
Sección patrocinada por 

25 de julio
El Camino de Santiago como eje simbólico de la Hispanidad global
Nada impide que, en el futuro, la red jacobea obtenga un reconocimiento oficial más allá de Europa y cruce mares y océanos

El Camino de Santiago, revitalizado con motivo del Xacobeo 1993, se ha consolidado como una seña de identidad de Galicia y como uno de los motores fundamentales de su industria cultural, dinamizando la economía, fomentando el intercambio cultural y proyectando internacionalmente la imagen de la comunidad. Este impulso se gestó durante la presidencia de Manuel Fraga, conocido como el León de Vilalba, al frente de la Xunta de Galicia. La iniciativa, propuesta por Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, supo identificar el potencial estratégico de la ruta medieval jacobea en el contexto de la España de 1992, año clave marcado por la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. El Camino de Santiago fue incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1993, recibiendo posteriormente en 2015 un reconocimiento ampliado para incorporar otros itinerarios históricos como el que atraviesa Mondoñedo. Nada impide que, en el futuro, la red jacobea obtenga un reconocimiento oficial más allá de Europa y cruce mares y océanos, consolidándose como un eje cultural global. Es bien conocido que el Camino de Santiago, gracias a su profundo significado religioso durante la Edad Media, desempeñó un papel esencial en la conformación de la idea de Europa, actuando como eje vertebrador espiritual y cultural del continente. Empero lo que no es tan conocido, y es precisamente el objeto de estas líneas, destacar la trascendencia de la figura del Apóstol Santiago en la construcción simbólica y geográfica de la Hispanidad, y plantear su unión a través de una nueva dimensión del Camino de Santiago.
Cuenta la tradición que el apóstol Santiago emprendió su misión evangelizadora en los confines del mundo conocido entonces, lo que hoy es Galicia, donde sembró los primeros brotes del cristianismo. Durante su estancia en Hispania, se le apareció la Virgen María sobre un pilar, el mismo que hoy se venera en Zaragoza, para pedirle que regresara a Judea y la acompañara en su tránsito hacia la muerte que se acercaba. De vuelta en Jerusalén, Santiago fue apresado por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea y Samaria, y finalmente decapitado, tal como relatan los Hechos de los Apóstoles (12, 1-2). Sus discípulos Atanasio y Teodoro recogieron el cuerpo sin cabeza y huyendo de la persecución, lo embarcaron en el puerto de Jaffa, llevándolo por mar en una travesía legendaria hasta Galicia. Allí le dieron sepultura en un lugar que permanecería oculto durante siglos. A comienzos del siglo IX, una estrella luminosa revelaría la ubicación del sepulcro, dando origen al topónimo Compostela (del latín campus stellae, campo de las estrellas). Sobre aquel lugar se irían edificando una capilla, luego una iglesia, y más tarde la actual catedral de Santiago de Compostela. La autenticidad de los restos será reconocida oficialmente por la bula Deus Omnipotens, emitida en 1884 por el papa León XIII.
Desde el momento en el que se descubren los restos del apóstol, Santiago se consagra como patrón del espíritu bélico y religioso de la Reconquista, convirtiéndose en símbolo de protección frente al Islam, especialmente reforzado por las numerosas tradiciones que relatan sus apariciones en los campos de batalla. Así, el año 1492, con la conquista de Granada y el descubrimiento de América, se vivirá el aura protectora del Apóstol Santiago consolidándolo como emblema espiritual de la Monarquía Hispánica.
Un culto que cruzó el Atlántico
Y esto hará que, tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, el culto jacobeo se traslade de forma inmediata a América integrándose en el proceso de expansión espiritual y territorial de la Monarquía Hispánica. Un ejemplo temprano lo hallamos en el segundo viaje de Cristóbal Colón, quien funda el fuerte Santiago, germen de la actual ciudad de Santiago de los Caballeros en la República Dominicana, cuyo nombre honra expresamente a Santiago de Compostela. A esta fundación se sumarían otras muchas bajo el mismo patronazgo, como Santiago de Cuba, Santiago de Guatemala o Santiago de Chile, testimoniando cómo la devoción al Apóstol se proyecta por todo el continente americano, dejando una huella indeleble en su toponimia y en su imaginario colectivo.
Luego vendrá la exploración del océano Pacífico y la expansión hacia el sudeste asiático, con especial protagonismo de las islas Filipinas. Allí donde llegaron los exploradores y conquistadores españoles, es razonable pensar que también lo hizo el recuerdo y la devoción al Apóstol Santiago. Hoy, gracias a herramientas tecnológicas de geolocalización, sabemos que existen cerca de 100 ciudades en el mundo que llevan el nombre de Santiago. Si ampliamos la búsqueda a otros topónimos vinculados al Apóstol, como parroquias, aldeas, barrios, accidentes geográficos o montes, la cifra se eleva a casi 500 presentes en los 5 continentes (pendientes de encontrar una referencia en la Antártida llevada de la mano de Chile). Esta estimación, basada en tecnología digital, podría incrementarse mediante una labor sistemática de investigación toponímica y geográfica de carácter científico, que recurra a fuentes históricas, archivos y trabajo de campo.
La vinculación entre los topónimos dedicados a Santiago y la Hispanidad se confirma gracias a la evolución lingüística del nombre del Apóstol. Su origen se encuentra en el hebreo Jacob, que pasará al latín como Iacobus. A partir de esta forma latina, las lenguas romances desarrollaron distintas variantes. En el caso del español, la expresión Sant Iacobus experimentará una fusión fonética singular que dará lugar a Santiago, forma exclusiva del español que integra el título de santidad con el nombre propio. Por ello, mientras en español decimos Santiago, en otras lenguas europeas se emplean variantes muy distintas: James en inglés, Jacques en francés, Giacomo en italiano, Jaume en catalán, Tiago en portugués y Xacobe en gallego, de donde procede la expresión Año Xacobeo. Esta diversidad lingüística refuerza la idea de que el nombre de Santiago, en su forma española es seña de identidad de la Hispanidad, no dejando lugar a dudas de topónimos de otros países como Italia, Holanda, Francia o Gran Bretaña.
La Hispanidad se manifiesta en todos aquellos lugares donde España dejó su huella, ya sea a través del idioma, la cultura o las instituciones. Pero también pervive en los topónimos, que actúan como testigos silenciosos de esa herencia común presente en los cinco continentes. Entre ellos destaca el nombre del Apóstol Santiago, llevado por los españoles a todos los rincones del mundo dónde una vez estuvo presente España, como símbolo de fe, identidad y protección. Allí donde encontremos un lugar que lleve su nombre, puede trazarse también un vínculo simbólico con el sepulcro del Apóstol en Galicia. Así, el Camino de Santiago del siglo XXI puede proyectarse en el espacio internacional uniendo el testimonio de la historia a través de la toponimia, como una de las expresiones más poderosas y cohesionadoras de la hispanidad, capaz de articular territorios, lenguas, identidades y memorias compartidas a lo largo del tiempo y del espacio.
Actualmente existe una Fundación denominada Orden del Camino de Santiago, conformada por 1.633 damas y caballeros, y que tienen como objetivo servir de vínculo entre continentes profesando el respeto al Apóstol Santiago y [...] fomentar una red internacional de peregrinos. La vertebración a través de los topónimos evoca al Apóstol, remite al Camino, enlaza con Galicia y mantiene viva la memoria de la Hispanidad. Dedicado este artículo a Santiago de las Heras Mateo
*Felipe Debasa es profesor titular de Historia Contemporánea de la URJC
✕
Accede a tu cuenta para comentar

Las titulaciones de los políticos