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Carlos Aladro pasa a la acción (y se desmarca de Gómez)

El nuevo director del Teatro de la Abadía se ha presentado hoy, Día Mundial del Teatro, en sociedad con un proyecto incipiente en el que se abre brecha con la etapa anterior

Carlos Aladro
Carlos Aladrolarazon

El nuevo director del Teatro de la Abadía se ha presentado hoy, Día Mundial del Teatro, en sociedad

Dice Carlos Aladro (1970, Madrid) que la coincidencia de su puesta de largo como director del Teatro de la Abadía con el Día Mundial del Teatro no ha sido intencionada, pero sí ha aprovechado la ocasión para comenzar su presentación con el manifiesto escrito por Carlos Celdrán: “Antes de mi despertar en el teatro, mis maestros ya estaban allí (...)”, leía.

En este caso, uno de sus mentores ha sido José Luis Gómez, de quien coge el testigo y del que ha comentado que aprendió que esto de los escenarios no es solo interpretación, “sino también gestión”. Así lo demuestra una carrera que ya llevó a Aladro (de 2001 a 2009) al teatro que ahora va a dirigir, colaborando primero como ayudante de dirección artística, y luego en la programación y gestión de la Fundación, como adjunto a la dirección y subdirector. “Una praxis del día a día que no se enseña en las escuelas”, ha comentado.

Ahí comenzaría con su incursión en la gestión, pero el “verdadero máster”, dice, vendría de 2009 a 2016, con su etapa al frente del Corral de Comedias de Alcalá de Henares –centro dependiente de la Fundación de la Abadía–, “donde hubo que negociar con la crisis”. Después vendrían el Festival de Otoño y Clásicos en Alcalá, sus últimos trabajos de administración.

Con este CV en la gestión llega Carlos Aladro al liderazgo de una Abadía en la que ya dirigió hasta seis producciones, a pesar de que sus comienzos poco tuvieran que ver con las tablas, “más bien con la ecología”, apunta. Pero la cabra tira al monte, que dice el refrán, y su pasado ya estaba marcado por un padre titiritero y una madre periodista de artes escénicas. Así que el grupo de teatro de Agrónomos le metió en el cuerpo un gusanillo que tres décadas después es imparable.

Una pequeña introducción en el pasado de Aladro que él mismo ha hecho antes de exponer un proyecto muy incipiente y con el que ha firmado por cinco años, más una posible prórroga de tres. “Solo llevo una semana”, se justificaba. Así, lo primero que quiere abordar el madrileño es el “diagnóstico de las fortalezas y debilidades del centro”. Como ideas, propone que “la que ha sido hasta ahora la casa de los actores avance a ser la casa de los creadores”, en la que se quede obsoleta la figura del director “omnipresente, omnipotente y omnisapiente” y se dé paso a la “confluencia de un número de creadores asociados que cambien la palabra por la acción, y en la que se abra el mayor abanico posible de lenguajes, de riesgo, innovación y donde haya derecho al fracaso”.

Con ello, el nuevo director pretende que la Abadía no deje de ser un “teatro de cámara”, “me encanta”, en el que la cercanía continúe siendo una de sus principales virtudes. Un lugar en el que el director, él, Aladro, sea “un mediador que conecte a actores con creadores y a artistas con la ciudadanía. Y donde también pueda sumar mi labor como pedagogo”.

Proyecto que, todavía sin definir y que manejará un presupuesto de más de 3,5 millones de euros (2,265 subvencionado y 1,325 de ingresos propios), parece abrir brecha con la etapa de Gómez. Significativo es el posible cambio, en palabras de Aladro, del lema de la Abadía: pasar de “La inteligencia del placer” al “Placer inteligente”. “Yo lo miro y lo leo así”, explicaba esta mañana sobre dejar atrás el trabajo del académico. “Como decía Chéjov, no interesa el por qué, sino el para qué. Es la vida, unos vienen y otros se van”, defendía de un proyecto “transformista, ni renovador ni reformista. Creo que será una revolución amorosa”.