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Festival de Cannes

Cannes se lo juega todo al “noir”

Tras la gran acogida de la cinta de Almodóvar, que la prensa francesa ve como Palma de Oro, Nicolas Winding Renf y Diao Yinan llenan de violencia la pantalla

Nicolas Winding Refn (derecha), director de «Too Old To Die Young», junto a Miles Teller, protagonista / Ap
Nicolas Winding Refn (derecha), director de «Too Old To Die Young», junto a Miles Teller, protagonista / Aplarazon

Tras la gran acogida de la cinta de Almodóvar, que la prensa francesa ve como Palma de Oro, Nicolas Winding Renf y Diao Yinan llenan de violencia la pantalla.

Parece que ya es oficial: con la larga ovación que recibió «Dolor y gloria» en la sesión de gala y las once Palmas que ha recibido por parte del ranking de quince críticos de la revista «Le Film Français», Almodóvar encabeza la lista de favoritos para ganar la Palma de Oro. Mientras tanto, ayer Cannes se vestía de «noir», incluso acogiendo, fuera de concurso, el estreno de dos episodios de «Too Old to Die Young», serie dirigida por Nicolas Winding Refn en sintonía con el estilo violento y estilizado de «Solo Dios perdona». A concurso, dos notabilísimos thrillers, «El lago de las ocas salvajes», del chino Diao Yinan, y «La Gomera», del rumano Corneliu Porumboiu, jugaban a malabares con sus estructuras narrativas para proponer sendas relecturas del género.

En la misma línea que «Black Coal», con la que obtuvo el Oso de Oro en 2014, el filme de Diao Yinan, que el mismísimo Tarantino aplaudió en el pase de gala, trabaja sobre la revisión de los arquetipos del «noir» –el gángster romántico, que parece haberse escapado del cine de Nicholas Ray; la mujer fatal con amor propio y complejo de culpa- a través de una historia que se divide en dos partes definidas por su escenario: la primera, una estación de tren y sus alrededores, en la que los personajes se dedican a contarse, en forma de «flashback», el largo camino que han tenido que recorrer hasta llegar allí; la segunda, las inmediaciones del lago del título, auténtico concentrado de miseria, delincuencia y perdición que Diao retrata con un gran sentido del espacio, y que funciona como espléndida radiografía de los bajos fondos de la China contemporánea. A pesar de su ramificada, tortuosa arquitectura narrativa, prevalece en el filme un humanismo –es, en fin, la historia del sacrificio de un padre de familia– exento de clichés, insuflado de una energía casi fulleriana.

El silbo gomero es un idioma

Al lado de «La Gomera», «El lago de las ocas salvajes» es la película más lineal de la historia del cine. Como demostró en «El tesoro» y, sobre todo, en la excelente «Policía, adjetivo», Porumboiu está interesado en la semiótica del lenguaje, en los secretos insondables de un código que nunca es común para todos, que siempre tiene que ser reaprendido. No es casual, pues, que el «macguffin» de «La Gomera» –el idioma que hará posible que la trama, que implica a un policía, a una banda de mafiosos españoles (liderados, ojo, por Agustí Villaronga) y a treinta millones de euros que son una auténtica patata caliente, se desenrosque como una serpiente en invierno– sea el llamado «silbo gomero», un lenguaje típico de la isla que traduce el abecedario en una sinfonía de pausas y silbidos. Del mismo modo, la película parece estar construida por oraciones subordinadas en busca de un sujeto principal, como si Porumboiu, trascendiendo la condición de rompecabezas del relato, nos estuviera enseñando, también, un nuevo idioma para que entendiéramos su historia de ambición, traición, amor y violencia desde la más absoluta deconstrucción de sus códigos enunciativos.