Arte

Las catacumbas de París «hablan» después de mil años

Unos 550.000 visitantes se adentran al año en este lúgubre y atávico paisaje

Investigadores recogen muestras en las catacumbas de París
Investigadores recogen muestras en las catacumbas de ParísPhilippe Charlier

En el distrito XIV de París, no lejos del barrio de Montparnasse, se encuentra uno de los lugares más insólitos y desasosegantes de la ciudad: las conocidas como catacumbas, un laberinto subterráneo de 11.000 metros cuadrados de superficie, 300 kilómetros de túneles y que acoge alrededor de seis millones de osamentas procedentes de diferentes cementerios e iglesias de París. Aunque existen grandes osarios en otros lugares del planeta, el de París es el que, por su extensión y volumen de restos, se puede calificar como el mayor de su especie en todo el mundo. Así lo avala el hecho de que, cada año, unos 550.000 visitantes decidan adentrarse en este lúgubre paisaje.

Su historia es un fiel reflejo de la convergencia de dos de los principales factores que acompañaron el despertar de la modernidad: las políticas de salud pública, de un lado; y el crecimiento de las urbes, de otro. Con respecto al primero, hay que decir que, a finales del siglo XVIII, los cementerios parisinos ya no daban abasto para ninguna inhumación más. Las autoridades decidieron, entonces, exhumar millones de cadáveres procedentes de Les Innocents y otros cementerios de la capital francesa y arrojarlos a los pozos de canteras. En 1810, el inspector general de las mismas, Louis-Étienne Héricard de Thury, se propuso ofrecer un mínimo de respeto a esos cráneos y huesos que, en algunos casos, se remontaban a casi mil años atrás. De este modo, mandó ordenar los millones de restos en una suerte de muros decorativos llamados «hagues».

No solo se trata de uno de los primeros proyectos de «estetización de la muerte» de la Historia, sino en la mayor empresa hasta entonces emprendida para convertir la muerte en una experiencia visitable. Ahora, un proyecto de investigación integrado por arqueólogos, antropólogos, biólogos y médicos –todos ellos pertenecientes a las universidades de Versalles y Saint-Quentin-en-Yvelines– está examinando el ingente volumen de restos humanos con el fin de determinar la causa de la muerte de todos esos cuerpos. Naturalmente, lo que este estudio encierra es, en rigor, una historia de las enfermedades y de los virus a lo largo de un milenio –algunos sífilis, cólera, etc.– e hilvanar un retrato de la causa de la muerte de los habitantes de la Ciudad de la Luz... y de la propia muerte.