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Contracultura

"El borrado del hombre": cómo el feminismo acabó con la empatía

Los hombres son los culpables de todos los males de la sociedad e, incluso, si padecen más un problema, la lectura de las estadísticas siembre busca presentar a las mujeres como víctimas porque «los hombres no sufren»

Viñeta de Jae Tanaka
Viñeta de Jae TanakaLa Razón

En algún momento, el feminismo «oficial» decidió olvidarse de la igualdad y buscar, revanchista y frenéticamente, un culpable de todos sus males históricos, dedicarse únicamente a señalar al hombre como ese causante, responsabilizándole de sostener de manera concienzuda todo un sistema universal ideado, concebido y mantenido con el único fin de hacernos a las mujeres la vida imposible, de invisibilizarnos y maltratarnos. Ese gigantesco hombre de paja, ese placebo brutalista llamado heteropatriarcado, es la razón de cualquier cosa terrible (o levemente incómoda) que nos ocurra: desde no conseguir el trabajo que queremos a que nos violen o nos maten. De que nos salga mal un examen, de que no liguemos, de que nos sirvan en un bar algo que no hemos pedido, de que nos interrumpan cuando hablamos, de que no haya sitio para sentarse en el metro, de que se nos rompa una uña, de no encontrar la palabra del crucigrama. Todo nos pasa, todo, por el mero hecho de ser mujeres. Y por culpa de los hombres. Ellos no tienen ningún problema. A ellos no les agreden, no se suicidan, no pierden sus trabajos ni a sus hijos, no sufren, ni tienen dificultades de acceso a la vivienda, ni mueren en las guerras o en accidentes laborales. Los hombres no existen, no sufren.

Hilary Clinton, a propósito de la guerra, decía que «las mujeres siempre han sido las principales víctimas. Las mujeres pierden a sus maridos, a sus padres, a sus hijos en combate. A menudo, se quedan con la responsabilidad, solas, de criar a los hijos». La ONU hacía público el siguiente mensaje: «En 2020, el 6% de todos los periodistas asesinados fueron mujeres. En el Día Internacional para acabar con la impunidad de los crímenes contra los periodistas, dejadnos gritar: Parad de atentar contra las mujeres periodistas». Se habla del aumento de los suicidios entre chicas adolescentes, pero lo cierto es que tienen cuatro veces menos probabilidades que los niños y los hombres de quitarse la vida. En 2021, en España, de un total de 1.918 muertes por suicidio 475 fueron de mujeres. Eso supone menos del 25 por ciento. Publicaba David Rozado unos datos que evidenciaban la desproporción con la que los medios de comunicación españoles utilizan palabras como machismo, sexismo o misoginia, triplicando a las de cualquiera de los medios de otros 35 países analizados. Y todo esto cuando, según la ONU, la OCDE y la OMS, España es uno de los países del mundo con los niveles más bajos de violencia física o sexual hacia las mujeres y con mayor igualdad de género. En un último y pintoresco exceso, un paso más en la pretensión de borrar al hombre, se hacía viral estos días un audio en el que una profesora pedía no celebrar el día del padre y conmemorar, en su lugar, el día de la persona especial.

Feminizar carreras

«Cuando se abordan problemas que claramente tienen mayor incidencia en hombres», explica el psiquiatra Pablo Malo, experto en biología evolucionista, «siempre se observan las cosas desde el ángulo en el que las mujeres –o un subgrupo de ellas– se vean más afectadas. Existe mucha preocupación, por ejemplo, porque hay pocas mujeres en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Se habla mucho de ello y se han puesto en marcha cantidad de programas, iniciativas y becas con el objetivo de aumentar la presencia de las mujeres en estas carreras. Por otro lado, ocurre que hay muy pocos hombres en carreras como enfermería y medicina, psicología, educación y otras (HEAL: Sanidad, Educación, Administración y Lectoescritura) La feminización de las profesiones sanitarias en España y otros lugares no deja de crecer. ¿Ha habido alguna iniciativa para aumentar el número de varones en estas profesiones? Lo mismo podemos decir de otros problemas como el fracaso escolar, que es mayor en niños que en niñas, los accidentes laborales o el suicidio».

«De todo este asunto, a mí lo que me molesta es el agrupamiento, el rebaño», apunta el profesor Pablo de Lora, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. «Sigo pensando en las buenas razones feministas que hay en la idea de que la biología no es destino, o no debe serlo del todo. La biología, por supuesto, nos condiciona pero quiero pensar que condiciona a cada uno individualmente (aunque en el límite hay cosas que miembros del sexo masculino no podemos hacer por mucho que nos empeñemos, como quedarnos embarazados). Y esas razones feministas son también las del no me ponga el sello por el mero hecho de tener algo que no merezco, ni para lo bueno ni para lo malo. Las feministas de la primera ola, de la vindicación, sostenían que a cada una de las mujeres había que juzgarla por sus circunstancias propias, no por el hecho de pertenecer a un colectivo sobre el que se proyectaban supercherías tales como que su inteligencia para las matemáticas es inferior o su fuerza para hacer determinadas cosas. Todo eso hay que compatibilizarlo con lo que llamaría la verdad del promedio: en promedio los hombres somos más fuertes y por lo tanto vamos a ocupar socialmente posiciones que nos van a someter a mas riesgos, a mas accidentes laborales, etc. Por eso lo que me molesta del borrado de los hombres ahora es lo mismo que debe molestar a las mujeres del borrado de las mujeres, no en cuanto a lo trans, sino a lo que tiene que ver con la victimización excesiva. Hay que dejar la victimización, tanto unos como otros, y ocuparnos de los problemas reales. Y, desde luego, no es un problema real, por ejemplo, la existencia de un día que simbólicamente celebra al padre, igual que no entendería que a alguien le moleste el día de la madre. Es una manera de coordinarnos, como las comidas de los domingos, para señalar que ese día nos acordamos de alguien que ha tenido que contribuir para que existamos. Lo que molesta, además y como siempre, es la asimetría. Y molestan cosas como que, puestos a describir los horrores de la guerra, no se tenga en cuenta a quienes sufren en primer lugar, que son los que pierden sus vidas o ven sus cuerpos atravesados por la metralla».

Recuerda Pablo Malo que la novela «Peter Pan» cuenta que el hada Campanilla es tan diminuta que no puede contener más de un sentimiento a la vez. «Parece que la mente de nuestra sociedad es también tan pequeña que no puede contener el sentimiento de empatía por los problemas de las chicas y mujeres y, a la vez, el sentimiento de empatía por los problemas de los hombres y los chicos. Pero en realidad, no es un asunto de tamaño. Si nuestra sociedad no puede contener un sentimiento de preocupación tanto por los hombres como por las mujeres no es por un problema de almacenamiento sino porque hay una ideología que impide que arraigue el interés y la preocupación por los problemas que afectan a los chicos y a los hombres: el feminismo».

Masculino suma cero

Tercia el filósofo Fernando Savater: «decía Voltaire (hablando de los viejos) que quien no tiene las virtudes de su edad tendrá que conformarse con sus vicios. Lo mismo puede aplicarse a los varones: ahora abundan las y los descerebrados que minimizan o desdeñan las virtudes propias de la masculinidad (las expuso magistralmente Ruyard Kipling en su poema “If”) y por tanto no hacen más que magnificar sus indudables defectos. Pero hoy en Occidente las víctimas no son específicamente varones o hembras, sino más bien los pobres. Con dinero nadie es realmente víctima entre nosotros». «La sociedad, dominada por la ideología feminista, ve estos problemas como un juego de suma cero: todo esfuerzo dedicado a los problemas de los hombres es algo que se roba o se quita a los intereses de las mujeres», continúa Malo. «Evidentemente no es así. Abordar, por ejemplo, el fracaso escolar de los chicos va a hacer que haya menos delincuencia, menos consumo de drogas y así más chicos con estudios superiores que puedan ser las parejas que las mujeres con alto nivel de estudios cada vez tienen más dificultad en encontrar. Toda la sociedad se beneficiaría de ello. Pero tratar estos problemas supone correr el riesgo de algo muy grave: de que te acusen de machismo y eso es pecado mortal. El feminismo sigue aplicando la estrategia de llamar a alguien que quieres controlar machista hasta que le controlas. Y, de momento, funciona a las mil maravillas, especialmente en España», asegura Pablo Malo.

[[H2:La custodia compartida y el «empate»]]

«Afortunadamente, la justicia, en materia de igualdad, va muy por delante en relación a otros ámbitos de nuestra sociedad», comenta Alfredo Fernández, abogado especializado en custodia compartida y divorcios, «pero a pesar de los grandes avances, sigue siendo muy constatable la desigualdad existen entre hombres y mujeres, en favor de las segundas». Habla Fernández sobre la Ley de Violencia de Género y su más que acreditada limitación de derechos al eliminar la presunción de inocencia al determinar que la mujer es un bien necesariamente protegible y el hombre en si mismo culpable como consecuencia de su sexo. Y de las absurdas nuevas modificaciones legislativas que implican que un hombre que se sienta mujer pasaría a ser víctima, y una mujer que se sienta hombre pasaría a ser culpable. Solo por un absurdo criterio vinculado a una opinión de ese momento y no en relación a un hecho objetivo. Sobre la custodia compartida explica que «hace escasos 12 años en España obtenían la custodia compartida uno de cada diez padres. En la actualidad, y no ha dejado de crecer, ya asciende al 43,5 por ciento de los divorcios que se realizan al año. Aunque en España no existe una Ley de Custodia (menos aún de custodia compartida), gracias a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, lo que hace 12 años era excepcional hoy es la opción más habitual de los jueces en España, siempre que se den las condiciones para realizarse. Podemos afirmar que el “conservador” Tribunal Supremo ha hecho más por la igualdad real de hombres y mujeres que el “progresista” Ministerio de Igualdad, que incluso ha tenido “miembras” que han llegado a afirmar que la custodia compartida era otra forma de violencia de género». Y añade: «ciertamente, cualquier hombre tiene muchas opciones de ser co-custodio siempre que se cumpla una serie de requisitos. Pero no es menos cierto que su mejor resultado en un divorcio sobre custodia es “empatar”. No existe la posibilidad de “ganar”. Para un hombre es prácticamente imposible tener custodia exclusiva salvo que la madre renuncie a ella. El padre, necesariamente, tiene que acreditar que es un buen padre, que siempre ha estado implicado en el cuidado de sus hijos y que, bien la madre acceda de común acuerdo, o bien un equipo psicosocial acredite que efectivamente es así. Si consigue todo eso, entonces, y sólo entonces, será co-custodio. Pero es casi imposible obtener la custodia en exclusiva aún acreditando que está más implicado en el cuidado de sus hijos». Y añade un dato muy preocupante: «No se pueden ofrecer datos, porque no se quiere profundizar en ellos, pero existe un elevado número de suicidios de varones en los procesos de custodia por decisiones judiciales que arrastran a los hombres (generalmente sólo y exclusivamente es a varones) a vivir situaciones de semi-esclavitud por tener que soportar casi en exclusiva las cargas económicas para, encima, ver poco a sus hijos, quienes al final entre estar en la casa familiar generalmente con la madre (que pagan ambos progenitores) o estar en la habitación alquilada o en la casa de un familiar que acoge al padre, los hijos comunes empiezan a desarrollar un desafecto al progenitor paterno que poco a poco le desvinculan de éste».

«Y con todo, cuando se critica este feminismo», interviene Pablo Malo, «todavía se escucha con frecuencia (en lo que es un claro ejemplo de falacia de la mota castral) que el feminismo sólo busca la igualdad de derechos. Pero sus hechos nos demuestran que esto no es verdad. Al feminismo sólo le preocupan las desigualdades que van en una dirección. Yo, personalmente, no veo indicios de que las cosas puedan cambiar a corto plazo. Vivimos en una sociedad que, como en ‘‘Peter Pan’’ de nuevo, se niega a crecer y madurar». «Los mejores movimientos de la humanidad», concluye el dramaturgo y escritor Albert Boadella, «son siempre presa fácil de los fanáticos que pueden desarrollar así sus impulsos represores o totalitarios encubiertos por la alta misión a desarrollar. El feminismo no está exento de esta regla tan repetida en el humano rebaño. Y nos toca sufrirla en la actualidad».