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En solfa

Carlos Saura no pudo inaugurar el Teatro Real

Se estuvo cerca de que Rocío Jurado cantase "El amor brujo" en la reapertura

Finalmente, los caminos de Carlos Saura y el Real no se cruzaron en 1997
Finalmente, los caminos de Carlos Saura y el Real no se cruzaron en 1997Alberto R. RoldánLa Razón

Hace un año escribía en estas páginas que «La vida breve» había de llegar al Maestranza. Parece que me han hecho caso, porque la notable producción de Giancarlo del Monaco se verá el 18 de marzo. Lamentablemente, no tuve la misma suerte cuando propuse, y bien me empeñé en ello, que el Teatro Real se reinaugurase con Falla el 11 de octubre de 1997. Y, ahora, el reciente fallecimiento de Carlos Saura me obliga a recordar esta historia.

Tuve bastante intervención en aquella reapertura, poniendo de acuerdo a Ministerio de Cultura, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento en que las tres administraciones debían ir de la mano sin zancadillas. En el restaurante La Ancha de la calle Zorrilla y el desaparecido Balzac de Moreto se pactaron muchas cosas a principios de los noventa del siglo pasado. Era yo patrono de la Fundación del Teatro Real y uno de los cinco miembros de su comisión ejecutiva. Se nombró directora general a Elena Salgado. «¿Sabéis lo que hacéis?», preguntó Josep Borrell cuando se le pidió permiso para «quitarle» a su secretaria de Estado de Comunicaciones. Ella nombró director artístico a Lissner y ambos barajaron inaugurar con un «Don Carlo» importado del Chatelet, donde el francés había sido director. ¡Inaugurar el Real sin una producción propia! Era un desatino que nos encargamos de evitar. Surgió luego la idea de «Parsifal», con Plácido Domingo. También luchamos contra ello, ya que el título ni representaba la trayectoria del teatro ni nuestra cultura. Simplemente se movían intereses que contaré en mis memorias. Personalmente llegué a idear y proponer un espectáculo doble con «La vida breve» y «El amor brujo». Salud moría y quedaba tendida en el suelo al acabar la primera. A Falla le falla el rápido y desabrido final de Salud, por eso se levantaba y resucitaba su espíritu en la segunda para vengarse de Paco. Invité a almorzar a Carlos Saura y Elías Querejeta. Hablamos largo y tendido en La Ancha y la idea les entusiasmó. María José Montiel sería Salud y Rocío Jurado cantaría en «El amor brujo». Todas las luces del Real se encenderían al acabar el ballet con las palabras «¡Ya está despuntando el día! ¡Cantad, campanas, cantad! ¡Que vuelve la gloria mía!». La gloria del Real, claro. Así concluiría la reapertura.

Recuerdo que, mientras nos dirigíamos por un pasillo a una reunión en el despacho de Carmen Alborch en la Casa de las siete Chimeneas para votar en torno a «Parsifal», sonaba «El fuego fatuo» en la megafonía del Ministerio. Fue un buen presagio, pero se aprobó «Parsifal». Cuando en marzo de 1996 cayó el gobierno de Felipe González y le sucedió el de Aznar, Esperanza Aguirre sucedió a Alborch. Le advertí de la larga duración de «Parsifal» para una inauguración eminentemente social con los Reyes. Salgado respondió que era poco menos de dos horas y tuve que contestarle que eso era lo que duraba solo el primero de sus tres actos. Aguirre dio su visto bueno a «La vida breve» pero, palabras textuales, «lo que no vamos a hacer es dar la razón en todo a Gonzalo, así que en vez del «Amor brujo» será «El sombrero de tres picos». Francisco Nieva dirigiría la primera y para la segunda se recuperarían las telas y figurines de Picasso. El proyecto con Saura y Querejeta se vino abajo. Aún quedaba resolver lo hablado con Plácido Domingo, que no abriría el Real y me tocó ir a Viena, en cuya ópera dirigía «Puritani», para convencerle de que no pusiera trabas. Lo conseguí volviendo a Madrid en su avión privado. La historia de la elección de orquesta y director merece un nuevo artículo.

Aquella reinauguración fue costrosa y hubo miles de anécdotas en los ensayos, como cuando empezó a caer líquido desde el techo en una de las salas inferiores y cundió la alarma. Al final era el burro que aparecía en «Vida breve» y se estaba meando. Fue una pena perder aquella oportunidad. Hoy, afortunadamente, el Real está libre de intromisiones políticas, aunque eso tenga también una contrapartida negativa en el precio de las localidades.