"Casa en llamas": a todas las madres que mantienen el fuego
Dani de la Orden dirige "Casa en llamas", una fantástica disección madurada de las complejidades familia
Madrid Creada:
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Era la que se disfrazaba para ir a recoger a sus hijos en carnavales, la que se levantaba por la noche cuando tenían miedo, la que sacrificaba la aceituna de su vermut siempre, la que amenazaba a los niños crueles que les hacían comer arena en la playa durante las vacaciones porque el territorio de defensa de unos hijos alcanza cotas elevadísimas, la que les limpiaba los mocos, recogía todos y cada uno de los trozos esparcidos de corazón ensamblado que sus decepciones afectivas les generaron, la que acompañó a su hija a abortar y años más tarde limpió los culos de sus nietas cuando ella no podía moverse: Montse es la madre que como tantas otras de nombres anónimos pero cercanos, de caras próximas pero historias individuales, renunció a su felicidad por procurar la de su familia. De manera voluntaria, sí. Pero lo hizo.
"Creo que a las madres les debemos sin duda mucho de lo que somos y de lo que hacemos. Me gusta pensar que hay gente que después de ver la película se ha acercado y me ha dicho ''joder cuando acabé la peli, llamé o escribí a la mía''. Sobre todo las madres de mi generación o de la tuya o de incluso un poco por encima, han estado supeditadas a esta educación ''machiheteropatriarcal'' de ocuparse de los cuidados. Incluso ahora, que se habla de la ''generación sándwich'', que son esas mujeres de 40 años aproximadamente que se encargan de los hijos y los padres a la vez. Estadísticamente son más las mujeres que los hombres, las que lo hacen. Y aunque por suerte yo creo que está cambiando un poco es según qué ámbitos, aún queda mucho para equilibrarlo", subraya Dani de la Orden en entrevista con LA RAZÓN para contextualizar la reivindicación discreta pero evidente que se esconde detrás de la configuración del personaje troncal –encarnado por una fantástica Emma Vilarasau– de su último y notable trabajo, "Casa en llamas".
Sin dejarse arrastrar en ningún momento por el desbordamiento emocional y ciertamente teatralizado del "Agosto" de John Wells pero sí inspirar por esa omnipresencia de lo matriarcal, De la Orden, acostumbrado como está en anteriores trabajos como ''Litus'' o ''Loco por ella" a revestir de pátinas de humor agradecidas temas que de manera natural resultan problemáticos y entrañan hondura como el suicidio en el caso de la primera o la bipolaridad en el ejemplo segunda, firma aquí uno de sus trabajos más madurados y mejor empastados narrativamente –sin olvidarse además de un humor finísimo explotado de manera exquisita por Alberto San Juan, que interpreta aquí al ex marido de Montse o Enric Auquer, quien da vida a uno sus dos hijos con un concepto del amor un tanto tóxico o la siempre naturalísima Maria Rodríguez Soto en la piel de la hija– para diseccionar las complejidades y las incomodidades heredadas de una familia de la burguesía catalana que se ve obligada a pasar un fin de semana en la casa familiar de la Costa Brava.
Asegura el cineasta que "me apetecía mucho hablar de una familia que se quiere mal. No por cosas relacionadas directamente con la mía propia pero sí que es verdad que es muy común ver dinámicas familiares tanto en la tuya, como en las otras, en donde hay una especie de desconexión y en donde al final a la persona que más cerca tienes es a la que más das por sentada y por lo tanto le das menos afecto. Y quería vehicular todo esto a través de la figura de la madre. De esta madre que lo ha dado todo por algo y a la que un día, de la noche a la mañana, le tiran el castillo de arena". Y cómo cuesta volver a construirlo sin intentar quemarlo antes. Y qué necesario y expectorante decidir hacerlo.