Crítica de clásica
Borrachera checa con María Dueñas
Obras: de Lalo y Dvořák. Violinista: María Dueñas. Orquesta de Cámara de Europa. Director: Antonio Pappano. Ciclo Impacta. Auditorio Nacional. Madrid, 13-XI-2025.
La visita a Madrid de la Orquesta de Cámara de Europa (COE), bajo la dirección de Sir Antonio Pappano y con María Dueñas como solista, ha supuesto un rotundo éxito para el inicio de la temporada de Impacta. No todos los días se asiste a una combinación de semejante nivel: una buena orquesta, un director de renombre y una solista en pleno despegue internacional. El programa no dejaba de ser peculiar, pues unía la delicadeza y el virtuosismo franco-español de la “Sinfonía Española” de Lalo con la fuerza rítmica y popular de las “Danzas eslavas” de Dvořák, aunque las ocho seguidas de la Op46 acaban emborrachando al oyente.
La “Sinfonía española” es más bien un concierto para violín de cinco movimientos, muy exigente para el solista. María Dueñas volvió a confirmar las razones de que su nombre suene ya internacionalmente. Su interpretación fue de una solidez técnica incontestable, que la permite salir airosa de los pasajes más comprometidos, y una elegancia poco frecuente para su edad, equilibrando el virtuosismo común entre los jóvenes de hoy con una línea musical de buen gusto, sin amaneramientos ni excesos. Posee un sonido limpio, de vibrato controlado, frasea con naturalidad y gusto. Frente a esa tendencia extendida a buscar el efectismo, ella opta también por la claridad y la búsqueda de una expresividad en la que aún ha de evolucionar.
Para algunos espectadores, los aficionados de siempre, resultó irritante que el “nuevo” público que asistió aplaudiese con fervor tras cada movimiento, como si fuera un concierto de Rosalía. Por desgracia esta audiencia repitió comportamiento tras cada una de las danzas checas. ¡Insufrible! Ya podía enterarse de cómo se asiste a un concierto de esta música. Como propina nos deleitó con un arreglo -¿propio?- del “Cant del ocells” para violín, aunque los de siempre añoramos el sonido más grave del violonchelo y más cuando las últimas notas cedieron paso al solista de este instrumento.
Las ocho “Danzas eslavas” Op.46 fueron escritas originalmente, como también las Op.72, para piano a cuatro manos, inspirándose en las danzas húngaras de Johannes Brahms. La Orquesta de Cámara de Europa que nos visitó no fue exactamente una agrupación de cámara, pues abundaron maderas, metales y percusión. Antonio Pappano, que debutaba con la formación en una gira que empezó en Valencia, acompañó a la violinista con rotundidad y dejó claro que entiende que este Dvořák hay que bailarlo con algo más que con los pies. Sabe, como el director operístico que es, moldear y dejar respirar la música. Hubo energía, quizá demasiada en la furiante y esa mezcla de melancolía y esperanza tan característica del compositor checo en la dumka, pero exceso de rotundidad en los acordes a plomo del tutti, lo que a el público le encantó. Lo escrito al inicio, éxito rotundo con un público nuevo.