Flamenco

Cantaor sin palmeros

El genio llevaba acompañantes, o más bien compañeros; así Tomatito estuvo 20 años a su lado y, como en otros artistas que le siguieron, también dejó en él una huella imperecedera

Raimundo Amador, segundo por la izda., Camarón, en el centro, y Tomatito, a la dcha., durante la grabación de «La leyenda del tiempo»
Raimundo Amador, segundo por la izda., Camarón, en el centro, y Tomatito, a la dcha., durante la grabación de «La leyenda del tiempo»larazon

El genio llevaba acompañantes, o más bien compañeros; así Tomatito estuvo 20 años a su lado y, como en otros artistas que le siguieron, también dejó en él una huella imperecedera.

Pocas figuras gozan de un consenso tan absoluto como el que genera Camarón. No sólo en tanto artista. En todos los casos, tratarle es igual a venerarle. Durante su desgraciadamente corta carrera, algunos de los que estuvieron junto a él en un escenario siguen recordando su talento y su humildad. Muchos de ellos eran más jóvenes que Camarón cuando éste les llamó y menos conocidos, pero no por eso recibieron un trato despectivo. «Yo tenía 16 años cuando empecé con él y le acompañé durante 20 –dice Tomatito, guitarrista en buena parte de sus discos y giras–. Jamás me dirigió una mala palabra. Nunca sucumbió a las envidias ni a las críticas que se le lanzaban. Él siempre estuvo del lado de los que le acompañábamos».

Camarón descubrió a José Fernández (1958), Tomatito, en una taberna de Málaga, adonde solía ir. Le escuchó tocar, y sencillamente, le reclutó para un festival de la zona. «Me temblaban las piernas. Tenía 13 años», dice el guitarrista recordando el momento. Tomatito no era más que un niño que se abría camino en la ciudad. «Camarón cuidó de mí, no sólo como artista, sino como persona. Yo no sabía nada de la vida, él me ayudó a crecer y a madurar, a enfrentarme a la vida. Y lo hizo con una generosidad inmensa», recuerda. Fue su acompañante mucho tiempo que le convierte en «un privilegiado». Con los genios, la convivencia no es sencilla. A veces, su talento es tan grande que les vuelve impacientes o exigentes hasta el límite. «Eso no era el caso de Camarón. Todo lo contrario. Yo en la vida le escuché una mala palabra ni levantar la voz. Y es verdad que los artistas geniales se vuelven soberbios. Pero él era más grande que los grandes y más sencillo que los sencillos», recuerda. Del talento musical del de San Fernando, Tomatito resalta que «era un músico escandaloso, pero no solo en términos del flamenco, sino en su capacidad para cambiar y adaptar el cante, para innovar y romper estructuras. ¡Y qué sentido del ritmo!», exclama.

«Fue esa voz y esa sensibilidad lo que consiguió que los intelectuales se interesasen por el flamenco... Que el flamenco era para una minoría y el lo abrió a lo largo y ancho de este mundo. Por eso, los jóvenes le tienen todavía como una referencia pasado este tiempo. Y, si no, que les corten las orejas», bromea. Por todo esto, Tomatito piensa que «él habría cantado bien con cualquiera. Puede que yo toque mejor o peor, pero su capacidad tan arrolladora le permitía hacerlo bien hasta con un mal guitarrista». Tomatito, que participó en las grabaciones del emblemático «La leyenda del Tiempo» y después en otras piezas maestras como «Potro de rabia y miel», ¿qué recuerdos guarda de él? «El que se tiene de un hermano. Yo creo que me quería», zanja.

una inspiración

En el disco «Soy Gitano» colaboró con Camarón el otro guitarrista grande que, junto a Tomatito, nos queda. Vicente Amigo fue «reclutado» por el cantaor de una manera idéntica. «Le conocí siendo un crío pequeño en festivales donde iba tocando para el baile, imagínate si hace años. Me llamó y desde el principio le admiré, porque era tímido y educado, pero también sensible y generoso». Las descripciones parecen calcadas. «Uno no podía decirle que no si te llamaba. Tenía que vivir eso y todavía hoy sigue siendo una inspiración. Lo que más destacaría es su forma de decir las cosas. Tenía dos voces, como el ying y el yang. Era el hombre y la mujer. Con un registro amplio y respetuoso con la naturaleza, él podía hacer lo que quisiera», dice Vicente Amigo. Lejos de las metáforas divinas, todos destacan su humanidad: «Una vez, grabamos para la televisión y yo tenía que volver a Córdoba a dormir, pero no tenía dinero. Y le pedí prestado. Él me lo tendió con esa voz ronquilla. Me dio lo que necesitaba, siempre fue generoso con eso también», dice el sevillano.

Preguntar por sucesores es como sacar un tema pasado de moda. «Nuestro destino es sucedernos –dice Amigo–. Aunque no habrá nadie como él. Puede que haya otros fenómenos que le seguirán, porque eso pasará mientras las mujeres sigan dando a luz por fortuna. Eso no tiene techo. Pero él es irrepetible, eso seguro. Ahora hay cantaores y cantaoras muy buenos. Sin embargo, el tirón de Camarón tendrá que pasar mucho tiempo y creo que yo no lo veré». Tomatito piensa diferente: «No habrá sucesor. Aunque existirá otro que cante bien, claro, pero mira: esto es como pasa con Paco de Lucía. Yo soy guitarrista y él es el más grande. Luego estamos todos los demás, pero muy lejos. Tengo una edad que sé lo que soy y lo que no. Sé que hay a quien le gusta cómo toco y eso me encanta. Lo sé, pero también conozco el lugar que ocupo».