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Chaplin, en el ataúd

larazon

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El 1 de marzo de 1978 se producía uno de los secuestros más disparatados que se hayan llevado a cabo nunca. Dos hombres, uno búlgaro y otro polaco, entraron una madrugada lluviosa en el cementerio suizo de Corsier-sur-Vevey y robaron el ataúd con los restos de Charles Chaplin, enterrado allí dos meses antes. La intención de ambos tipos, que se revelaron enseguida como muy torpes e inexpertos desde el punto de vista criminal, era pedir un rescate por los restos del finado a la viuda del cómico. Aquello no podía salir de otro modo que no fuese mal: para sorpresa de estos dos parias, Oona Chaplin se negó a pagar por algo que, según ella, su propio marido hubiese considerado un disparate. Así que a ellos no se les ocurrió otra cosa que tratar de regatear el precio del rescate para ver si finalmente la convencían de que pagase algo, cosa que nunca lograron.
Aquel surrealista acontecimiento ha sido retomado ahora por el dramaturgo Manuel Benito para escribir en torno a él una comedia, «Un cadáver exquisito», que trata de ir más allá del episodio real y del mito de Chaplin. «A mí lo que me interesaba era hablar de la inmigración –explica–; lo de Chaplin es secundario en la función. Quería hablar de dos tipos desesperados que sueñan con volver a su tierra habiendo triunfado y que jamás han tenido la más mínima posibilidad de hacerlo. Por otra parte, está el personaje de la viuda, que me sirve para mostrar la otra cara de la moneda, la de la inmigración con dinero. Es también inmigrante, porque es estadounidense; sin embargo, ella sí es aceptada por el comisario, que es un personaje que va dejando ver poco a poco su naturaleza racista y xenófoba».
La vida de dos perdedores
Hay una franca conmiseración por parte del autor y del director Juan Pastor hacia esos dos secuestradores; dos perdedores a los que dan vida Jacobo Muñoz y Guillermo G. López, que en cierto modo se convierten en una arquetípica pareja cómica digna del universo poético del propio Chaplin. «Es verdad que el espectador va empatizando con estos dos personajes y sintiendo ternura por ellos –corrobora Benito–. Porque incluso hay un bonito vínculo afectivo entre ambos. Uno tiene cerca de 40 años y el otro 24, y, a veces, uno ejerce casi de padre del otro. En realidad, son personas desvalidas que solo buscan volver con sus familias llevando algo de dinero para salir adelante».
Cristina Palomo, en el papel de Oona Chaplin, y Felipe Andrés dando vida al comisario encargado de la investigación completan el reparto en una función que Pastor dirige, según Benito, «con mucha precisión, mucha capacidad de trabajo y mucho respeto por el autor».

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