Sección patrocinada por sección patrocinada

Premios Platino

Camarón, el Bob Marley gitano

El realizador Alexis Morante retrató al genio en el documental que aspira a ganar el Premio Platino de su categoría: “Fue un mito. Murió a los 40 y en el infierno”, dice su director

Camarón, el Bob Marley gitano
Camarón, el Bob Marley gitanolarazon

El realizador Alexis Morante retrató al genio en el documental que aspira a ganar el Premio Platino de su categoría: “Fue un mito. Murió a los 40 y en el infierno”, dice su director

Hay historias de una dimensión tan grande que parecen imposibles de narrarse. Son las vidas de hombres con una dimensión que casi alcanza lo sobrenatural, que cobran la apariencia del mito. Ésta es la de Camarón, el rey gitano, un cantaor que alcanzó la cota de divinidad cuando, paradójicamente, su mortalidad se lo llevó por delante. Cerca de donde nació el ángel del flamenco (San Fernando) vivía Alexis Morante, aunque hace años que vive en Los Ángeles y realmente el flamenco nunca fue lo suyo. Estudió cine, su pasión, en Nueva York y en su clase por algún azar del destino estaba Curro Sánchez, hijo de Paco de Lucía. Mientras se cumplía en silencio administrativo el 25 aniversario de su muerte, al menos apareció la idea de hacer un documental sobre su vida, uno que pudiera llamarse definitivo. Y por ser un alienígena del flamenco, cuando Sánchez supo que el proyecto estaba en marcha, ofreció el nombre de Morante. El resultado, “Camarón”, está nominado al mejor documental en los Premios Platino de cine Iberoamericano que se fallan esta noche (hora local) en la ceremonia que tiene lugar en Xcaret (México).

¿Con qué cara se enfrenta uno a un gigante, a un tótem? “Es dificilísimo, porque Camarón representaba a un pueblo y de él se dice siempre que no hay nada más que decir. Hoy es el mayor mito que existe de una cultura y cuando alguien trata de hacer algo sobre él, inmediatamente aparecen las suspicacias”, comenta el director del filme, que ha realizado otros sobre figuras del rock y del pop como Enrique Bunbury y Alejandro Sanz, y buscaba hacer un documental fiel a la narrativa americana: “De esos que tratan a los músicos como mitos. Como los que existen sobre Jim Morrison o Amy Winehouse. Yo consideraba que él era el máximo exponente de una cultura y a su alrededor se rinde un culto casi digno de fanatismo mitológico. Para mí, camarón es nuestro Bob Marley o nuestro Elvis Presley”.

“Me sacudí la presión de una manera: no hice ni una sola entrevista nueva”, explica el director, que se embarcó en una investigación por los archivos y se sirvió de la voz de Juan Diego para narrar la cinta. Hoy, en 2019, es indiscutible, pero hace tres décadas, su figura generó un cisma. “Con Camarón hay un hermetismo muy grande, se le protege mucho. Por eso yo quería contar la historia, pero no desde el hoy, porque entonces solo iba a poder contar que es el más grande. Me interesaba ir al presente del pasado, cuando Camarón no estaba en cuestión, incluso antes, cuando viene de abajo”, señala.

Morante tenía claro el tipo de película que quería hacer. Necesitaba los derechos de su música, el apoyo de las instituciones, el consentimiento de la familia. Y lo logró. “Tuvimos acceso a todo lo que hay, a investigar en cosas que no se habían visto. La Chispa vive en La Línea, cerca de Algeciras, y allí fui a su desván, donde guarda muchísimos recuerdos. Entre ellos había como 80 cintas de VHS muy deterioradas, con hongos y de todo. Las restauramos y descubrimos algunas joyas, como una visita que hace a la iglesia del culto, que es la de los gitanos, donde hay un pastor en el que él no creía pero La Chispa le lleva. Y hace un canto a la salvación allí. En las imágenes aparece él rezando cuando ya le quedan muy pocos días de vida. Fue una especie de intento desesperado por curarse. Los hechos se conocían y salen en la película que hizo Óscar Jaenada, pero no se conocía esta cinta”, cuenta Morante.

Para evitar el tono de panegírico, es clave encontrar la confianza de la familia, en un sentido muy claro. “Sin confianza, no hay posibilidad de hacerlo, porque te tienen que dejar poner cosas que ellos no pondrían en sus vídeos de promoción para que se pueda contar la historia. Es necesario poner sus malos momentos, sus caídas, para que haya un ascenso. Y eso lo entendieron, que era necesario contar la bajada. Ellos vieron el premontaje pero apenas pusieron ninguna pega y se involucraron en los estrenos”, relata.

La película tiene algo de ficción en un sentido narrativo. Hay tres actos bien marcados. El primero es el de una persona que nace en la pobreza absoluta, en paralelo a la historia de España, la de los 50, que es la posguerra, tiempos pobres y en San Fernando mucho más. “Son suburbios gitanos donde el flamenco es algo callejero, de tascas pequeñas. Él empieza a crecer y crece con el flamenco. Se enfrentaba a los antiguos, a Manolo Caracol, por ejemplo, porque como niño de 17 años parece que canta más moderno y mejor que ellos. Y se junta con Paco de Lucía y salen con pantalones de campana y el pelo largo. Modernizan el flamenco, pero para muchos es una aberración”.

El segundo acto es cómo entre los dos “hacen como McCarntey y Lennon, cambian el flamenco por completo y para siempre”. Pero camarón se separa de Paco de Lucía y sigue adelante con la revolución absoluta. Hace “La leyenda del tiempo”. “A partir de ahí lo internacionaliza y se convierte en el líder del flamenco y, todavía más, porque estamos en la Transición y España está cambiando, también se hace el líder del pueblo gitano, que necesitaba uno”, explica Morante. Camarón, que frecuenta la noche y a los rockeros de los 80, hace una movida suya en paralelo a la madrileña que tiene lugar. Y cae en la misma droga que los rockeros.

“Cae en la droga como puede acabar Antonio Flores y los demás. Él tiene mucha presión y sale por la noche, hay mucho famoseo y gente que le ofrece cosas. Camarón tiene una personalidad muy fuerte pero también es débil en el cara a cara, no dice que no a nada, está dispuesto a cantar cuando sea y donde sea. Pero no busca la autodestrucción, él es feliz con su mujer y sus hijos”, cuenta el realizador sobre los ambientes que frecuenta en cantaor y sobre una figura, la suya propia, que crece más de lo que él se imaginaba, que le sobrepasa.

“Eso le hace caer en la heroína donde todos empiezan a caer, no es algo propio de él. En el documental trato un aspecto que se interpretó con cierto racismo. En los 80 se decía aquello que los gitanos son la droga, y no. Eran todos, la Movida entera, el rock, el pop y el “artisteo””, explica.

Otro aspecto importante es que el cantaor cayó en la droga pero ésta no se lo comió. Camarón la deja, se recupera, está limpio. Y es que la película narra el auge y caída de un mito. Sus desencuentros con Paco de Lucía, cómo los gitanos le dan la espalda, cómo cae en la droga y baja a los infiernos “Pero tres años después tiene cáncer y eso se lo lleva. Se muere a los 40 años irremediablemente, en un infierno, con angustia porque se sabe cómo va a terminar. No quiere morir, pero se muere, esta es la tragedia de la película. Y por eso se erige en un mito”.