«Cada día las mismas torturas e incineraciones»
Dicen que «La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados». En ocasiones, funciona más bien como el ejemplo para evitar la vuelta al infierno. Por eso se ha concedido tanta importancia a los testimonios de aquellos que sobrevivieron a los campos de concentración. Hasta ahora, la mayor parte de narraciones eran más bien tardías –con las malas pasadas que suele jugar el tiempo a los recuerdos–, pero el relato en primera persona de aquella catástrofe histórica acaba de dar un giro con la publicación de «Excavaciones: supervivientes-recuerdos-transformaciones», un libro con cartas, diarios y ensayos tempranos, así como los cuestionarios que rellenaron 1.100 supervivientes a principios de los años 50.
«Un muro de silencio»
El encargado de publicarlo ha sido el Servicio Internacional de Rastreo (ITS) de Bad Arolsen (en el oeste de Alemania), creado por la Cruz Roja, que dirige una comisión de 11 países y acumula 47 millones de documentos sobre la tragedia. «Existía hasta ahora la suposición equivocada de que los supervivientes apenas habían publicado después de 1945, pero no fue así. En realidad, hubo una gran cantidad de estos textos, que, sin embargo, se encontraron con un muro de silencio», asegura Sascha Feuchert, director del Centro de Literatura del Holocausto en la Universidad de Giessen.
«El ITS ha abierto demasiado tarde. Una apertura anterior habría hecho más fácil la investigación», se lamenta Susanne Urban, la directora de investigación del centro y una de las responsables de la publicación.
«Durante mi estancia no hubo ningún acontecimiento especial; todos los días las mismas incineraciones y torturas», dejó como testimonio Helena Rosenbaum, una de las supervivientes del campo de concentración de Auschwitz (Polonia), apenas un ejemplo del horror que puede encontrarse en estas páginas y que fueron escritas de forma contemporánea a otra de las piezas literarias más conocidas sobre estos sucesos que nunca debieron ocurrir, «Si esto es un hombre», de Primo Levi, aunque el autor italiano lo publicó mucho más tarde y revisó en múltiples ocasiones el texto, que propuso como «un documento para el estudio desapasionado del alma humana». Claro que, aunque el escritor no esquiva la crudeza de los hechos, el libro pasará a la posteridad por la lucidez de sus reflexiones: «La convicción de que la vida tiene una finalidad está grabada en todas las fibras del hombre, es una propiedad de la sustancia humana», por ejemplo.
Adiós a los supervivientes
El Servicio Internacional de Rastreo, que acaba de ser galardonado con el World Soundtrack Award de la UNESCO, fue abierto en 2006 a los historiadores y especialistas. Hasta entonces sólo era accesible para los familiares de las víctimas, pero, gracias a la presión internacional, los responsables cedieron a que los estudiosos de esta funesta época tuvieran acceso directo a las fuentes. La naturaleza avanza inexorable, así que en pocos años ya no será posible obtener testimonios directos de aquellos que consiguieron esquivar la muerte, por eso serán aún más valiosos los documentos que se custodian allí. Eso no evitará que el SIB continúe proporcionando información a las familias afectadas. A pesar del tiempo transcurrido, las peticiones son constantes. Reciben una media de 150.000 solicitudes anuales y aún tienen cientos de miles de casos sin resolver.
Este relato de primera mano será muy distinto a otros que se acaban de redescubrir en Moscú, donde se ha presentado recientemente el libro «El fantasma del Holocausto: el cine soviético y la catástrofe judía», publicado por la Rutgers University Press. «Al pensar en películas sobre el Holocausto, a la gente se le vendrá a la cabeza inmediatamente «La lista de Schindler» o «La vida es bella», pero, en realidad, casi la mitad de las víctimas del Holocausto, unos tres millones de personas, fue asesinada en los territorios de la Unión Soviética, y esto no forma parte en ningún modo del imaginario público. Simplemente, está fuera de nuestra visión, la gente no piensa en lo que sucedió en la URSS», declara la profesora Olga Gershenson, profesora de Estudios Judaicos y de Oriente Próximo de la Universidad de Massachusetts Amherst, en una entrevista con RIA Novosti. La especialista considera que todas estas películas fueron, en la práctica, borradas de la historia oficial rusa.
Una de las primeras cintas de la URSS que trató el asunto de la persecución nazi de los judíos fue «El profesor Mamlock», que fuer rodada en 1938 y que fue proyectada en el Festival de Toronto después de que la investigadora la hallara. Está escrita por Friedrich Wolf, un médico y escritor judío que tuvo que huir de Alemania, como tantos otros, cuando los nazis alcanzaron el poder. Relata, de manera cruda, la peripecia de un doctor judío que cae en manos de la temidas SS. Apenas se proyectó en los cines soviéticos, pues fue prohibida a finales de los años 40. La profesora recorrió archivos cinematográficos y dio con otros títulos cuyos directores, algunos vivos con ahora entre 80 y 90 años, le agradecieron que los rescatara del olvido.
Este fue el caso de Grigorii Kanovich, que ahora vive en Israel y que creía que su guión sobre el Holocausto, «Dios está con nosotros», se había perdido después de medio siglo. Peor es aún la experiencia de Boris Ermolaev, cuya batalla por llevar a la pantalla «Padre Nuestro», también sobre las víctimas de los alemanes, le costó la carrera. El realizador vive ahora en un hogar de ancianos en Montreal: «La triste ironía es que se trata de un asilo judío, pero nadie a su alrededor es consciente de la maravillosa película que quería rodar y la audacia que era necesaria para emprender un proyecto de este tipo en la Unión Soviética de los 60», asegura la investigadora. Se encontró también con Valentin Vinogradov, cuya carrera fue destruida durante el rodaje «Corredor del Este», ya que la censura calificó su obra como una aberración contra el sistema. Según Gershenson, «hasta el día de hoy Vinogradov es uno de los cineastas soviéticos más importantes de la historia, pero nadie ha oído hablar de él». Este trabajo no viene sino a demostrar que la persecución no era cosa de uno de los bandos.