿Y cómo llega a decidirse a escribir una novela? Porque usted contaba historias, pero a través de imágenes y casi más de otros que suyas...

–Las influencers son un súper fichaje en cualquier empresa, porque saben un montón del entorno digital. Lo que pasa es que a mí la etiqueta del influencer me limitaba porque yo era muchas más cosas. Pero, además, limitaba mi vida personal, porque cuando tienes influencia todo el mundo quiera algo de ti. Todo el mundo tenía su marca y me pedía «stories». Y eso me llegó a asfixiar.

Y echó el cierre...

–Yo, que soy una persona alegre y optimista, un día le dije a mi madre: «Qué injusto que teniéndolo todo no sea feliz, no entiendo qué me pasa». Ella me sugirió: «¿Por qué no cierras Instagram?». «¿Estás loca? ¿Qué van a pensar?», le contesté. Pero me quedé toda la noche con los ojos abiertos dándole vueltas y pensando: «¿Y si lo cierro?». Ese día a las 9 de la mañana me metí a buscar en Google «cómo desactivar mi cuenta de Instagram», y la borré.

¿Es ahí cuando se puso a escribir?

–Yo no había escrito nunca, pero cuando cerré mi Instagram sentí la necesidad de escribir un ensayo que se llamara «Cómo sobrevivir a Instagram», sobre los efectos de esa red social, sobre cómo me estaba sintiendo. Sin embargo, mientras escribía me di cuenta de que tenía una historia entre manos que podía hacerle mucho bien a bastante gente. Pero, claro, los primeros editores con los que me reuní me dijeron que no les interesaba la historia, que lo que querían era cómo conseguir seguidores. Y yo les dije que eso estaba obsoleto.

Y su ensayo casi también, porque, como dice, se transformó en novela, ¿no?

–Sí, porque quería que quedara reflejado el momento que hemos vivido, el cambio que ha habido con las redes sociales y que supone un punto de inflexión respecto a cómo nos comunicamos y cómo vivimos.

¿Y por qué decidió repartir la acción entre Londres, Nueva York y Buenos Aires?

–El libro empieza en Londres y sigue en Nueva York, que son dos ciudades en las que he vivido y conozco muy bien. Para cerrar la historia necesitaba un tercer destino y me debatía entre Australia y Argentina. Argentina tenía muchas más cosas a favor porque me encanta la cultura porteña y tenemos miles de cosas en común. Así que conseguí que el gobierno de Argentina me invitara a Buenos Aires para documentarme y escribir el final de la novela. Lo disfruté muchísimo.

¿Y cómo llevó lo de pasar de influencer y lectora a escritora?

–Yo había sido lectora, pero a mi manera. O sea, tengo en la biblioteca un montón de libros y en vez de leerme uno seguido cada noche, dependiendo de cómo me sienta leo un trocito de uno o de otro. Es que vengo de una cultura muy digital y siempre he leído a saltos. Y me gustan muchos tipos de libros, de psicología, de religión, de sociología, de historia... Es decir, soy súper lectora, me encanta leer, pero de otra manera, consultando las máximas fuentes. Porque si solamente consultas Instagram, al final se te acaba ocurriendo lo mismo que a todo el mundo.